lunes, 17 de septiembre de 2018
Talud fueron siempre los besos
Rosie Inguanzo
Talud es un viaje.
Aleisa Ribalta apuesta a la poesía para desenrollar la memoria y juguetona discernir el presente. Fiel a sus ancestros asiáticos, se aproxima a los cerezos, al pez dorado del deseo, a sus fantasmas emigrados.
“Sakura” es efectivo porque resuelve un misterio poético de manera tan natural, como si fuera fácil la poesía. Aquí Aleisa junta las imágenes de un árbol al que le sobreviene la belleza, y lo depura hasta dejarlo en medio de la nieve.
Hay mucho mar en “Talud”: “¿Y qué del mar / dentro de ti cantando?” Y saltan las metáforas, porque un talud es un declive del mar, una fosa marina, un desnivel profundo del océano. Por eso aquí hallamos corales y naufragios, regresos y brújulas, naves y memoria, isla para dorarnos toda una vida:
“fueron siempre los besos,
la única y verdadera
opción de travesía.”
Apunto para ustedes algunas imágenes que se quedaron conmigo, a modo de anzuelo para que lo busquen y lean:
“embadurnados hasta la vida”
“La vida gustaba
de tarde en tarde
de colgarse como nosotros
al anón del patio”
“qué de cántaros
mudos
en el Tiempo”
“...cosmonautas somos los que soñamos
cada día con ser partícula infinita
de un todo hecho pedazos”
En “Talud”, poema tautológico que cierra, el fantasma de Ana Mendieta cayendo en el abismo (qué imagen tremenda), ordena a la poeta a saltar al vacío del poema: “¡dale, salta!”, conmina. Y este imperativo también es una invitación que se nos hace.
“Talús/Talud” (Bokeh Press, Leiden 2018) @amazon.com
Por Dios! Qué lectores tiene una!
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