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ASCENSO
Me llaman Incorruptible. Nací en Arras. ¿Será importante? Era disciplinado y brillante. Me gustaban los caramelos. Fui aceptado en el Colegio Luis-le-Grand, de París. Allí aprendí a amar a Rousseau.
Una vez elegido a la Asamblea de Los Estados Generales convocada por el Rey por la ciudad de Artois, me dije: ¡París prepárate!
La toma de la Bastilla cambió mi vida. Decidí usar una peluca blanca. Me creen reservado. En realidad soy tímido.
Fui miembro fundador del club jacobino. Después de las reuniones disfrutaba unas cervezas en compañía de Saint-Just. Recibía muchas cartas de mujeres que me admiraban. Veían en mí no un hombre, sino un símbolo. Me halagaba y ya.
Un día soleado mandé a matar al Rey. Declaré: Louis debe morir para que el país pueda vivir. Después caminé por los Jardines de las Tullerías. Imaginé a Louis en tiempos mejores, paseando con la comitiva real, la Perra austríaca y su Barbet.
Impulsé la Ley de Sospechosos para aniquilar a la contrarrevolución. Le di facultad al pueblo. Son honestos e infantiles y disfrutan mucho vigilarse entre ellos. Una tal Louise Jaquin me propuso matrimonio en una carta elocuente. Le respondí que no puedo, que tengo otro amor que se llama Asamblea. ¿Cuándo fue la última vez que me masturbé? No recuerdo.
Creé el Ejército Revolucionario, milicia de cuadra cederista a la que confié la vigilancia y el castigo de la gusanera. ¡Que se vaya la escoria! Por cierto, Couthon me ha presentado la bebida llamada té. He creado un hábito de tomarme una taza en el club todas las tardes, mientras leo el diario.
Instauré el Comité de Salvación Pública. Me gusta mucho esa palabra: comité.
¿Me habré excedido con mi Ley de Peligrosidad? Se me imputan casi 2,000 guillotinados. ¡Traidores! He perdido el apetito.
Con la muerte de Dantón y Hébert impuse mi autoridad total. Ni la izquierda ni la derecha puede con el TERROR. Hébert, un salaud. ¿Dantón? Murió con honor.
CAÍDA EN TERMIDOR
(26 de julio, 1794) Apenas en un año y todo ha cambiado. El destino me coge por el cuello. Hace dos semanas que no voy a la Asamblea. Sé que conspiran contra mí. ¡Me siento tan solo! Conmigo traigo una lista negra. Son tres mis acusados: Cambon, Mallarmé, Ramel-Nogaret. Entonces declaro que hay otros traidores sin nombrarlos (he firmado mi sentencia de muerte). Qué raro, en medio de una revolución he perdido la noción del tiempo.
(27 de julio) Llego a la Asamblea y casi me impiden tomar la palabra. Cuando hablo la gente tiembla. Me sacaron del podio. Los parlamentarios se atreven a recriminarme de atrocidades. Ya no me temen, ¡me odian! Antoine Garnier invoca la maldición: Robespierre, titubeas porque la sangre de Dantón te ahoga.
(6pm) Ahora demandan mi arresto. ¿De qué se me acusa? Traición a la Convención. YO, LA CONVENCIÓN. Hoy por primera vez odio la palabra traición. A media noche llegamos al Hôtel-de-Ville.
(28 de julio, 2am) Malas nuevas. Vienen por mí. He decidido matarme (¿quién decide en medio de la caída?) Mi mano temblaba. No apunté bien, o me arrepentí trop tard. Se disparó la pistola a boca de jarro en mi cara. La bala me destrozó la mandíbula y los dientes. Sangro por la boca, la nariz y los oídos. Estoy ciego del ojo derecho. Deseo morir.
Me llegan noticias. Todos los míos han caído. La Bas se pegó un tiro en el cuello. Mi hermano Augustin se lanzó por la ventana. ¡Oh, Agustin, hermano amado. casi te crié! Saint-Just detenido. Couthon fue empujado de su silla de ruedas escaleras abajo. Ni piedad con un lisiado.
(3pm) Me llevan a la plaza de la Concordia. Sé lo que me espera. En lugar de mi peluca llevo un trapo sucio y sanguinolento en la cabeza. Grito de dolor, tiemblo.
Llegamos al patíbulo. La plebe se burla, me llaman por mi nombre, me lanzan insultos. Tropiezo frente a las escaleras. No me resisto. ¿Para qué?
El verdugo me arranca la venda de la cara. Mi mandíbula se desprende. Lanzo un aullido de dolor. ¡Honor ven por mí! Me obligan a arrodillarme con un empujón y emplazan mi cuello en el rústico borde. Escucho ¡ABAJO EL TIRANO!
Siento un silbido espeluznante que lo sacude todo.
1 comentario:
La historia desgraciadamente esta llena de Robespierres, o de “wanna be” Robespierres, Stanlins, Castros, Ches, etc. Salen de la obscura pesadilla de su intrínseca malicia y egocentrismo, hacen el daño y desaparecen en la historia después de una irresponsable lista de muertos y sangre… En la larga lista de sangre de las revoluciones a través de la historia de la humanidad, la francesa es una de las más crueles y sangrientas. Y aun tratan de glorificarla dándole brillo con lo de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” Mas bien yo citaría el precio de un “slogan” a golpe de guillotina. La sangrienta y cruel matanza de 16,000 personas aproximadamente, (insignificante para algunos) a través del terror de improvisados tribunales, populares, sobre todo en su salvajismo. Mucha imagen y muchos muertos, solo de eso se trata… Interminable el comentario; mucho se ha escrito y mucho se puede escribir sobre la maldad humana… El nefasto precio de las revoluciones, no paga con creces, el precio es siempre con la muerte y la sangre de otros, después que el daño está hecho. ¿El cambio por el cambio? ¿La destrucción de todo lo que funciona y lo que no? El saldo bien caro siempre en la vida de otros y no de los que hacen el daño, que al final pasan a la obscuridad de la que salieron; pero el daño está hecho, los muertos están muertos. ¿Me pregunto si aprenderemos la lección, o el terror de las llamadas revoluciones terminaran por acabar con todo?
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