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Hans Bellmer, Die Puppe |
Rosie Inguanzo
Hans Bellmer (1902—1975) inicia su serie de muñecas por oposición a la eugenesia nazi que buscaba la perpetuación de la belleza y la perfección de la raza aria. Su obra agrede ilimitadamente al cuerpo femenino púber, modelando un goce dañado en su simiente. Precisamente, el psicoanalista Jacques Lacan ameniza la perversión del goce como
père-versión o versión del padre. Y el padre de Hans —quien en la niñez del artista le inspirara miedo y odio porque dominaba y sometía a su madre—, era un ferviente nazi. Según el principio psicoanalítico nos apañamos con los síntomas neuróticos por medio de la exposición del material reprimido. Pero para el psicoanálisis la per—versión de Hans no se resuelve tan fácilmente.
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Bellmer posa junto su muñeca |
A través de sus muñecas accedemos a una reasignación del goce donde la norma es la desfiguración de las niñas. Adherirnos a esta libido no se “siente bien” y no ha de achacarse a los remilgos morales. Una lectura más profunda sería que sus muñecas buscan ese malestar, exponer ese deseo maldito, enfermo, que rechaza al padre porque
le desea. El malestar proviene de desear lo que se detesta y se teme, de modo que la oposición aquí busca contrariar al padre, que es el orden establecido. Su arte deviene mutación de la imagen de un deseo desalmado, huérfano, parricida. Y en esos sentimientos encontrados se cuecen y cobijan los ardores de su arte.
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Variación de La Poupée (1936) |
Sus muñecas poliformas exhiben ese candor y esa libido incómoda. Sus profusiones anatómicas nos presentan un problema insoluto; sin brazos para defenderse de la fuerza del adulto agresor, la muñeca Bellmer nos interroga con sus ojos de vidrio. Variaciones que multiplican
la anatomía ansiosa, lo irracional o poético de nuestros instintos y menudas pulsiones. Pequeños monstruos del deseo, las muñecas Bellmer. Niñas amebas descoyuntadas, anatomías inconclusas en las que proyectamos nuestro inconsciente agotado por las construcciones culturales, la asignación de género y la farsa colectiva.
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Die Puppe |
Las muñecas Bellmer tienen la ingeniería corporal del títere y algo de la parafernalia mágica de las marionetas. El deseo inoportuno de Bellmer, lo inconsciente hacia afuera se expresa en la pequeña anatomía confusa de
Die Puppe. A algunos repulsa su arte; yo vivo profundamente atraída a su abismo de ligamentos lastimados, coyunturas hinchadas y mutilaciones insondables. A todos nos hace señas algo indefinido y oscilante en el enjambre oscuro del deseo.
Muy buena nota. A mi Bellmer me lleva al cautiverio. Al secuestro, al trabajo esclavo. A la pornografia comunista, aislada de la seguridad de los objetos capitalistas en cuadro. Definitivamente al incesto ajeno. O propio.
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