así nos pintan a nosotros los anélidos |
Ingeborg Portales
Aquí tres de mis experiencias relacionadas con ese estigma que llevamos los cubanos que insistimos en vivir por este nuestro Miami.
2012
Hay ciertos amigos de los que perdemos su rastro un mal día, pero una extraña certeza nos dice siempre que volveremos a tener noticias de ellos. Cuando la encontré Annet estaba justo al otro lado de mi mundo, en Uruguay. Un tiempo después le escribí anunciándole y casi exigiéndole “voy a Montevideo y tenemos que vernos”. Tardó unos días en contestarme algo que me resultó incómodo en un principio, pero que comprendí perfectamente bien. “Mira, mucha gente me cuenta lo bien que viven en Miami y todas las cosas que tienen. Mi casa es pequeña y humilde, no vas a encontrar ningún lujo, pero si quieres te puedes quedar aquí”. Ni le respondí, pero con más razón quería entonces verla y contarle algunas otras cosas que al parecer no le habían contado.
Viajé con la ilusión del reencuentro. Con ilusión la esperé y llegó cargando a su hijo de cuatro años. Con ilusión nos sentamos a comer un burrito y a reír con las ocurrencias de David, estremeciéndome hasta el tuétano al decir con su acento, “soy shiquitico uruguashito y grande cubano”. Con ilusión nos echamos a caminar Montevideo por la calle 18 de Julio, sin parar de conversar. Y fue allí cuando para mi asombro Annet se detuvo repentinamente en medio de la acera y me dijo.
-Mira a Pepe. Se refería a él como si se tratara de un viejo conocido y debe haber notado mi cara de ¿quién es Pepe? cuando me aclaró sin necesidad de pregunta. Pepe, el presidente. Efectivamente, allí estaba comiendo al aire libre unos tallarines rojos en La Pasiva el presidente de Uruguay, Pepe Mujica. Yo sin poder creerlo busqué los guardaespaldas de Pepe por todas partes. Sin pensarlo dos veces y mientras intentaba recordar alguna de sus lapidarias frases del discurso en la ONU, caminé hacia él casi segura de que alguien saldría a mi paso para impedírmelo. Estaba nerviosa, no recuerdo ni que le dije por saludo, pero debo haberle mencionado que era cubana porque al extenderme la mano comenzó inmediatamente a alabar a Cuba.
Su emoción duro poco, duro justo hasta que le respondí la pregunta.
-¿Y tú dónde vives? Sí antes no pareció para nada sorprendido ni molesto por la intromisión en medio de su almuerzo, sospecho que mi respuesta fue entonces motivo suficiente para que comenzara a incomodarle nuestra presencia. -Los cubanos de Miami son todos de ultra derecha. ¿Tú también?
Su pregunta estereotipada y decadente, ni me molestó ni se la respondí, y no porque sea de ultra izquierda, ni de izquierda, ni siquiera del mismísimo centro, sencillamente porque es algo que ni me cuestiono. En su lugar le conté par de incoherencias, que viví en Cuba por 27 años y que nunca me encontré al presidente comiendo en un restaurante en medio de la calle sin escoltas. Intenté explicarle que si siguiera viviendo en Cuba las posibilidades de estar conversando con él en ese momento serían casi nulas. Por un momento lo imaginé, de haber tenido guardaespaldas, levantando la mano y haciéndoles la seña.
El presidente gastó algún chiste con el pequeño David y nos despedimos, reanudando caminata y conversación, interrumpiéndola esta vez yo. ¿Sabes algo Annet? Debí haberle recordado que en nuestro país, "el gobierno (también) debería representar el bien común, la justicia y la equidad" y lamentablemente, por no haberlo hecho nunca, por ese motivo tu hijo cubano nació aquí en su Uruguay y yo vivo en Miami.
2013
El Bip Bip en Copacabana, Río de Janeiro es un lugar mágico donde "A alegría esta de volta". Su dueño Alfredo Melo inauguró este local en los años sesenta. Desde entonces el repertorio musical varía Samba, Bossa Nova, Pagode, Choro según los músicos que caen informalmente cada noche. Cuando por momentos el público se pone demasiado conversador Alfredinho monta en cólera y dispara su arenga sobre el respeto al arte y al artista. El silencio vuelve a reinar en el Bip Bip y la buena música se impone. Cuando quise pagar por una cerveza, el muchacho a cargo me explicó "consumes y al final le pagas todo a Alfredo. De eso se trata, de la confianza".
Algunos pasaban diciendo por cuantas iban y él garabateaba unos jeroglíficos en una libreta. Creo que realmente no anotaba nada, bien sabe que nadie se va sin pagar lo que debe, e incluso más, porque de ese lugar sales agradecido por el milagro de la música.
Alfredo viste formal y en la solapa del traje a cuadros lleva un lazo rosado por el cáncer de seno. Al final de la noche todos quieren saludarlo, escuchar la historia, despedirse, la foto con Alfredinho y allá voy yo también. Cuantos cubanos habrán pasado por aquí, pero igual se emociona y comienza a hablarme de la música y de los mitos de siempre. Y otra vez viene “la pregunta”. -¿Vives en Río? Se insultó, se insultó Alfredinho con mi respuesta como si le hubiese recordado una vieja deuda pendiente y decidió irse a conversar con otros.
El muchacho de las cervezas se me acercó y me dijo cómplice, bajito, como para que Alfredinho no alcanzara a escucharlo. -Creo que debías haberte reservado esa parte, él se quedo en los sesenta. Intenté calcularle la edad. Con seguridad ese chico no pasaba los 30. Hay esperanza. El mundo no se ha detenido con Alfredinho.
2014
Le pregunté al taxista si sabía llegar al museo Frida Kahlo. El viaje era corto pero igual no faltaron las presentaciones, curiosidades, gentilicios, sugerencias, explicaciones… A punto de llegar al lugar el señor dejó de hablar en español y me dijo. -Can I ask you something? Esperó, esperó cortésmente por mi respuesta y me hizo esta vez la pregunta en español, como para que la entendiera bien. -¿Si es usted cubana y vive en Miami, por qué quiere ver a esta gente?
Felizmente ahí estaba el muro azulísimo, guardián de hoces y martillos y yo veloz abrí la puerta del taxi y puse pie en polvorosa, dejándole la más fácil de las respuestas. ¡¿Es que no lograré estar a la altura de las circunstancias nunca?! La ingeniosa respuesta me la sugirió mas tarde un amigo mexicano.
¡Gusanos solamente en el mezcal compañero taxista!
Yo en Phoenix soy dominicano.
ResponderEliminarDisfruto el tono cordial en que Ingeborg escribe sobre "sus anécdotas", donde se pone o la ponen a prueba sin quererlo. Un mundo lleno de estereotipos, donde hay que estar preparados hasta para romper los propios.
ResponderEliminarme gustan mucho estas viñetas provocadoras, inge. y noto que se cierran en redondilla, cuando la última sale al paso a la primera.
ResponderEliminarpero que rico es ser un cubano en miami!!!!
Chivitos chivitos nada de burritos 😜 Inge
ResponderEliminarmuy bueno Inge. el indicente con Mujica vale y dice mucho.
ResponderEliminarExcelentes viñetas, Ingeborg. Nos estereotipan y estereotipamos, y Don Pepe dio muy buen ejemplo. Este señor es un ente completamente atípico en la política latinoamerican -hablando de estereotipos. Saludos.
ResponderEliminaroh yeah... get the early worm, i say... good post
ResponderEliminar...que rico es ser un cubano en miami!!!! dice la RI... y gusano en todos los demás lugares, la triste realidad. es ya hasta cansón al punto del vómito.
a mí lo de gusana me jodía en cuba, de niña, cuando me lo decían en la escuela... hasta el día en que a mi madre, --una mujer "decente" que nunca decía malas palabras y me restregaba el poco jabón que había en mi bembita sucia cada vez que se me escapaban en mis novatos juegos de palabrerías-- se le subió la ira cuando en una cola cualquiera de aquellas de mediados de los 60, una compañera-creyente-ferviente-en-el-no-pasarán la empujó y le escupió un despectivo "quítate de alante, gusana"... entonces, la mia mamma, sacudiendo su pelo negro y soltando centellas por sus bellos ojos pardos, le contestó suave, lento, pronunciando cada sílaba..."aquí los gusanos son ustedes, que se van a tener que comer el cadáver que esta esta mierda va a dejar..." me haló de la mano, me puso delante de ella y me señaló mientras seguía... "porque esta hija mía que ves aquí (YO) nunca va a pasar hambre porque a un asqueroso dictador le salga de su apestoso culo". y nos fuimos para el carajo de la cola... y de cuba, par de años después.
ya ven, a partir de ese momento, a mí lo de gusana se me resbala por las nalgas, donde lo incubo, para regalárselo a quien se atreva a ir a buscarme lo gusana... bah, estas cubanías interminables mías...
Y en Dominicana soy fenicio.
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