jueves, 22 de noviembre de 2018

Debate en un balcón de Douglas Road: To be or not to be del putinismo en Cuba



JR
Para mis coetáneos (60 +) es sabido que los cálculos de tiempo y la precisión de los recuerdos se hacen evanescentes. ¿Cuándo fue? Quizás hace dos o tres años. O más ¿Dos años con trescientos diez días? ¿Había muerto Fidel? No creo. Porque mi contendiente me hablaba enfáticamente de la desaparición de Castro. Me argumentaba con pasión sobre la visión de las nuevas generaciones en Cuba.
“No, JR, olvídate del putinismo”. Eso no va a suceder en Cuba. Desaparecido los Castro se acaba todo”. “Y ahí la juventud se impone. El futuro viene con otro color.” “Eso se jode.”
En este amigo que polemizaba con entusiasmo siempre he elogiado su optimismo. Si de su imaginación dependiera, La Habana a la altura del 2018 se estuviera devorando a Miami.
Pero tristemente no es así. Mis vaticinios de entonces se han cumplido. La fórmula del castrismo postfidelista ha amalgamado cuatro asideros: Rusia, China, Viet Nam y Corea del Norte. Cada uno con sus peculiaridades y contribuciones específicas a la supervivencia del régimen cubano.
Pero, indiscutiblemente, y la actualidad no da pie a otro debate en el balcón, que la vía sellada por la reciente visita de Díaz-Canel a Rusia es la de clonar el concepto putinista, tomado en cuenta que putinismo es la prolongación de un stalinismo modernista hibridado con un zarismo reciclado en la nueva burguesía seudomarxista de los autócratas cubanos.
En el caso Cuba, esta tendencia previsible desde que altos oficiales licenciados de las FAR y el MININT en los años 90 se hicieron del control económico y empresarial de la dinámica financiera en la isla, puede interpretarse como la combinación de la gestión monopolista de una jerarquía revolucionarista con (a falta de zarismo) prácticas ancestrales de la oligarquía capitalista prerrevolucionaria. No se distingue mucha diferencia entre el poder de un Julio Lobo y las prerrogativas financieras del yerno de Raúl Castro, Luis Alberto Rodríguez Callejas, ascendido a general en el 2004, el hombre que dirige el emporio empresarial GAESA que controla el 80% de la economía cubana.
El putinismo es una Cosa Nostra surgida de una élite de la intelligentsia y del exmando armado soviético que conocían a cabalidad los entuertos del comercio internacional blanco y sucio. No hay transacción económica blanda, contrabando o lavado de dinero que no conozcan.
Una clonación que está en proceso en Cuba. Con la ventaja a nivel regional para la mafia habanera ante la metrópoli moscovita, de que tienen penetrado todo el submundo delictivo estadounidense y latinoamericano.
No en balde Putin busca alianzas con el mandato de un Díaz Canel-Castro, siempre vigilado de cerca por Díaz Callejas. No son casuísticos los cuarenta y tres millones ofrecidos por Rusia como crédito para rearmar a la estructura protoputinista que se gestiona desde ya en la jerarquía militar que administra la economía insular, cuyos tentáculos se extienden por todo el continente americano y ejerce influencias en la política española. Nos son millones para armar un ejército. Esa sería una suma exigua para ello, pero sí suficiente para apertrechar a cerebros gangsteriles que sabrían multiplicar negocios mediante la coacción de un arsenal de estreno.
Se añaden inversiones en ferrocarril, aviación, posibles asentamientos militares y de espionaje, infraestructuras portuarias, turísticas, convenios en los servicios médicos, negociaciones en el comercio del azúcar, otorgamiento de créditos bajos en intereses, facilitación de los convenios con los países asiáticos…Componendas todas con un negociador inestafable.
Y téngase en cuenta que Venezuela está sometida a merced de La Habana. Bolivia está sometida a merced de La Habana. Nicaragua está sometida a merced de La Habana. Y Madrid, con el gilipollas de Sánchez, posiblemente será puesta de rodillas. Todo eso, con Putin, detrás.
Estamos hablando de un eje en términos sociopolíticos  y en idiosincrasia narco,  en tráfico de indocumentados hacia USA, comercio ilegal de armas, penetración en círculos académicos e intelectuales, subversión ideológica, inteligencia, soporte de una izquierda extremista  y compra de políticos e influencias en diversas partes del hemisferio, incluido Estados Unidos.
Putin, para mí, se los confieso, es la figura del siglo. Perverso, carismático, egocéntrico, influyente, ha desplazado a muchas otras figuras líderes candidatas al liderazgo contemporáneo.  Ha sido pertinazmente competitivo con el obamismo y el trumpismo. Ha fomentado una actividad de inteligencia sofisticadamente tecnológica que le ha servido para sabotear pactos, influencias, elecciones en Estados Unidos, España y otros países. Se ha erigido líder en causas globales ante la ONU. Ha predominado en su estrategia en el Medio Oriente. Es el efecto indirecto con sus maniobras diversionistas en los resultados en la bolsa de New York. Alcanza a supeditar al mundo con cada decisión directa o derivativa a través de las rutas de la piratería informática.
Y Cuba ha caído en los antojos de Putin. Dato que implica la resurrección de evocaciones sovietistas y promesas ostálgicas de devolverle el impacto que tuvo la isla en el plano internacional durante la época de la guerra fría. Esa es la táctica cautivadora del putinismo y a esa estrategia responden los comportamientos de los actuales militantes partidistas de la élite cubana, que nada tiene que ver con el discurso fidelista demagógicamente sacrificial que le puede haber precedido. 

El putinismo entraña pragmatismo y desempeño empresarial. Es la cámara hiperbárica de la  supervivencia del régimen. A eso responde la actualidad cubana donde un dueño de una corporación con sombrilla estatal tiene el control del poder y el derecho al voto al que un olvidadizo opositor al gobierno que solo cuenta con el desencanto y carece de  programa para conquistarse espacios públicos y prominencia social no puede aspirar. 
Con el putinismo, Cuba ahora está más cerca de lo que un Batista megalómano de ideario socialistoide, autoritario y pandillero aspiraba como meta para la nación, que de la figura del Robin Hood guerrillero que no supo resolver y destruyó la historia posterior. 
A esos dos legados se abraza la actual doctrina de Moscú en una Habana inundada de millonarios rusos: el fulgencismo bogante de los 50 y al fidelismo épico fracasado durante más de medio siglo. Maravilla de fusión de aparentes antípodas. Como si a partir del 52 o del 59 hubiese que contar de nuevo desde cero. Y en ese conteo oscuro todo cubano decente, por supuesto, tendrá que sentirse definitivamente excluido.
El monstruoso fantasma encerrado en piedra convulsiona claustrofóbico. Es apenas un símbolo ante el cristal lucrativo del presente. Putin permite la iniciativa empresarial y ciertas flexibilidades liberales. ¿Puede la Cuba sobrecogida por la miseria resistirse a los resplandores de ese vidrio? La oligarquía cubana tiene la palabra. La respuesta en el tiempo no está muy distante.

martes, 20 de noviembre de 2018

El fantasma de Lukács-el-tardío sigue reapareciendo

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Georg Lukács no tiene buena fama entre los intelectuales de izquierda actuales. Con razón: está su pro estalinismo, su tibieza ante los excesos de los soviéticos en Hungría, peor, su supuesta participación en la purga de intelectuales de la talla de István Bibó y el mitólogo Károly Kerényi.

Pero hay muchos Luckács en Luckács. Si el medio y tardío dejan mucho que desear,* el temprano, el neokantiano que funda el grupo "Heidelberg" con grandes como Simmel, Jaspers, Block y Weber es otra persona que tiene a su haber textos como el clásico La teoría de la novela e Historia y conciencia de clase (ya en su período marxista). Sabemos que con el tardío aparecen paralelos con Martin Heidegger, aunque en polos opuestos del espectro político.

Me ha caído en las manos un libro oscuro del Lukacs tardío, Die Zerstörung der Vernunft  (La destrucción de la razón).

En ZdV Lukács defiende la posibilidad de una explicación objetiva de la "ciencia dialéctica de la condición humana" que lucha contra tendencias irracionalistas presentes en Europa desde fines del siglo XIX, en particular dicha evaluación se hace más necesaria después los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Hasta diría que es saludable en esta época pietista de corrección política. El libro aborda el Angst que subyace -y se endosa- al ser individualista del Capitalismo de principios de la segunda mitad del siglo XX.

Comentamos algunas ideas:

1- El antihegelianismo de Lukács, otrora hegeliano, se adelanta al post estructuralismo (ZdV es un libro de 1952). El autor se adelanta por tres años a la tesis de Popper sobre Hegel en su Poverty of Historicism (no creo que Lukács hubiera leído a Popper).

2- ¿Qué es irracionalismo? La definición de Lukács es muy afilada. La tengo a mano (por si acaso):
... la degradación de la razón, la glorificación de lo intuitivo, una epistemología "aristocrática" que pasa por popular, así como el rechazo del progreso histórico y la creación de mitos.
En otro momento valdría la pena discutir qué significa "irracional", si partimos que el discurso de la razón kantiana no tendría más remedio que admitir lo "irracional" como producto obvio de la razón, pero "irracional" para Lukács es una disfunción de la razón.

¿Cómo abordaría Kant la "razón" del nazismo? Hitler razonaba, y en ciertos aspectos, muy bien. Su bigote cuadrado siempre afeitado, sus botas altas siempre lustrosas.    

3- La diagnosis lukacsiana de la "falta" en el discurso político de Heidegger es muy interesante y como debe ser: ácida (recuerda el verbo de Ernst Bloch, otro cínico y buen amigo suyo). ZdV se anticipa a Pierre Bourdieu en su breve y poco conocido The political ontology of Martin Heidegger.  Lukacks ataca la ontología, arma favorita de Heidegger, de manera ingeniosa. Heidegger "renuncia a lo social y lo político" con la excusa de buscar lo "inmutable, subjetivo y apriorísticamente pasivo". 
(...) se espera que una fuerza emerja y libere la humanidad de su preocupación óntica** y que la guíe a su destino... por tanto la política deviene en un ejercicio de limpieza del ser. Heidegger lucha en vano por dejar atrás el irracionalismo ... lo óntico, ahora es simplemente el mundo de las preocupaciones diarias.
Sin embargo, Lukács y Heidegger no están tan lejos el uno del otro, unidos en ese manto mesiánico epocal que para el primero es el paraíso del proletariado, y para el segundo, la encarnación del estado nazista.***

4- Lukács nos lleva de la mano por una serie de tendencias y personajes en un estilo a tono con el método de la Escuela de Fráncfort (de la que fue colaborador). El capítulo 3, dedicado a Nietzsche (a su relativismo y su miedo al socialismo) en su relación con Bismark acusa destellos críticos.

Dice Luckás que el Nietzsche rebelde y antigermánico es una fábula. El aparente distanciamiento con Bismarck es una "zaratustriana manera de superarse a sí mismo". Mientras más ácido mejor:
Para Nietzsche la cuestión crucial era la siguiente, tal como escribe en su Más allá del bien y el mal: "Con la aparición cada vez más obvia del hombre democrático, se tiene por consiguiente el embrutecimiento de Europa, el menosprecio del hombre europeo."  La supuesta crítica de Nietzsche a Bismarck no es más que una crítica desde la derecha. La verdad es que Nietzsche no consideró a Bismarck lo suficientemente reaccionario e imperialista.
Recomiendo La destrucción de la razón. Libro raro de un viejo amargado con brillantes destellos. No importa que forme parte del cálogo disparejo del Lukács tardío.


______________
* Ese período negro comienza en 1930, cuando Lukács viaja a la URSS (es llamado específicamente por el partido). Viaje nefasto. Fue enviado a un exilio en Tashkent y fue testigo de la muerte de muchísimos de sus propios compañeros durante las purgas de Stalin. ** Para Heidegger lo "óntico" no es solo un aspecto físico de la realidad, sino que está separado del Sorge (que en Heidegger equivale a la preocupación ontológica del ser). Óntico, para Heideggeres sinónimo de las cosas del mundo. *** Polos opuestos se atraen: Heidegger cita a Lukács oblicuamente en la última página de su Sein und Zeit. El término "reificación" de Lukács (Verdinglichung) ahora deviene pura negatividad. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

¿Qué hacer con el fantasma que retorna?



alFredO tRiFf

“¿Cuándo salen?
Salen cuando empiezas a sentir el hedor de los muertos.”-- Kwaidan, de Mayasi Kobayashi

Esperábamos la muerte [del susodicho] colofón básico a tantas soluciones posibles, aperturas, tanteos, transiciones o el cambio. Hoy hemos aprendido que la muerte [del susodicho] no clausuró necesariamente la reaparición del sujeto.

Cuando se alberga tanta esperanza sobre la frágil vértebra de la incertidumbre, cuando apostamos tanto al sólo aspecto -trivial e insoslayable- de la finitud, sucede que la muerte en sí [del susodicho] no apunta al desenlace añorado. La historia se repite. Pasamos por alto que era necesario que después de su muerte se abriera un nuevo capítulo de esa desaparición.  

No es que restemos importancia a la muerte física [del susodicho]. Es que en medio de tanto anhelo -catártico por demás- pasamos por alto (dados que somos a olvidar y reprimir), un hecho por venir, prematuro e insoslayable:

Su fantasma sempiterno.

Pero lo sempiterno también concierne a la voluntad viva de los vivos. El juicio de la historia dependerá de la historia del juicio y nuestro indomable deseo de justicia colectiva dirá la penúltima palabra.

¿Sabían? Hay dos muertes fantasmáticas: Una, olvidar al fantasma. La otra, que siempre-retorna, anuncia la dulce lucha de unos pocos locos escogidos: matarlo una y otra vez siempre de nuevo. 

viernes, 16 de noviembre de 2018

El futuro es inasible, ve por él

Ilustración de Tim Enthoven 




aLfredO tRiFf

Los presentistas nos hacen creer que el presente es eminentemente superior que el pasado. Vivimos, aseguran ellos, en una post temporalidad interminable.

PERO EL PRESENTE NUNCA ESTÁ PRESENTE.

Estar presente es pagar por el error, y este tiene una causa. Es el pasado el que tiene la culpa. ¿Y el futuro? Un allá que pende...

De ahí que en la pantalla mediática brille por su ausencia toda esperanza política y social -precisamente- porque nos creemos muy políticos y sociales. Pero no todo es mediático (se equivocó Baudrillard, como nos equivocamos todos). Hay un espacio vivencial, muy de uno, en ese desfase maravilloso de cada instante (con velocidad de desplazamiento igual a 0).

EL PRESENTE NO EXISTE

"Ser es tiempo" dijo un nazi acertado (horrible reconocerlo ¿no?). Ser tú es intuirte como futuro. Y el futuro exige un NO rotundo al presente, es decir, debemor ir imaginando otro candidato presidencial para el futuro.

¿DES-FUTURIZAR?

No pienses en tiempo ahora. No le hables. Deja que el tiempo te hable a ti. Simplemente se tú, mejor tú, siempre al filo tú, con propósito individual, íntimo y selectivo (ya ahì se busca ese sabor que limpie la amargura del ahora-en-cero).

El futuro no se puede quedar atrás en la pantalla porque es INASIBLE.

Hay que encontrarlo.

jueves, 15 de noviembre de 2018

¿Qué clase de hierba estará fumando Slavoj?


alfrEdo trifF

Hojeando On belief de Slavoj Zizek (Routledge, 2001), me tropiezo con la siguiente babada:
... por última vez quisiera volver a Lenin y su crítica de la "libertad formal": cuando -para la consternación de liberales- Lenin enfatiza que la revolución comunista no reconoce ningún apriori de reglas morales independientes de la lucha revolucionaria (las llamadas  "normas elementales de decencia"). Tanto las libertades como los derechos están subordinados a dicha lucha ... esto no implica un relativismo maquiavélico. Se trata de una versión revolucionaria de lo que Kierkegaard llamaba el suspenso religioso de lo ético.
1ro, el párrafo anterior aduce una especie de delirium zizekiano por el apriori. Pero si la revolución comunista no reconociera ningún apriori independiente de la lucha revolucionaria, no habría hecho otra cosa que convertir la lucha en el siguiente apriori.

2do, confundir la norma de lucha leninista con un "relativismo maquiavélico". Y es que no hay relativismo alguno en el planteamiento leninista. El relativista no pierde el sueño con puntos de vista morales diferentes. Lenin -y su discípulo Zizek- no defiende un relativismo sino un absolutismo normativo que dice: Si no estás de acuerdo con la revolución te jodiste.

¿Acaso Zizek no comprende la diferencia entre un relativista y un absolutista? Para el relativista no existe problema alguno con estar en desacuerdo porque todos estamos en lo cierto. No así para el absolutista que solo acepta su versión de los hechos y quien no esté de acuerdo se equivoca.

3ro, no hay nada de "maquiavélico" en Nicolás, influencia de Vladimir (si es que hemos ojeado alguna vez La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo). Nicolás le dio simplemente nombre a la Realpolitik.  

¿Qué clase de hierba estará fumando Slavoj?

sábado, 10 de noviembre de 2018

The man I love - Herbie Hancock- Joni Mitchell (1998)


Vengo conduciendo por la 37 Avenue acercándome a mi redil en la 20 del NW. Ya saben, justo en la frontera con el conflicto. En el Real Jazz de Sirius rompe Herbie Hancock con la voz de Joni. La luz roja me obliga a parar en la 17 Street. El reloj digital del auto marca la 1:24 a.m. A mi izquierda se detiene un RAV4 color blanco. Echo un vistazo y veo el rostro de piel oscura amenazante y la pistola apuntándome. El alcohol que me acompaña es mi mejor consejero. Elevo a todo volumen a Herbie y Joni y bajo la ventanilla del conductor. La ventanilla del pasajero del RAV4 también baja. La silueta del arma se hace más nítida. La mirada del potencial tirador es desafiante. Me viene momentáneamente a la mente la apología de Sócrates sobre la muerte. La melodía transcurre de carro a carro. Están al cambiar la luz. O, tal vez,  al cambiar mi destino. La trama melódica va adentrándose en intensidad. Herbie es un maestro y Joni, nuestra trovadora hippie setentosa, es el agarre a la fiesta existencial. ¡Qué mezcla! De repente, vislumbro que la pistola baja. Hay una piadosa concesión. El hombre de piel oscura se extiende hacia la guantera de su auto. No más armas. Comprendo, la intuición etílica no me traicionó. Se yergue, me mira, adivino en la semioscuridad una mueca amistosa y como que me hace un saludo militar con dos dedos en V. El jazz es un armisticio entre la jungla urbana y la sensible permanencia del prójimo, Cambia el semáforo de roja a verde y los dos carros corren ahora sincrónicos, ventanillas abiertas con el teclado de Herbie y la garganta de Mitchell a toda voz hasta la 19 Street en que hago derecha apaciblemente. La pieza se va acercando al final. El reloj digital marca la 1:29 a.m. Miro el retrovisor. Todo despejado. Nadie me sigue. Medito en los cinco minutos de inmediatez que pueden separar a esa frontera frágil entre vida y muerte, mientras prosigo aliviado hasta mi cueva. Llego y desenfundo el resto de un Merlot y prendo un lancero. Entre copa y humo no tengo palabras de agradecimiento para Herbie y Joni. Me gustaría descargar sobre ese dueto de otra manera, pero no sé cómo. Algo si queda claro del trance, el hombre que amo, el que satisface mis antojos, soy yo. (Jota Erre)