jueves, 29 de junio de 2017
martes, 20 de junio de 2017
Geandy y Ailer, los de acá, los de allá, la emoción, la razón y la realidad inconmensurable
La conga irreversible y el violinista de Hamelín, Geandy Pavón, 2017
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El artista Geandy Pavón publicó el fotomontaje arriba en su pared de facebook refiriéndose al discurso de Trump en Miami. Su post genera un hilo de comentarios. Amigos entran y salen, hay discusión, hay ruido, pero la sangre no llega al río. Entonces responde Ailer González Mena en este post de Arsenio Rodríguez Quintana:
González Mena está en Cuba. Habla desde la oposición, desde el hostigamiento diario, desde el atropello y la impunidad castrista. Su realidad es muy dura. Desde esa óptica puedo comprender que se piense que Obama le hizo el juego al castrismo. Ahora llega Trump, el anti-Obama y reenfoca la política de EEUU con Cuba. Desde esa mira, cualquier cosa es mejor que Obama (aunque Trump no haya cambiado mucho o casi nada).
El artista Geandy Pavón publicó el fotomontaje arriba en su pared de facebook refiriéndose al discurso de Trump en Miami. Su post genera un hilo de comentarios. Amigos entran y salen, hay discusión, hay ruido, pero la sangre no llega al río. Entonces responde Ailer González Mena en este post de Arsenio Rodríguez Quintana:
Este montaje burlesco e indolente que tal parece hecho por Cubadebate lo posteó Geandy Pavon. Aquí mi respuesta porque hay cosas que una mujer no puede dejar pasar. Geandy Pavon eres tronco de hijo de puta. No se trata de ser de izquierda o de Derecha se trata de ser hijo de puta o no. Tú has demostrado serlo.Geandy le responde más comedido:
Una sátira política es una sátira política, es una sátira política , es una sátira… Lo preocupante no es que por hacer una sátira política te llamen “Hijo de Puta” ( con mayúsculas, pues ya que estamos en eso…). Lo realmente preocupante es que esa reacción venga de gente que pide el cese de los actos de repudio y democracia para Cuba.A lo que voy: ambos tienen razón.
González Mena está en Cuba. Habla desde la oposición, desde el hostigamiento diario, desde el atropello y la impunidad castrista. Su realidad es muy dura. Desde esa óptica puedo comprender que se piense que Obama le hizo el juego al castrismo. Ahora llega Trump, el anti-Obama y reenfoca la política de EEUU con Cuba. Desde esa mira, cualquier cosa es mejor que Obama (aunque Trump no haya cambiado mucho o casi nada).
Del lado de acá, Pavón, el artista, el activista político, el humorista. Geandy es un jodedor feisbukiano y cultiva una imagen prudente y amistosa. Habla desde otra realidad distinta a la de Ailer, un país dividido, con un presidente novato, compulsivo, controversial y desconectado. Pavón vive en una democracia, en libertad (por ejemplo, cada noche, Trump es el "punching bag" de los comediantes de la televisión nacional) y hasta el consejero independiente del Dpto. de Justicia Robert Muller lo investiga por posible obstrucción de justicia.
Ailer no puede comprender esta realidad -desde allá. Geandy no puede comprender aquella realidad -desde aquí. No es un juego de posiciones. Se pasa por alto que no hay realidad sin contexto que la soporte. El día a día crea un acercamiento único e insalvable. He ido a Cuba tres veces desde mi exilio por el Mariel, y al regresar a Miami necesito unos días de reubicación. El choque es muy fuerte. Me es muy difícil explicarlo. O si lo explico siempre me quedo corto.
La inconmensurabilidad de la realidad puede tener acotejo, pero al fin y al cabo siempre hablaríamos desde la razón y no desde las emociones. A cada cual su contexto, de cada cual según su emoción.
jueves, 1 de junio de 2017
NOW! (2016) Eliecer Jiménez Almeida
NOW! (2016), Dir. Eliecer Jiménez Almeida from Eliecer Jiménez Almeida on Vimeo.
Jesús Rosado
Nadie duda que Now!, aquella pieza cinematográfica realizada por el documentalista cubano Santiago Alvarez en 1965, se fue convirtiendo, con el paso del tiempo, en obra de referencia del cine documental cubano. Construido a partir de material de archivo en blanco y negro que fluye al ritmo de un dramático soundtrack (la versión que hace Lena Horne de la canción tradicional judía Hava Nagila) , Now! se apartaba del canon clásico del documental para acercarse al todavía inédito género del videoclip, recreado con una óptica desde la militancia de izquierda.
Ese carácter adelantado de la concepción y la habilidad de su montaje lo convirtió en éxito visual al servicio de la propaganda política de un autoritarismo aún mancebo. Dos factores obraban entonces a su favor. Por una parte, el documental se produce en un momento de eclosión de la gesta castrista en amplios sectores de la opinión pública internacional y, por otro lado, ponía en evidencia ante los ojos del mundo un aspecto negativo irrefutable de la sociedad norteamericana: la repudiable realidad de que la existencia de un afroamericano en USA valía mucho menos que la vida de una mascota. Como resultado, el cortometraje se convertiría en la obra más reconocida de Santiago Alvarez, a la cual el autor debe agradecerle el haberse erigido como paradigma del documentalista revolucionario.
Pero he aquí que sesenta años después, aparece un inquieto realizador cubano que acude a esa herramienta auxiliar del arte de la posmodernidad que es el apropiacionismo, recurso mediante el cual el creador echa mano a elementos de obras ajenas para hilvanar un relato con nuevos ángulos, imprimiéndole a partir de imágenes, formas o estilos tomados en préstamo una identidad con energía propia. El término de apropiación fue acuñado por el crítico de arte Douglas Crimp, curador de una exposición a la cual tituló Pictures, en la que convocó a talentos que trabajaban con elementos extraídos de otros autores para reciclarlos en un discurso revisionista y novedoso.
Si bien la apropiación se generaliza en el campo de las artes plásticas, a partir de 1958 el cine se hace susceptible de las intervenciones de la tendencia cuando Bruce Conner produce el filme A Movie, una cinta en que se recombinaban fragmentos de otras películas para hilvanar una narrativa con voz propia.
De esta práctica artística, que por supuesto requiere agudeza y habilidad en la reconversión conceptual, es que se vale el joven realizador cubano Eliecer Jiménez Almeida para emprender un ejercicio de remake de aquel histórico Now! de Santiago Alvarez.
Aunque retomar una pieza cuya referencia es de peso en el contexto del cine documental implica no pocos riesgos, Eliecer se dispuso a la aventura con la certeza de que la circunstancia histórica había cambiado diametralmente y ésta corría a su favor para la misma intención de denuncia, pero volviendo la mirada ahora al lado opuesto.
Con el paso de las décadas, el régimen castrista ha degenerado en cuerpo político momificado, y mientras la visión de Santiago Alvarez en su época complacía las demandas del movimiento antinorteamericano y revolucionarista recreando una veta proclive a la protesta, ahora la inmersión cinematográfica de Eliecer se dirige a la actualidad del fenómeno que en los días de Santiago ejercía un liderazgo progresista para desnudar en toda su crudeza los comportamientos del engendro totalitario en que finalmente ha devenido aquel proyecto idílico que Alvarez defendía con candor.
La apropiación de Eliecer logra alcanzar niveles de dramatismo comparables al Now! original, pero lo apabulla por su eficacia como dolorosa parodia y por el impacto testimonial con que desenmascara la esencia coercitiva de la otrora utopía. En el Now! de Jiménez la dinámica del montaje emula con el de Santiago para mostrarnos un devastador escenario de represión, repudio y violencia fratricida. Eliecer echa mano sin prejuicios al mismo soundtrack, al mismo ritmo in crescendo de las imágenes, sólo que ahora la visión es introspectiva y revela con trágica elocuencia la gran estafa del castrismo.
Si la del Now! original era una excursión angustiosa a través de la injusticia social de un modelo foráneo, la de Eliecer es una incursión al corazón desolado de una patria patética que carece de los más elementales derechos civiles. El saldo final es estremecedor y el joven cineasta logra que la apropiación funcione a manera de kármatico boomerang, como lapidaria moraleja de lo que vale el arte genuinamente comprometido con las causas justas.
Es el mismo cine de denuncia social al cual Alvarez aparentemente aspiraba, pero en este caso no al servicio de la selectividad ideológica de un poder, sino al contrario, testimoniando con autenticidad los ultrajes de la autocracia contra una sociedad famélica que se debate entre el miedo de la mayoría y el hambre de libertad de sus ciudadanos más legítimos. Presumo que, tras este hijo bastardo de su experimento original, a los restos del finado Santiago Alvarez se le deben haber hecho mucho más angostos los muros del osario donde yacen.
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