sábado, 23 de abril de 2016

Trump y el principio de las consecuencias no deseadas


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La revista digital Politico publica un artículo interesante sobre el fenómeno Trump: 
En lo que va de campaña el llamado frente anti-Trump se ha gastado $70 millones en ataques. Esto es tres veces más que lo que Trump se ha gastado en su campaña entera. Lo sorprendente es que esta andanada de ataques no ha logrado su objetivo. Por el contrario, tal parece que la campaña negativa está ayudando a Trump.
Con Trump se da algo que Politico observa:
La primaria de Florida fue la primera gran prueba de la embestida contra Trump. Casi 5,000 anuncios atacaron al magnate en la Florida, previo a las primarias en el estado. El súper PAC de Marco Rubio gastó $ 9.5 millones en anuncios. El intento claramente falló. Trump barrió en la Florida.   
Evento políticamente extravagante que desafía pronósticos.

En un conocido ensayo del sociólogo (y profesor de Columbia University) Robert K. Merton, se discute el siguiente principio:
No puede justificarse categóricamente ninguna declaración general que afirme o niegue la viabilidad práctica de la totalidad de la planificación social.
Otra manera de decir que en lo social no es posible planificar absolutamente: la complejidad misma que supone un efecto futuro, ahora desde el vórtice impredecible de lo mediático. La tesis Merton es conocida en estadística y economía como principio de las consecuencias no deseadas. 

La pelea que tiene el establishment republicano anti-Trump no es fácil. La razón es que la popularidad de Trump tiene que ver poco con él mismo y mucho que ver con el electorado que le apoya. Por ejemplo, la encuesta de Quinniapiac University, 23 de marzo, revela que 43% de 652 republicanos encuestados se manifestaron a favor de Trump como ganador de la contienda, seguido por un 29% para Cruz y sólo 16% para Kasich.  

Lo sensato es suponer que Trump es símbolo de una masa de votantes muy desencantados con la situación actual del país. ¿Qué masa en específico? Un artículo de Derek Thompson para la conocida revista The Atlantic formula una hipótesis general del típico votante trumpiano: blancos (menos mujeres que hombres), nacionalistas, con educación máxima de secundaria, hostil a los inmigrantes y la minoría musulmana y desposeídos por los efectos de la globalización desde los años 90. En general la masa trumpiana no se siente representada políticamente. 

Sin embargo, el peligro está en subestimar esa masa trumpiana. Suponerlos ignorantes y racistas. Lo cierto es que son un buen número de trabajadores blue collar, el débil sector industrial de la economía americana. Es una mano de obra con poca calificación y con un alto íncide de desempleo. Por ejemplo, el número de mujeres trumpianas no baja del 24%, que no es mucho, pero no insignificante (de acuerdo a este artículo) de Scott Bland. La acusación de racismo a mi juicio es más una asociación apresurada y prejuiciada que un hecho en sí.

Trump trae a la contienda electoral un estilo despechado, autoriatario, xenófobo y de confrontación, llamado políticamente "incorrecto" por la masa trumpiana. Entiende que su masa busca ese rant-and-rave que lo caracteriza. Pero a medida que se acerca la convención republicana, Trump no tiene más remedio que presentarse como más "presidenciable."Esa movida al centro parece perfilarse, lo que sin duda puede causar consternación entre los elementos más radicales de sus seguidores. 
  
Aunque no estemos de acuerdo con su plataforma, sería un error seguir pronosticando generalizaciones fáciles sobre el caso Trump. A no ser que pasemos por alto el principio de las consecuencias no deseadas.

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