domingo, 31 de agosto de 2014

Una bomba se perdió en la arena





Ramón Williams

Del estudiante: "Roja la gota de aceite en el pincel del Nagüe Armando.

—Increíble —apresura el Nagüe evitando un suspiro—, tengo que hallarla como el Joven y enseñarle mis pinturas. Eso si no se largó por premios en París o socitos en Miami y todavía anda por ahí, hecha un reguero de comunista mística por toda Cuba.

La publicación es fresca, acaso un par de meses —concede Nilo—. Dudo que le interese escurrirse así, de pronto. Lo adivino en una frase del protagonista a la salida del hospital: "Nada se dice de la mujer extraña, renegada, replicante de soledades miles en páginas dispersas donde sus pasos marchan". Dice "pasos marchan" y a mí me suena como si no se marchara nunca.

—Esos condimentos los paladeé antes: Exilio, astucia, silencio; la balsa de la medusa del artista adolescente de una perreta caribeña. Te digo que hay que encontrarla a ella, nagüe. Lo que me cuadra es la mujer, un comino el libro si lo comparas con la mente que lo lanza. A quién le importa hoy la novela de rompecabezas. Prefiero las sucias, pura porno, por la franqueza anatómica, la frivolidad descarnada, el descaro. O, por el contrario, aquellas de estructura pudorosa y tiempo firme, que te llegan de vuelta de los experimentos narrativos con alguna luz sobre la condición que apesta lo virginal del mundo. Esto que me cuentas es un enredo fortuito, hermoso pero fortuito. La gente se cansa de juntar migas de pan en la lectura para llegar a una idea clara que le sirva de guía para la vida. Y se cansan las casas editoriales y sus agentes. No me sobra tiempo para iluminaciones oscuras. Leo para verme de la manera más sencilla, sintetizado y no descompuesto. Me gusta mi rostro y no me interesan las estéticas autocríticas.

Nilo no escucha cómo trepa el Nagüe por las proyecciones del autor aunque resulta que puede ser ella alguien fascinante en lo personal, ya fuera de la literatura y demás bola de gatos del intelecto, un cuerpo. Nilo mira otra vez a la virgen. ¿Ella ríe o llora? Avanza hasta la ventana. Afuera no llueve. Las nubes gordinflonas no aparecen. Es una estafa de clima, de clímax. En el cuadro el punto que va por el mar es una guasasa náufraga en el barniz. En la calle la gente rueda feliz bajo el sol. Si algo anda mal tiene que ver con ese niño parado ahí abajo. No el insistente preguntón de "abuelo, ¿siempre es veintiséis?". Otro, uno que parece llevar ahí toda su vida. Mira a Nilo como los niños de su edad suelen mirar a sus héroes de cine; un poco más arriba de los ojos de Nilo, un inquietante poco más. Nilo mira sobre sí y ve lo que miraba el niño: Aquella mujer-escritura de viento flota ventana afuera, su cuerpo sutil rodea a Nilo y desciende rumbo al niño abajo, en la acera. Inminente el beso, el niño levanta los pelos de la barba con sus deditos en pinza, se deja besar. Ella le dice al niño que estudie mucho, que lea todas las novelas de viento posibles si quiere encontrarla de grande en un café vestigial. La mujer viste como virgen en traje térmico, con cuello Mao. El párvulo quiere tener en su manecita de hombre fuerte una flor. Quisiera pero no lleva más que ese fusil de madera para asaltar el cartel.

RA—TA—TA—TA—TA

La mujer cae en un ataque de risa que la puede ahogar. No muere, se desliza; bajo sus pies se mueve una callestera del año 2000. La risa de ella se ahoga en sonrisa. Luego es Kuroi y se diluye en un adiós, un alenin, siempre una despedida. La callestera cambia destellos con el traje térmico de cuello Mao. La mujer se aleja lentamente sin mover los pies, llevada, de espaldas a su rumbo, sin dejar de sonreír y agitar su mano en dirección al niño y el joven. El niño deja de mirar a la mujer de viento, alza la mirada y apunta con su fusil a la ventana desde donde Nilo todavía le sonríe a la mujer.

Roja extendida.

Los proyectiles destrozan la ventana y fragmentos del cristal y del marco caen a los pies de Nilo que se ha echado a un lado.
¿Y rata por qué? —pregunta el Nagüe Armando y sorbe té.
—Nadie habló de erratas. Tengo la gloria baja de aire y me llegué por tu bomba a ver si resuelvo hasta el próximo taller de glorias.
—Bomba, reina mía sólo por un día, nagüe, la perdí en la playa.
Una bomba se perdió en la arena, en la arena, en la arena… —canta Nilo y bate la voz entre palmadas gitanas.
Bajo la luz crepuscular de uno de sus cuadros emanan de Armando destellos del agente Fernando."

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