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Después de las malas noticias relacionadas con COVID-19 se han sumado enormes desafíos económicos, ambientales, sociales y políticos que ya estábamos enfrentando antes de la pandemia. De cara al futuro, un nuevo instinto virtuoso puede convertirse en un imperativo de nuestros sistemas económicos ... en lugar de perseguir ganancias a corto plazo o intereses personales estrechos, las empresas podrían perseguir el bienestar de todos los habitantes del planeta.
¿Un nuevo instinto virtuoso... imperativo? Bobadas. Jamás ha sido el imperativo de un empresa perseguir el bienestar de todos los habitantes del planeta. La meta de una empresa (el LLC es un invento del capitalismo mercantilista) es muchísimo más modesta: generar riqueza para sus inversionistas. Tiene sentido, ¿no son ellos los que arriesgan su dinero en la misma?
El bienestar de los habitantes del planeta viene dado por añadidura, por la mano invisible de que hablara Adam Smith en su Wealth of Nations (lo que en macroecomía se llama progreso), algo que ninguna empresa en particular se propuso jamás y que ha cambiado el mundo moderno.
El progreso no consiste en un plan quinquenal fraguado por burócratas, y tenemos suficiente evidencia: el desastre de 80 años de comunismo planificado en la URSS, 60 años de miseria en Cuba y más de veinte años de ruina en Venezuela. ¿No es suficiente?
Vuelve Schwab:
Las corporaciones no tienen que dejar de buscar ganancias ... solo necesitan cambiar a una perspectiva a más largo plazo sobre su organización y su misión, mirando más allá del próximo trimestre a la próxima década.
Ninguna corporación que se respete POSTERGA sus ganancias sin un
principio de maximización que lo guíe. Sea a corto o largo plazo, la idea central corporativa es
beneficiar la empresa dentro de los parámetros legales a que esta se suscribe.
Los socialistas quisieran reinventar la función de la herramienta. El martillo es para martillar, no para matar cucarachas. La empresa es una herramienta generadora de riquezas y punto.
Schwab sabe muy bien que la economía y la moral pertenecen a departamentos distintos. Uno espera que el millonario burócrata ofrezca un argumento económico, pero nunca llega. Apenas en el tercer párrafo y aparece la carta verdadera: la guerra contra los hidrocarburos.
¿Qué sentido tiene abandonar la fuente principal de energía del mundo, precisamente cuando lo que se desea es llevar la riqueza a todos sus habitantes?
A no ser que el motivo verdadero no es hacer a nadie más rico, sino hacernos a todos más pobres.
En reacción a la creciente presión de los activistas climáticos y las generaciones más jóvenes, algunas empresas han pedido a los directores ejecutivos de que persigan de manera más explícita objetivos ambientales, sociales y de gobierno.
Crecimiento se define como "evolución positiva de los estándares de vida". ¿Para qué paralizar el desarrollo económico mundial solo para complacer una minoría de activistas climáticos pagados por Schwab, empresas de publicidad y la prensa activista occidental? Esto no es serio; aquí hay trastienda.
Cuando la Revolución se hace carne del pueblo, no importan los obstáculos, las dificultades, no importa cualesquiera que sean los sacrificios. El pueblo sí es capaz de sacrificarse por su porvenir, por su destino. (APLAUSOS)
El economista suizo también pide sacrificio...
Aunque estas decisiones pueden dañar las ganancias a corto plazo, por otra parte maximizan los rendimientos a largo plazo en un mundo donde la gente se rebela cada vez más contra un sistema que perciben como injusto.
Construir un sistema económico virtuoso no es un ideal utópico.
Con la energía verde es mejor hablar de "pérdidas a largo plazo". ¿Y quiénes son los que se rebelan en el mundo? No la gente en los países subdesarrollados; no en la India, no en China, no en África, donde lo que busca desesperadamente es más oportunidades a mercados, más oportunidades y esperanzas de inversión y de acceso a energía.
Durante los últimos 30 a 50 años, la ideología neoliberalista ha prevalecido cada vez más en gran parte del mundo. Esas creencias dogmáticas se han equivocado. Afortunadamente, no estamos destinados a seguirlos.
La ideología "neoliberalista" no llegó del planeta Marte. Fue un putsch de la burocracia estadounidense, y occidental enamorada de aquel proyecto incipiente justo después de la caída del imperio soviético (recuerdo el discurso de 11 de septiembre de 1990 de George H. W. Bush, mencionando un "nuevo orden mundial").
El tal orden devino proyecto de gobierno. Fue política oficial exterior de EE.UU. e hizo muy ricos a muchísimos ejecutivos (como Schwab y Bloomberg). Es por ese arreglo de gobierno con las grandes empresas que se asoma el CAPITALISMO FINANCIERO que mermó la capacidad industrial de EE.UU. Y tanto republicanos como demócratas le apostaron con todo en el caso del comercio desigual con China.
¿Qué tiene que ver la justicia social con el clima?
2020 ha dejado claro que los movimientos de justicia social y climática son subvencionados por la misma maquinaria que otrora los contrarrestara. La "justicia social" es una metáfora fabricada (de ahí que la lista de corrupción de NGOs vaya en aumento).
Los "activistas" de hoy son empresarios. Es un cambio de relevo, la nueva ofensiva publicitaria –y de prensa– en un nuevo mundo de redes convergentes con causa común. Por ello una empresa productora gigante de hidrocarburos como BP se ha propuesto (en público) a ir dejando atrás el petróleo. ¿Será posible creerse ese embuste?
Vivimos un momento único de las dos caras de Jano del capitalismo global: una, LA GRAN CAUSA DE LA JUSTICIA SOCIAL Y CLIMÁTICA. ¿La otra? LA SOCIEDAD BUROCRÁTICA de EE.UU. y Europa invirtiendo miles de millones en proyectos fallidos de energía "renovable" du jour, despilfarrando alucinantes sumas de dinero con un alto precio ecológico.
¿Quienes subvencionan la energía renovable? ¡Nada menos que las grandes corporaciones de petróleo! Queda claro en el documental Planet of the Humans, de un activista de izquierda como Michael Moore.
Aquí va la pastilla:
Para enero de 2020, un primer borrador de consulta de las métricas estaba listo pero entonces ocurrió el desastre del COVID-19. ¿Sobreviviría el proyecto a esta crisis global? Ahora, se temía, que el incipiente compromiso con el capitalismo de las partes interesadas podría dar paso a un enfoque más realista en las empresas: ahorre lo que pueda, incluso si eso significa despedir empleados o cortar proveedores.
Aquende la contradicción básica de un empresario preocupado por la justicia: "Ahorre lo que pueda" aunque ello signifique "despedir empleados o cortar proveedores" (eufemismo singular de más desempleo). ¿Qué importa aumentar el desempleo en aras de la justicia social -añádase- "global"? No hace mucho, el multimillonario Bloomberg sugería (refiriéndose a los campesinos estadounidenses desplazados por los mercados baratos de China) que "aprendieran código".
Lo anterior no es más que la repetición cínica de los Bush, Clinton y Obama a los sin-trabajo en los estados industriales del centro de EE.UU. durante los años 90 y los 2000: "acostumbrémonos a la nueva realidad", era el motto de Obama. "No hay vuelta atrás".
A la burocracia globalista no le interesa el país donde viven. Observen el rechazo que profesan contra la idea de "nación" y contra la palabra nacionalismo que ahora es sinónimo de fascismo.
China es el ejemplo actual del binomio capitalismo/comunismo. Su alcance global es inminente.
El globalismo como acción económica/política del capital se emparenta con la tendencia de sus otrora enemigos: el socialismo y el comunismo (primos hermanos) que compartían una aspiración globalista. La Internacional Comunista tenía un himno que decía: Arriba los pobres del mundo.
El capitalismo y el comunismo fueron enemigos durante el siglo XX. YA NO.
Los globalistas ven en la Unión Europea el próximo experimento socialista/comunista global.
La UE ofrece una oportunidad única para aplicar políticas socialistas a escala internacional. Los sindicatos y los partidos políticos de la UE operan en organizaciones conjuntas más allá de las fronteras nacionales.
Los schwabistas y los socialistas/comunistas coinciden:
El comunismo es nuestra única esperanza para combatir el cambio climático. El capitalismo es la causa misma del cambio climático. Deberíamos atrevernos a decirlo claramente. Preguntarnos cuál debería ser la alternativa al capitalismo y qué podría suceder si no hacemos el cambio.
Está claro: El capitalismo es la causa del cambio climático. Es decir, el desarrollo económico es la causa del cambio climático.
¿La solución?
El comunismo, o socialismo -si quiere llamarlo así. Yo prefiero comunismo, porque describe un arreglo económico mucho más preciso y menos conducente al error.
Socialismo/comunismo es la plataforma del Green New Deal de la congresista AOC. Su ex jefe de personal, Saikat Chakrabarti, ya decía en una entrevista para el Washington Post, que el Green New Deal no era un proyecto climático:
El Green New Deal no fue originalmente una cuestión climática en lo absoluto. ¿Ustedes pensaban que se trataba de una cuestión climática? El verdadero motivo para nosotros es cómo cambiar la economía entera.
¿Comprenden ahora la "justicia social" de Schwab?
Greta Thunberg, una de las figuras prominentes de la juventud schwabiana, ha declarado en Project Syndicate:
La crisis climática no se trata solo del medio ambiente. Es una crisis de derechos humanos, de justicia y de voluntad política. Los sistemas de opresión coloniales, racistas y patriarcales lo han creado y alimentado. Tenemos que desmantelarlos a todos.
El nuevo orden global burocrático de corte socialista/comunista schwabiano está en el horizonte. Quien no lo vea tiene complejo de avestruz.