Es propósito del Gobierno Revolucionario apretar la mano contra toda forma de especulación, toda forma de corrupción, toda forma de parasitismo (APLAUSOS). Así que se sepa que aquí nadie, nadie podrá ganarse la vida de bergante. ¡Pero nuestro pueblo trabajador no está para sostener parásitos de ninguna índole! (APLAUSOS.) (Dicurso pronunciado en la inauguración del semiinternado Juan Manuel Márquez en Boca de Jaruco, 15 de marzo, 1968)
lunes, 26 de marzo de 2018
La miseria del castrismo (3)
viernes, 23 de marzo de 2018
La miseria del castrismo (2)
En general, ¿vamos a hacer socialismo o vamos a hacer timbiriches? El sector privado vende, a través de las bodegas privadas, 77 millones de pesos, de un total de 248, 961,703 (de toda la economía nacional). (Discurso pronunciado en la escalinata de la Universidad de La Habana, 13 de marzo, 1968)
La miseria del castrismo (1)
Nosotros no creemos que se forma un hombre comunista incitando la ambición del hombre, el individualismo del hombre, las apetencias individuales del hombre (APLAUSOS). (Discurso pronunciado en la escalinata de la Universidad de La Habana, 13 de marzo, 1968)
viernes, 16 de marzo de 2018
Sun Ra: My Brother the Wind Vol. 1 (1970)
¿Por qué recomiendo My Brother the Wind Vol. 1? Es un clásico, de lo más avanzado del Sun Ra electrónico de los 70 tempranos. Aquí usa dos sintetizadores "moog" que parecen sonar en unísono. La agrupación es pequeña para el estandar de Ra: John Gilmore, Marshall Allen y Danny Davis. A cargo del teclado, Ra elabora una ejecución sonora de ciencia ficción/jazz maravillosa, demostrando que aunque el moog iba ganaba popularidad en manos de otros artistas, nadie podía manejar la máquina futurista como el astronauta de Chicago. My Brother the Wind es un experimento único en el jazz de los 70 tempranos. No se pierdan "Space Probe" de 17 minutos. LA conclusión es que Ra es músico de músicos.
lunes, 5 de marzo de 2018
domingo, 4 de marzo de 2018
De oscares y desoscarizados
Jesús Rosado
Nos separan solo
unas horas del esperado ritual de Hollywood. El Superbowl de la cinefilia
americana, Una ceremonia que estará marcada en esta ocasión por el escándalo
Weinstein y el movimiento de reivindicación de los derechos de la mujer en el
mundo del espectáculo denunciando los abusos a los que fueron sometidas durante
décadas por miembros de la élite del cine. La mirada del espectador estará
fija, además de en las premiaciones, en los gestos y discursos contra una
práctica que ha sido endémica en el medio y que parece tocar a su fin ante la
rebelión de las víctimas.
Como ya es habitual,
aprovechamos la celebración del evento para compartir comentarios y sugerencias
con los adictos al séptimo arte sobre lo que agradecimos ver desde la butaca de
espectador a lo largo del año, siempre advirtiendo, como en ocasiones
anteriores, que por lo general mis criterios andan reñidos con la taquilla
abultada, pues no hay manera que mi gusto y el de mi compañera sucumban al
entretenimiento si no hay una propuesta en serio proyectada en la pantalla.
De piezas made in
USA no hay mucho de que hablar en 2017 hasta que no comenzaron los estrenos del
último trimestre, cuando la industria se dispone a preparar el terreno
electoral de los filmes potencialmente concursantes.
Pero, gracias a Dios,
en la primera parte del año aparecieron filmes, algunos llegados a estas
orillas con cierto retraso, como por ejemplo El Rey Tuerto (2016), pieza
teatral del español Marc Crehuet, adaptada magistralmente al cine por el propio
autor, cuyo argumento gira alrededor de una cena en donde involuntariamente se
encuentran un perturbado miembro de las fuerzas antidisturbios y una víctima al
que le saltó un ojo. Crehuet con el apoyo de impresionantes actuaciones
logra recrear una atmósfera claustrofóbica tal que nos va hundiendo
gradualmente en la profundidad de nuestros asientos.
Otra
muestra de buen cine visto en el 2017 temprano fue El Ciudadano Ilustre (2016),
comedia dramática argentina dirigida por Gastón Duprat y Mario Cohn, la
historia de un flamante escritor que ha logrado obtener el Premio Nobel y que
en algún momento es invitado a su pueblo de origen para ser agasajado. La dupla
Duprat-Cohn expone con tal dominio de la construcción dramatúrgica el choque
entre cosmopolitismo y nostalgia en el ego exuberante de un intelectual
exiliado que indiscutiblemente la película se convierte en una las obras
citables del cine argentino reciente.
Un
título que nos sorprendió en esta primera mitad del 2017 fue Los Últimos de
Filipinas (2016), filme del realizador español Salvador Calvo, con un elenco de
lujo y una factura impecable. Relata los avatares de un destacamento español sitiado en Baler,
en la isla filipina de Luzón, por insurrectos filipinos revolucionarios,
durante 337 días. Y decía que resultó una sorpresa por el nivel de madurez
que muestra como pieza del género épico dentro del cine español. Nada que envidiarle a la logística hollywoodense.
Por último, de este
primer periodo, solo falta mencionar a Maudie (2016), coproducción de Irlanda-Canadá,
dirigida por Aisling Walsh, filme biográfico sobre la pintora primitiva de
origen canadiense Maud Lewis, un filme no exento de imperfecciones pero
realizado con pasión y en el que destacan las actuaciones de Ethan Hawke y,
sobre todo, de Sally Hawkins, quien desde su actuación en la comedia
Happy-Go-Lucky ha venido consolidando su carrera. Si quieren apreciar su mejor
performance este año acudan a su Maudie y no a la edulcorada Elisa Esposito de
The Shape of Water.
Y hablando del filme de Guillermo del Toro, sabemos que
este híbrido de Creature from the
Black Lagoon (1954), El Hombre Anfibio (1962) y Let
Me Hear You Whisper (1969), se vislumbra como la gran acaparadora de
galardones si es que las acusaciones de plagio a los realizadores de la última
de las predecesoras citadas no enturbian el criterio de la Academia. La
película de Del Toro, sin dudas agradable a la vista, cumple con los requisitos
de la meca del cine comercial, pero se empequeñece, en mi opinión, ante la
monumental Three Billboards
Outside Ebbing, Missouri (2017), cinta independiente producida y dirigida por Martin McDonagh,
sobre la historia de una madre que pugna ante las autoridades por hallarle respuesta
al asesinato irresuelto de su hija. El estilo de McDonagh y la actuación de
Frances McDormand (un Oscar incuestionable) se funden en una pieza de brutal
belleza.
De
nuestras predilectas del año la única posiblemente que gane algún Oscar sea esa. El
resto de las favoritas viajan fuera de
vagón. Son desoscarizadas. Las enumero:
-
Mundbound (2017), drama sureño que ilustra de manera cruda el convulso racismo
en los años 40 en una población rural en la región del Mississippi. Obra con
una extraordinaria actuación de conjunto y en el que la fotografía de Rachel
Morrison ejerce un rol protagónico.
-
The Florida Project (2017), filme en el que su realizador Sean Baker logra con
su dirección de actores un trabajo envidiable por parte de los niños que llevan
el peso del retrato de una realidad marginal que al
cine comercial le resulta incómodo llevar a la pantalla.
-
Hago un paréntesis en Detroit, obra dirigida por Kathryn Bigelow,
que es uno de los dramas sociales del 2017 que hay que forzosamente ver. Basada
en los disturbios de 1967 en Detroit, la película está sólidamente construida
hasta antes de los diez minutos finales en que sucumbe a un tratamiento
convencional del desenlace. Una verdadera lástima que la falta de originalidad
en esos minutos haya opacado una trama que se hubiese convertido en un clásico.
Y conteniendo, además, la actuación arrasadora del Will Pouter, una de las
memorables del año
-
The Killing of a Sacred Deer (2017), drama psicológico de horror, escrito y
dirigido por Yogos Lanthimos, inspirada en la tragedia griega Ifigenia en
Áulide de Eurípides. Lanthimos guía a los actores a poner en práctica la
técnica del extrañamiento de Brecht, reforzando la atmósfera enajenada del
filme. Convincentes actuaciones de Colin Farrell y Nicole Kidman, aunque son devorados
por el talento del joven actor irlandés Barry Keoghan. La fotografía es una de
las más logradas en el año. El filme es perturbador de principio a fin. Lanthimos
explora con maestría el juego de culpas, mentiras y falsa moral en una familia
adinerada y lo hace apelando al sentimiento intenso que provoca lo terrible por
suceder.
Está última es mi favorita.
Como pueden
apreciar por las predilecciones, este comentarista corre el riesgo de quedarse
inexorablemente sin estatuillas.
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