Jesús Rosado
Las productoras
se han ido apartando de Hollywood. Netflix intenta convertirse en una
competidora de prestigio y ha liberado un presupuesto a favor de ello. De ese
empeño ha surgido Mudbound, proyecto del 2017, una adaptación de la novela
homónima de Hillary Jordan, basada en eventos reales. Relato que se sumerge en
el Mississipi profundo de los años 40, en pleno desarrollo de la segunda guerra
mundial. Un drama interracial en que encuentros y desencuentros de raza van hilando la trama para someternos a
lo largo de dos horas a un poderoso ejercicio de cine, en el que el olor a madera
rústica de su construcción se alterna
con los destellos de la fotografía y el balance del trabajo de equipo.
La película rezuma autenticidad hasta la crudeza, pero está lastrada lamentablemente por las carencias de presupuesto en las secuencias bélicas que exige la producción. El trabajo de fotografía es una sus virtudes aunque le falte el detallismo recreativo que un director de imagen de experiencia aplicaría para el acabado de una obra. Se trata indudablemente de una pieza sin las decoraciones que reclama la industria. Pero el planteamiento es poderoso, el trabajo de equipo envidiable para un director escénico que ha sacado el máximo a sus intérpretes y los buenos momentos de la fotografía son memorables.
No acostumbro a dar detalles de la trama sino a fijar la convocatoria a tenerla en cuenta porque no es de las películas que descollarán por nominaciones, aunque la crítica le haya sido muy favorable. Hay que verla porque puede ser fácilmente ignorada como pieza importante de la temporada.Transcurrirá como larva migratoria bajo la piel como tantos otros filmes alternativos. Ignorarla, más que una comodidad de exclusión, significa obviar una cinta importante en concepto social y en planteamiento formal en estos tiempos tumultuosos de supremacismo blanco. Es un manifiesto afilado que arranca piel a los que aspiran a que se olvide el sufrimiento del negro.
Mudbound sería una película de merienda para la maquinaria de Hollywood y, sin embargo, landmark para lo que el talento puede generar más allá del sistema. Para un espectador transgresor que está atento a lo que se desliza fuera del interés comercial se hace imprescindible. Para el receptor común es un filme, aún con sus contratiempos de factura, brutalmente avasallador en el plano emocional y testimonio sociológico del racismo descarnado en la sociedad norteamericana.
La película rezuma autenticidad hasta la crudeza, pero está lastrada lamentablemente por las carencias de presupuesto en las secuencias bélicas que exige la producción. El trabajo de fotografía es una sus virtudes aunque le falte el detallismo recreativo que un director de imagen de experiencia aplicaría para el acabado de una obra. Se trata indudablemente de una pieza sin las decoraciones que reclama la industria. Pero el planteamiento es poderoso, el trabajo de equipo envidiable para un director escénico que ha sacado el máximo a sus intérpretes y los buenos momentos de la fotografía son memorables.
No acostumbro a dar detalles de la trama sino a fijar la convocatoria a tenerla en cuenta porque no es de las películas que descollarán por nominaciones, aunque la crítica le haya sido muy favorable. Hay que verla porque puede ser fácilmente ignorada como pieza importante de la temporada.Transcurrirá como larva migratoria bajo la piel como tantos otros filmes alternativos. Ignorarla, más que una comodidad de exclusión, significa obviar una cinta importante en concepto social y en planteamiento formal en estos tiempos tumultuosos de supremacismo blanco. Es un manifiesto afilado que arranca piel a los que aspiran a que se olvide el sufrimiento del negro.
Mudbound sería una película de merienda para la maquinaria de Hollywood y, sin embargo, landmark para lo que el talento puede generar más allá del sistema. Para un espectador transgresor que está atento a lo que se desliza fuera del interés comercial se hace imprescindible. Para el receptor común es un filme, aún con sus contratiempos de factura, brutalmente avasallador en el plano emocional y testimonio sociológico del racismo descarnado en la sociedad norteamericana.
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