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La conocida periodista Rosa Montero publica un artículo para El País, titulado "Corazones blancos".
El subtítulo añade que "es indudable que la ideología machista engorda las estadísticas de los varones". Montero suscribe la nueva avanzada del feminismo contra la llamada "masculinidad tóxica".
El artículo se fundamenta en un estudio del neurocientífico y profesor de la Stanford University, David Eagleman:
Si cree que los genes tienen poca importancia en cómo se comporta la gente, considere este hecho asombroso: si es portador de una serie concreta de genes, la probabilidad de que cometa un delito violento aumenta en un 882%.Ahora Montero precisa detalles:
Las estadísticas anuales de Estados Unidos: Agresión con daños físicos graves: portadores de esos genes, 3.419.000; no portadores, 455.000. Homicidio: portadores, 14.196; no portadores, 1.468. Robo a mano armada: portadores, 2.051.000; no portadores, 157.000. Agresión sexual: portadores, 442.000; no portadores, 10.000 (esta diferencia es la más abultada). Eagleman continúa dando datos escalofriantes sobre la influencia de esa dotación genética (como, por ejemplo, que el 98,4% de los presos que están en el corredor de la muerte la posee) y al cabo revela de qué genes está hablando: “Se resumen en el cromosoma Y. Si es usted portador, lo llamamos varón”.¡Qué números! ¡Qué tremenda desproporción criminal entre hombre y mujer en cada renglón criminal! Es una novísima tesis que solo se prueba por (¿falsa analogía?). Conclusión: Lo que llamamos varón lleva consigo una propensidad criminal.
Deseo problematizar el asunto.
¿Es ser "portador del cromosoma Y" una condición necesaria para ser criminal? No, mientras se encuentre una mujer que lo sea. ¿Es ser hombre una condición suficiente para ser criminal? No, mientras se encuentre otro varón que no lo sea. De ahí se desprende que ser criminal y hombre no implica al otro ni visceversa.
¿Entonces de qué hablamos?
Debe decirse que Montero, o Eagleman, o mejor, Montero/Eagleman no declara que el hombre sea necesariamente criminal por ser hombre, que si lo fuera, pues colguemos los guantes, no hay nada que hacer. No, Montero/Eagleman dice algo peor: el criminal es mayoritariamente hombre ¿debido a...? –eso nunca queda claro– a su cromosoma Y.
Para Montero/Eagleman es un hecho indisputable:
... creo que es indudable que la ideología machista engorda las estadísticas de los varones, sobre todo en lo que respecta a las agresiones contra las mujeres.¡Qué disparate! Si ese hombre genéticamente criminal de que habla Montero/Eagleman existiera, habría que desmontar la sicología, la sociología, la antropología, la ética y la jurisprudencia tal y como las conocemos. Si la causa de la criminalidad del hombre fuera un asunto puramente genético, seríamos criminales per naturam: casi, por así decirlo, inocentemente criminales, bestias sin razón. El por qué es obvio: El crimen necesita culpabilidad y la culpabilidad necesita libre albedrío. Si el cromosoma Y predetermina el crimen del hombre, el hombre automáticamente deja de ser responsable de su crimen (un crimen sin libre albedrío es lo mismo que un pobre varón sin su gene Y).
Encima de todo, Montero/Eagleman prohibe refutaciones. Sint ut sunt aut non sint.
¿Por qué se creen obligados a defender a todos los varones (agresores incluidos) en vez de priorizar la defensa de las víctimas y de intentar preguntarse por qué suceden estas atrocidades y qué podemos hacer para evitarlas?Porque no son excluyentes. Simpatizo con las víctimas de los varones (sean mujeres u hombres) y a la vez, discuto la tonta hipótesis del "criminal Y". Créanme, soy consciente del peligro que me acecha. Disputar a Montero/Eagleman sería prueba fehaciente de mi ideología "machista", mi desconexión con el dolor de las víctimas. Para nada. La tesis es disparatada: asume lo que debe explicar. La discuto no por ser hombre (cualquier mujer que se respete debiera hacerlo por igual).
Invito a mis lectores a la siguiente hipótesis: Imaginemos un mundo donde solo existen varones y aceptemos las conclusiones de Montero/Eagleman. No habría duda entonces que el hombre criminal no podría serlo solo por ser hombre, pues solo hay hombres. Habría que asumir que el criminal lo es por la complejidad que caracteriza la mente criminal: crianza, sicología, sociabilidad, sentido de responsabilidad, carácter...
Pero todo eso es demasiado complicado para Montero/Eagleman. ¿En qué quedamos?
Qué se yo. No soy más que un hombre.
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