Burning As It Were A Lamp, 2013. Enrique Martínez Celaya |
Luis Soler
Sé que estoy condenado a las más duras penas después de mi muerte. Pero ahora, estando vivo aún, yo debo estar pagando con creces una vida llena de pecados. No sé, digo yo porque no me caben dudas que estoy en una especie de purgatorio húmedo, tropical y caluroso por mucho que parezca una tarjeta postal.
Evidencias: Me paso todo el tiempo empapado en un sudor pegajoso, sucio y cremoso y la sensación de estar hirviendo lentamente en el vapor salobre de estos mares negros infestados de petróleo, brea, restos de peces muertos y toneladas de basura en descomposición. Por otro lado está la peste; pero no el hedor típico a azufre que dicen que tiene el infierno, sino a grajos. Estos ucranianos apestan a más no poder y a su paso expiden un vaho que se esparce como bomba lacrimógena, se prende a mis fosas nasales y por más que me lave y desodorice no logro hacer desaparecer en mi conciencia que soy yo quien la tiene debajo de los brazos. Me paso el día oliéndome las axilas, olisqueándome la ropa. Me baño y me cambio dos y tres veces al día. Es como si enormes fajos de cebollas maduras estuvieran por todos lados en pleno proceso de putrefacción. Cuando estoy al lado de ellos apenas puedo disimular el enorme desagrado que me produce y con cualquier motivo me tapo la nariz aparentando una congestión. Para rematar, como consecuencia de este ajetreo, en el sube y baja de la lancha y este ir y venir del carajo isla por isla, tengo arañazos y magullones por donde quiera. Es sabido que en los barcos los espacios son mínimos. Los estrechos pasillos están llenos de aristas metálicas que sobresalen como cuchillas asesinas y las astillas en los maderos sin pulir se te clavan cada vez que pierdes el equilibrio y tratas de apoyarte en algo. A pesar de que estoy aprendiendo a andar con el mismo sigilo de un perezoso para no lamentar heridas y golpes mayores, parezco haber salido de un rayador de queso, pues tengo marcas y rayones por todo el cuerpo.
De manera que si me ven sonreír no piensen que estoy disfrutando de unas vacaciones pagadas en las islas tropicales de las Indias Occidentales del Caribe. Estoy purgando y la alegría que ven, es solo una herramienta semiótica con la que mercadeo mi ego. Sobrevivo con una especie de cinismo existencial resultado de una vida azarosa y repleta de errores. No me quejo.
Pienso en mi misión. Organizar y preparar la vida a bordo (Life On Board) de este crucero llamado Mariana. En un recorrido por las West Indies cuyas islas mayores son Trinidad y Tobago, Granada, Barbados y la isla Margarita, este viejo barco será una novedad para el turismo local ya que nunca han tenido cruceros a su servicio. Mi equipo será el que día a día haga que los pasajeros olviden, las deficiencias, las carencias, los infortunios, los reclamos y todo tipo de incomodidades a bordo. Mi tarea es reclutar a ese equipo de talentosos muchachos, producir con eficiencia toda la vida a bordo, ejecutar con maestría las actividades y programar la alegría para los pasajeros en los programas de 2, 5 y 7 noches. Misión imposible.
Pienso en el reclutamiento. Tarea dura esta de ir de isla en isla buscando talentos locales para contentar a los turistas a bordo. De por acá es el Calipso y las bandas de acero (Steel Band). A esta gente les encanta la música, la fiesta y el carnaval. Este último es muy parecido a los carnavales brasileros, supongo que por la cercanía que tienen con este país. El caso es que los mejores músicos se han ido. Andan desperdigados por el mundo entero tocando sus latones abollados de los cuales sacan esos “encantadores” sonidos acampanados que pueden llegar a exasperarme y producirme fuertes jaquecas con melosas letanías rítmicas, pero con los tengo que lidiar y hasta hacerles creer que me encantan. La realidad es que los artistas que quedan con talento en la ejecución de estos arcaicos xilófonos, ya están contratados en centros turísticos con mejores condiciones y salarios que yo no puedo ofrecer. La mayoría está en Tobago, que es más turística que Trinidad. Todos los que he entrevistado han rechazado mis propuestas. No sé si será porque de entrada les digo con la voz engolada imitando a Don Corleone: Tengo una propuesta de mierda que ofrecerte y la cual te será un placer rechazar. Yo lo entenderé.
Pienso en la estrategia. Por lo tanto, me toca pensar en una fórmula musical más internacional, menos autóctona y encasillada en otros ritmos más “convencionales”. Lamento recurrir a un método de reclutamiento explotador y oportunista en pos de encontrar talentos necesitados que acepten, no solo el presupuesto que tengo (que no es mucho), sino vivir en las condiciones tan precarias de vida que este barco ofrece para el Entertainment Crew y el Cruise Staff. Con estos propósitos me estoy leyendo ávidamente el manual para idiotas “Como reclutar para trabajar en el Hades”.
Pienso en la geografía. El barco toca la Isla Margarita todos los lunes en su recorrido y Cuba está muy cerca. Posiblemente la solución sea esa. Reclutar a cubanos y a venezolanos y así le ahorro a la naviera los costos de transporte y fletes. Ellos lo verán con buenos ojos y me tendrán como un fucking capataz muy eficiente.
Pienso en la política. El barco está lleno de marinos ucranianos que han aceptado venir escapando de servir en la guerra. Y los míseros cubanos con medio siglo de penurias y ostracismo queriendo salir a toda costa por cualquier razón, bajo cualquier circunstancia. Finalmente, los venezolanos que dan el alma por el dólar constante y sonante debido a su “democrático” y malogrado socialismo del siglo XXI que los ha sumido en la más profunda e irónica de las pobrezas. Así pues, con la paradójica mezcla siniestra a bordo, se entenderían todos a la perfección en este vetusto barco de origen griego.
El resultado de la política en los países que han padecido el socialismo, ha devenido ventaja para los “capitalistas crueles y brutales”, ávidos de obtener mano de obra barata. Y yo no soy más que un patético instrumento del esclavismo moderno que tanto he criticado. Ni más ni menos.
Pienso en los pasajeros. Nadie notará que tan cruel puede ser la vida y la mayoría ansiará haber tenido la oportunidad de trabajar en un crucero. Ir de isla en isla, puerto en puerto, buena paga; seguramente, y esa eterna vida de risas, juegos, rifas, shows, música, buena comida y diversión. Los veo con máscaras venecianas, parches de piratas haciéndose los tuertos y collares de flores de papel bailando al compás de un regatón o una cumbia, imitar los pasos de Travolta en Grease. Mis muchachos lideran el Lime, que es como ellos le llaman a la fiesta. Los marinos ucranianos, desde las barandas de los oficiales, observan perplejos lo que para ellos es un despliegue de ridiculez y carencia de espíritu. Falta de temple.
Pienso en mi absolución. Aliviaré mi alma con lo que me queda de escrúpulos, justificando mi proceder mezquino al compararme con Schindler, que salvó a los judíos, y como parte de mi altruismo no solo atropellaré un poco mi interés financiero con ciertos gastos y recortes que compartiré con mi gente, sino que, tengo la certeza que los libraré de un mal mayor pues “en el mar la vida es más sabrosa”.
Pienso en la redención: Lo peor es ver como mi equipo de entretenimiento, después de hacer reír, bailar, cantar y distraer a los pasajeros para que tengan una estadía feliz en el Mariana Cruise Line, regresan a sus camarotes con la más desolada de las tristezas, la mueca fallida en el rostro y rezando por dentro para que todo esto sea una “experiencia transitoria”.
Pero como nada es transitorio y este purgatorio dura una eternidad, pienso en ti.
Luis: Me gusta mucho lo que escribes y cómo describes. Pero, aunque me he creído toda la historia, aun así, me pregunto si no será parte de una novela, o si irás desertar en la próxima isla, y, naturalmente, me pregunto por qué demonios te has embarcado en el Mariana. De cualquier forma, sigue narrando que es por ahí donde te espera el paraíso. Pensamos en ti.
ResponderEliminarhumor existencial del mejor. me dolían las costillas de tanto reírme
ResponderEliminar¡genial!
ResponderEliminarHumor colocado en cuenta, sumo que esta es prosa sólida. Pulcro, fluido, convincente, texto así es difícil de "fabricar". Simplemente brota. El oficio se hace maniobra involuntaria cuando ha madurado la capacidad de narrar. A partir de este fragmento de historia, un lector solo puede dudar de las posibilidades como autor si el que escribe se divorcia de la constancia. Que nada lo detenga, que nada lo distraiga, que el teclado se haga inseparable compañero de itinerarios.
ResponderEliminarBueno y que tiene que ver esa foto que yo hice para Enrique con el bloque de testo que le continua? No guarda ninguna relación,
ResponderEliminaro se trata de un simple adorno?