jueves, 18 de junio de 2020
Tal vez se necesita un absurdo para entender otro
Ramón Williams
Si eternamente votáramos con piedras negras y blancas, como los bien intencionados e ingenuos primeros demócratas de aquella Grecia, eternamente encontraríamos menos piedras grises y esclavos con grandes abanicos ventilando el proceso electoral, que verdades instrumentales negras y mentiras piadosas (también conocidas como "mentiras blancas"). Claro que para ello habría que tener en cuenta el Todo (¿mágicamente?) en cada recuento, desde las secretas decisiones personales hasta los evidentes intereses públicos. Lo que puede ser grandemente ilegítimo en un sistema, puede ser a la vez el depredador a hurtadillas de las leyes que crea ese sistema para sostenerse sobre la unidad controlada de sus partes. La ley crea su trampa que persigue su ley que persigue su trampa…desde que hay ley. Seguimos con la lógica poética, ya que la otra no acaba de encontrar una salida auténtica en el absurdo que acuerdan llamar “Realidad". Tal vez se necesita un absurdo para entender otro.
De acuerdo, sin casa no hay puerta y sin puerta no hay cerrojo ni llave de casa. Pero sin llave algo ha de romperse para entrar a la casa y eso hace a la llave parte de un sistema impensable sin ella, pues nadie quiere romper puerta ni cerrojo (tampoco entrar por la ventana) de su propia casa; le pueden llamar a la policía además y, en esa malentendido de la imagen, en esa de aparente violencia social, se pueden complicar las cosas. Lo anterior nos lleva a una verdad abierta que se manifiesta cuando le dan al individuo la llave de su casa… o casa del banco: Sin llave no hay casa pensable ni sistema que la construya, eso la hace inevitablemente clave en todo el sistema (Sistema-Casa). La llave define la propiedad, el límite entre el Sistema-Casa y lo externo a ese sistema. Sin llave no existe diferencia entre una casa con techo y la casa de todos que es la Naturaleza, incluyendo la intemperie urbana con su cielo raso ahumado. Mientras algunos escogen quemar sus llaves sin pensarlo mucho (¿mentes vagas, de naturaleza homeless?), otros largan las suyas en la centrífuga propia del Sistema-Casa, en plena apuesta al tener cosas, sobre el ser de lo vivo (¿mentes nítidas y efímeras como burbujas?).
Y así, entre portazos y escaleras de Penrose, unos creen en (tratan de imaginar) la posibilidad de un sistema Casa-Naturaleza donde las llaves que hoy abren casas, cárceles, manicomios y otra propiedades ya no cuentan, porque lo que es adentro es afuera y ya nada media. Mientras este Sistema-Casa-Llave no emule la metafísica de "lo que es arriba es abajo”, lo que viene va...a ser lo mismo. Lo mismo con variadas respuestas autoinmunes, radicales libres, clusters de desobediencia y otras excepciones de sistema encargadas de enfrentar el Sistema a sí mismo, partes contra partes, en su búsqueda de autoperpetuación. Puesta a un lado la mulata utopía de alcanzar una tecnología tal que sustente la infinita pereza colectiva, aparece otra muerte posible de la llave, como propiedad fundamental del Sistema-Casa: El triunfo de la vigilancia absoluta de todas sus partes en cada momento. La penetración intravenosa del ojo del Sistema-Casa en el individuo tomaría por casa, primero su mente y luego el resto de su naturaleza humana, mientras así pueda llamársele.
Borrada de esa condición, fundidos Sistema-Casa e individuo en una pieza única, también se haría obsoleta la vigilancia. Ni siquiera el Panóptico sobreviviría, pues las máquinas no desean, no se equivocan, no temen, no mienten y menos mentirían entre ellas si ya no quedara mano humana (izquierda ni derecha) involucrada: Máquina no vigila y castiga máquina cuando todo es máquina. Me pregunto cómo luciría esa mañana futura, cuando el último hombre ingenuo de cualquier color (Don Nadie de la Nada) sentimental como una zebra, salude a eso: el primer policía sin sentimientos de La Tierra.
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