Evelio Taillacq
Y ¡qué suerte tenemos en esta ciudad de tener un artista tan intenso, genuino, riguroso, serio y brillante como el violinista, compositor y arreglista, Alfredo Triff! Una gran suerte y un privilegio.
El sitio que lleva con entusiasmo y dedicación Maggie Pelleya, suele brindar conciertos y actividades, mayormente relacionadas con el jazz y esta noche se vistió de gala, pero no por el atuendo, ni del artista ni de los asistentes.
Todo sucedió en ambiente relajado, informal, pero donde reinó el buen gusto y el respeto por el arte. Ambiente propicio para el desempeño de un virtuoso del violín que no se mece en su formidable técnica ni hace acrobacias armónicas o disonancias efectistas para impresionar.
Aquí todo fue auténtico. Podía haber sucedido en Viena, Bruselas o Florencia, tal vez en esas grandes plazas de lo clásico habría habido más público -este sitio estaba repleto- y puede que más vestidos largos, perlas y touxedos. Pero fue en nuestro Miami, tan diverso y sorprendente como desemperchado y natural.
Desde el programa, el reto estaba planteado, comenzar cortando la respiración con Verdi, para recorrer un impresionante abanico de estilos y tendencias. Modos diversos de sentir la música que demuestran que Triff no anda de diletante, que va a la esencia, sorprendiendo en cada interpretación y dejando una huella.
Y así fue trayéndonos a este momento a John Williams, pasando por André Cesare, Ira Gershwin y Vero Duke, y seguir hasta Piazzolla, destacando al cubanísimo Abelardo Valdés con una "Almendra" memorable que dolía en su cubanía.
Acometer con respeto y mucha franqueza a Perucho Figueredo y su himno bayamés transformando lo épico en montuno sabroso y por tanto en más cubano si se puede.
O sacando el corazón de un bolero de Fernando Mulens, sin menospreciar una obertura cinematográfica de Ennio Morricone, interpretar magistralmente a Sonny Rollins o atreverse con la atmósfera dramática de Penderecki.
En todos los casos no quedarse en la superficie o la aproximación. Ir a lo visceral y darnos una recreación personal y formidable.
Momento delicado y de profunda sensualidad el sencillo poema erótico declamado por su mayor cómplice, su esposa, la actriz y poeta Rosie Inguanzo.
Gracias, Alfredo Triff por ser y estar. Gracias por este derroche de búsquedas sonoras. Gracias por darte íntegramente a Miami y se ser, sobre todo, tan cubano y universal.
Que se repita.
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