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El segundo Carpentier (1942-1959) no podía ser marxista. ¿El Marx optimista, discípulo de Hegel, admirador de Schiller, aprendiz de Platón? Na.
Carpentier era epígono de Wagner y Unamuno, seguidor de Spengler, discípulo Nietzsche, admirador de Schopenhauer, estudioso de Schelling.
Al final de Los pasos perdidos Carpentier otea su futuro, que es ahora nuestro presente. El hoy en día del occidente derrengado, narcisista, frívolo, culpable y acaponado, alabancioso y exhausto que nos toca.
Un occidente apocado y pendejo.
Porque aquí, en la multitud que me rodea y corre, a la vez desaforada y sometida, veo muchas caras y pocos destinos. Y es que, detrás de esas caras, cualquier apetencia profunda, cualquier rebeldía, cualquier impulso, es atajado siempre por el miedo. Se tiene miedo a la reprimenda, miedo a la hora, miedo a la noticia, miedo a la colectividad que pluraliza las servidumbres; se tiene miedo al cuerpo propio, ante las interpelaciones y los índices tensos de la publicidad; se tiene miedo al vientre que acepta la simiente, miedo a las frutas y al agua; miedo a las fechas, miedo a las leyes, miedo a las consignas, miedo al error, miedo al sobre cerrado, miedo a lo que pueda ocurrir. Esta calle me ha devuelto al mundo del Apocalipsis, en que todos parecen esperar la apertura del Sexto Sello —el momento en que la luna se vuelva de color de sangre, las estrellas caigan como higos y las islas se muevan de sus lugares.
1 comentario:
Muy bueno.
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