Ivan Cañás, Lezama con tabaco, 1969.
alFredoTriFf
(Este post fue publicado en noviembre 2010, lo traigo de nuevo por una conversación anoche, entre amigos, con tapas, alcohol y humo). Abajo, lean el primer comentario a este artículo, del propio Iván, ahora en otras esferas.
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No se pierdan la exhibición
Lezáma Inédito, de fotos de Iván Cañas en la
Main Gallery del
Miami Dade College,
Wolfson Campus, salto directo a 1969 en la máquina del tiempo.
Acercarse a la intimidad de Lezama no era fácil. Se narraba la subida por la escalinata hacia el orbe hermético,
sanctum sanctorum de la matriz origenista, recóndita e íntima biblioteca de tomos arcaicos, urna sacra de la fumarada, pupila insomne del oráculo. Pero ni tanto, e Iván Cañas lo demuestra. El ojo curioso, invitador, intuitivo, aleatorio, buscando el esplín psicológico del sujeto. Pero este no es lógico, sino poético, y en este caso el lente resbala. Lo dicho no disminuye la labor del ojo que tira. Cañas conspira, su sujeto tiene otros planes. Lezama está cerca, demasiado. Cañas ha dado con lo fortuito, y eso es "potente oportunidad, don exquisito".*
El punctum de la camera lucida.
Comprendase el límite que nos ocupa. Siempre habrá distancia uno-y-otro, él-y-yo, sujeto-y-objeto, para eso son dueto. El problema de la foto es otro, ¿su dilema?, no-ser innata. Ser es la cara redonda, frente de madrugada, de pelo cano rizo con brillantina, labios de película, patricia mirada, nariz gentilicia y bigote cuidado oliendo a café y tabaco.
No-ser es el reverso del universo, osamenta del alfiler.
Reducir la separación entre Colón y Refugio a su mínima expresión, "espíritu en fronesis", melao del limen. De la parábola poética
–el himen. Nada fácil. ¿El lente? Es invasión, pero estas imágenes cañeras presentan a
Lógos guiando el retículo.
Dixit, "ver como un buey" necesita un vehículo. O mejor, la presunta oposición tornándose sin trasdoblo de santos:
Lezama se mira en sí diáfano desde la luneta de Cañas.
¿Cómo sabemos? Un cierto espíritu otro transmuta el humo del tabac en pluma bucal. De ahí emana el alma del fondo. El asunto radica en la esencia del puro, la dialéctica del humo. Cañas consigue entreabrir la vanidad espumosa envuelta en virutas "cual araña sonrosada que se traga el humo".
Hay una secuencia, mi preferida, de estos retratos deliberados fortuitos cañeros, en la que Lezama cala el foco. O mejor, seduce y estimula el ¡click!, justo en el montuno de la película. El poeta, empero, se defiende, tabaco en mano, contra el báculo del tuerto –el imprescindible tabaco le sirve de escudo cilíndrico, de ejercicio patricio, de defensa Ruy López.
¿De qué huye? Sin duda, de sí mismo, del
an-sich acullá del objeto pululando las esquinas habaneras, la sospecha del no-ser del todo 69
–tan solo 365 días, luego de la
Gran ofensiva. Es entonces que el zumo nicotínico abre la llave y arranca del olvido la mirada inmanente y breviaria. Sonríe el poeta e improvisa a tropel, extemporáneo e incoativo, nervio en excurso, discurso del éter.
Cañas capta el mejor de los Lezamas, sin estruendo, sin estupor, sin frenesí.
El Lezama absorto en la
aléthëia de efímera bocanada, ligamento del tendón del verbo, la máscara de la fumada, batuta cromática de la mano orográfica. El Lezama libresco en su Castillo del Morro, en su estancia de los vivos/muertos, de su
ecclesia mística, de su consulado de virtudes.
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*Las palabras entre comillas son tomadas de obras lezamianas diversas.
Lezama inédito, muestra de Iván Cañas,
Centre Gallery (edificio 1, 3er piso, salón 1365)
Wolfson Campus, 300 NE Second Ave.
Hasta diciembre 17, 2010.