Ariel Pérez Lazo
En 1995 no había cumplido aún los veinte años y aunque sabía que el socialismo de inspiración marxista-leninista era un fracaso, permanecía en Cuba. También entonces, meses antes del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, se especulaba con el final del embargo. Dos décadas después vivo en Miami y se repiten muchos de los acontecimientos de entonces. Si algo, sin embargo, ha cambiado es la emergencia de una nueva disidencia. No hablo de oposición. De eso se está, al parecer, todavía lejos en Cuba. En 1988, cuando todavía era un niño, al cantante Carlos Varela se le metía preso en pleno concierto en La Habana por
Tropicollage, como ahora a Tania Bruguera antes de llegar a su escenario por
El susurro de Tatlin pero no había novecientos tuiteros que compartieran la noticia y mostraran su solidaridad con el cantante ni cuatro millones de personas que la vieran. Ni centenares de artistas extranjeros que firmaran por su liberación. Esto pudiera llevar a algunos a creer que es la tecnología la impulsora de la transformación social.
Realmente estamos frente a tres componentes:
*Una precaria pero visible tradición de libertad artística limitada dentro del régimen actual. El único paralelo a la misma lo tendría la libertad religiosa. Nada parecido encontramos en lo político. Quizás en lo económico lo tienen la relativa tolerancia a las huelgas de los bicicleteros y cocheros en algunas partes del país.
*La posibilidad que abren las nuevas tecnologías de conocer lo que en otro tiempo era comentario estrictamente local, sino privado.
*La mayor influencia del exterior en lo que ocurre en Cuba.
Un cambio en las relaciones con los Estados Unidos no puede disminuir la influencia de ninguna de estas tres variables, quizás hasta las potencie. No se trata que un mayor flujo de viajeros, remesas y periodistas traiga automáticamente la democratización del país. No puede hacerlo pero hará mucho más difícil ocultar los episodios de represión.
El que haya más recursos para reprimir: más dinero para pagarles mejor a los policías y agentes del G-2 es una variable que habría que tomar en cuenta, pero ¿hasta qué punto dicha variable podrá contrarrestar la anterior? Me inclino a pensar que poco.
Esta nueva disidencia tiene dos ejes fundamentales: la artística y la religiosa. La primera ya la hemos visto en acción, la segunda la tienen los movimientos cristianos “apostólicos” que si bien teológicamente dejan mucho que desear, no se puede ser mezquino y hay que reconocer lo que hacen por expandir la libertad de religión, pues establecen iglesias y denuncian su persecución al margen del oficialismo eclesial. ¿Y qué hay del resto de la disidencia? No pienso tenga otro posible papel que el de apoyo a estas iniciativas espontáneas. De hecho, esta ha alcanzado ahora más notoriedad a nivel popular y entre los intelectuales que en las frecuentes marchas de la UNPACU en Oriente, gracias a que se han sumado a la iniciativa hecha por una artista, es decir, alguien fuera de la militancia política organizada.
Bruguera ha molestado tanto al régimen porque rompió el dique entre el sector “contestatario”- aquel que critica “dentro de la revolución”- y el “disidente”. Se puede ser un militante “anti-sistema”, escribir artículos para ser publicados en internet, acudir a esta o aquella marcha pero romper este dique solo se logra irrumpiendo en los espacios de tolerancia presentes, es algo que ataca la esencia misma del sistema cubano. Gritar en una calle solo provoca un agrupamiento de curiosos alrededor y la llegada de la policía. Hablar en un performance provoca todo el aparataje y la repercusión que hemos visto en estos días. Más si vemos que Tania Bruguera se ha querido apropiar de un espacio hasta ahora reservado al “máximo líder” .
Los detenidos fueron ochenta, la misma cifra que cuando en la iglesia metodista de Santa Clara se hizo un culto de desagravio al pastor Yordi Toranzo en 2011, expulsado de dicha denominación evangélica como resultado de sus críticas al gobierno. Para alcanzar un nivel de arrestos de esta magnitud hay que esperar al 10 de diciembre, día de cita de la disidencia y a escala nacional, no de la capital.
Con el exilio sucede lo mismo. Había que ver a figuras conocidas del exilio tradicional en la réplica del performance en Miami-por respeto no las nombro: se veían desbordadas por esta iniciativa, solo tuvieron un minuto para hablar, el mismo que cualquier otra persona- esto era parte del “performance”. Del lado del gobierno ya no queda mucho arsenal para los viejos estigmas. A la marcha de los Estefan, como se le conoce en Miami en el 2010, fue Posada Carriles. En este performance, ni siquiera se vieron los viejos promotores de la vía violenta. De hecho, se dedicaron a exhibir el pasado político del padre de la artista, el típico argumento ad hominen que tan cansados nos tiene. ¿Qué terrorista van a mencionar ahora?
Tampoco había espacio para el viejo argumento del dinero norteamericano. Rosa María Paya y Orlando Luis Pardo Lazo solo necesitaron un micrófono. Alguien, no sé si de una organización o a título privado, amablemente preguntó a los presentes si querían una banderita cubana. Ese fue todo el “respaldo” financiero a la iniciativa. Una de las oradoras fue una joven, Miss Hialeah 2013 … quizás ahora inventen un patrocinio de Donald Trump.
De eventos como este solo se puede concluir que ni la disidencia ni el exilio profesional serán los motores de la democratización, solo podrán sumarse a lo que pueda emerger súbitamente. Y que la mejoría de las relaciones Cuba-EE.UU no va a ser una variable que pueda anular un evento de este tipo.
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Ariel Pérez Lazo es profesor de filosofía de Miami Dade College.