lunes, 28 de agosto de 2017

¿El Che? ¿en "el hueco"?


aquí.
Para el resto de las personas no tiene nombre, no existe. En el mapa de la Asamblea Provincial del Poder Popular de Villa Clara, que muestra todo el territorio dividido en municipios, no sale, no lo contempla. El barrio es un caserío pobre e indigente que está a solo unos metros de la Plaza de la Revolución de Santa Clara.

sábado, 26 de agosto de 2017

Die Puppe y el enjambre oscuro del deseo

Hans Bellmer, Die Puppe
Rosie Inguanzo

Hans Bellmer (1902—1975) inicia su serie de muñecas por oposición a la eugenesia nazi que buscaba la perpetuación de la belleza y la perfección de la raza aria. Su obra agrede ilimitadamente al cuerpo femenino púber, modelando un goce dañado en su simiente. Precisamente, el psicoanalista Jacques Lacan ameniza la perversión del goce como père-versión o versión del padre. Y el padre de Hans —quien en la niñez del artista le inspirara miedo y odio porque dominaba y sometía a su madre—, era un ferviente nazi. Según el principio psicoanalítico nos apañamos con los síntomas neuróticos por medio de la exposición del material reprimido. Pero para el psicoanálisis la per—versión de Hans no se resuelve tan fácilmente.

Bellmer posa junto su muñeca
A través de sus muñecas accedemos a una reasignación del goce donde la norma es la desfiguración de las niñas. Adherirnos a esta libido no se “siente bien” y no ha de achacarse a los remilgos morales. Una lectura más profunda sería que sus muñecas buscan ese malestar, exponer ese deseo maldito, enfermo, que rechaza al padre porque le desea. El malestar proviene de desear lo que se detesta y se teme, de modo que la oposición aquí busca contrariar al padre, que es el orden establecido. Su arte deviene mutación de la imagen de un deseo desalmado, huérfano, parricida. Y en esos sentimientos encontrados se cuecen y cobijan los ardores de su arte.

Variación de La Poupée (1936)

Sus muñecas poliformas exhiben ese candor y esa libido incómoda. Sus profusiones anatómicas nos presentan un problema insoluto; sin brazos para defenderse de la fuerza del adulto agresor, la muñeca Bellmer nos interroga con sus ojos de vidrio. Variaciones que multiplican la anatomía ansiosa, lo irracional o poético de nuestros instintos y menudas pulsiones. Pequeños monstruos del deseo, las muñecas Bellmer. Niñas amebas descoyuntadas, anatomías inconclusas en las que proyectamos nuestro inconsciente agotado por las construcciones culturales, la asignación de género y la farsa colectiva.

Die Puppe

Las muñecas Bellmer tienen la ingeniería corporal del títere y algo de la parafernalia mágica de las marionetas. El deseo inoportuno de Bellmer, lo inconsciente hacia afuera se expresa en la pequeña anatomía confusa de Die Puppe. A algunos repulsa su arte; yo vivo profundamente atraída a su abismo de ligamentos lastimados, coyunturas hinchadas y mutilaciones insondables. A todos nos hace señas algo indefinido y oscilante en el enjambre oscuro del deseo.

jueves, 24 de agosto de 2017

Iván Acosta, o cómo la vida sirve de fondo a la música


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Qué gusto me ha dado el libro de Iván Acosta Con una canción cubana en el corazón.

Texto repleto de sorpresas donde Acosta invierte el consabido papel de la música ante el guión (y estamos de acuerdo). Aquí la música no es incidental sino esencial. Ya no sirve de fondo, porque ahora es la vida -la de Acosta o la de cualquier amante de la música- la que sirve de fondo a la música.

La música es la vida misma, nos dice Iván Acosta.

El libro, presentado recientemente con decarga musical en vivo en WDNA, contiene las páginas de la vida de Acosta y cada página tiene su canción, cada canción su portada. Y estas portadas a todo color de los discos de música popular cubana (desde los 50 a los 70), proporcionan una riqueza única de imágenes al guión de la vida de Acosta.

Resumo algunas páginas de la vida de Acosta:

... de lo histórico prerevolucionario: "En la víspera de Santa Ana, 1953... los adultos allí reunidos para festejar a mi mamá planeaban amenecer la mañana del 26 bailando al compás del Trío Matamoros, de Félix Chapotín y sus estrellas".

... de lo campechano: cuando la "tía Emma" admiradora del punto guajiro de Celina y Rautilio excava la tierra buscando un supuesto tesoro enterrado al pie de una mata de mamoncillos.

... de lo cubanomitológico: en "Santiago tenía sus pequeños monstruos", vemos Ivancito con su primo, a caballo en dirección al batey para oír a los Guaracheros de Oriente, "en busca del guije", que resulta ser un montón de truchas de río podridas. ¿Cuándo llegará la Nochebuena? En familia, con lechón relleno al pincho, en plena campiña, al son del Septeto de Ignacio Piñeiro y Abelardo Barroso.

... de la materia guaperil: está el "guapo del barrio", abusador doméstico que después de una paliza propinada por Acosta y sus amigos termina más delgado y más considerado con su esposa, amén de apreciativo de los boleros de Fernando Albuerne y César Protillo de la Luz. También guaperil la supuesta "posesión" de la abuelita de Acosta, queda conectada al estribillo de Jorrín "espíritu burlón".

... de lo vernáculo: fragmento de la historia oriental y la velada de un muerto con música de fondo de María Teresa Vera en álbum de 78 rpm. El recuerdo de escuchar en victrola en Palma Soriano "tres selecciones musicales" inolvidables: "La barca" de Lucho Gatica, "De Cuba traigo el cantar" de Rene Cabel y un mambo de Pérez Prado.

... de la impunidad Castrista: un 20 de abril, cumpliendo 17 años, el joven Acosta se halla con otros 6,000 detenidos en el Morro. Ivancito encuentra un pedazo de carbón y escribe en la rugosa pared de piedra de la ergástula: "La imposibilidad en que me encuentro de probar que Dios existe me prueba de su existencia". Acosta recuerda haber escuchado en el carro de alquiler que lo llevaba a su casa a Nelson Piñedo con la Sonora Matancera, cantando "Me voy pa'la Habana y no vuelvo más".

... de la triste despedida: Ahora el joven camina como un sonámbulo por las calles habaneras de los 60 tempranos, desde Zanja a Galiano a Malecón a la Rampa, y en CMQ escucha desde una victrola las canciones feeling de José Antonio Méndes.

Acosta tiene mucho más que contar de su música con vida de fondo. Momentos de nostalgia, momentos duros del exilio y también momentos llenos de esperanza.  

Un premio del libro son los dos CDs (o LPs dependiendo la edición del libro que uno escoge), donde el melómano connoisseur nos regala una selección de su colección de discos. Hay para todos los gustos: desde punto guajiro, son montuno, feeling, bolero, charanga, guaracha, conga carabalí, afrocuban jazz, hasta el frisson (agradezco a Acosta por presentarme a Eduardo Davidson que no conocía).

Con una canción cubana en el corazón, prueba que Iván Acosta tiene un corazón sonoro.

martes, 1 de agosto de 2017

Dick Hyman: The Moog and Me



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 A fines de la década de los 60 del siglo XX el pianista Dyck Hyman, ya famoso por su trio de jazz -y por su "Moritat" de fines de los 60- decidió experimentar con la electrónica. En este album casi se estrena el MOOG con sentido comercial. La tecnología mejorada pertenece a los 70, pero el estilo y la sonoridad son típicos de ese género pop (de películas como Kiss Kiss Bang Bang y grupos sicodélicos de los 60 como Byrds y Monkees y algún que otra canción de Simon & Gargunkel). La gran salida del Moog es con Abbey Road de Beatles. De cualquier manera este álbum de Hyman es acaso una presentación del Moog a la música pop. Hyman elabora una orquestación interesante de metales y cuerdas a-la-Percy Faith con la nueva sonoridad (el track "The Monitour" del álbum influenció a Emerson el pianista de Emerson Lake and Palmer). El tema está a cargo del silbido humano, que se había puesto de moda también la música incidental de compositores italianos como Ortolani, Morricone y Trovajoli (Sin móvil aparente de Phillip Labro con música de Morricone, 1972, es uno de mis favoritos de aquella época, aunque por momentos parece que incluso el silbido es sintetizado, una coña del compositor italiano). Hyman negociaba con elementos del avant-garde (cuentan que el compositor Edgar Varese se interesó en la sonoridad del Moog en parte por el éxito de Hyman). Hyman busca entrener, pero también hacer pensar. Un álbum idóneo de esa etapa llamada "Age of Electronics".