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Juan Carlos Alom |
Rosie Inguanzo
1. El día 8 de cada mes se llena la lanchita con un peregrinaje a la ermita de la Virgen de Regla, que es la virgen de los viajes. El ritual dicta que hay que ir al templo por mar y regresar por tierra, tomando el autobús del regreso que es tremendo lío. Después de la misa se hace una procesión alrededor de la iglesia. Este 8 de marzo una jovencita que había ido allí a cumplir su promesa llevando consigo todos los documentos (pasaporte, inscripciones de nacimiento, permisos, etc.), fue a prenderle una vela a la virgen y cuando regresó al banco comprobó que le habían llevado el sobre. Los gritos que pegaba la muchacha interrumpieron la ceremonia religiosa, contenidos en las cúpulas de los altares. La gente se aglomeró alrededor de la desgraciada y se hizo un silencio donde sola ella entonaba la angustia del acorralado y el ansia de libertad.
2. "Azar coincidente”, dice Pepe Horta citando a Lezama, porque a Pepe le fascinan la antítesis y el oxímoron. Declama mientras prepara un oloroso arroz con mango y langosta: “Voy a caer en terreno de escándalo, y ahí se da la obra de arte”. Luego diserta sobre la diferencia entre los caimitos perdidos y los caimitos del guayabal. ¿Qué es lo que sucede entre el canistel y el caimito? —se pregunta desde el colmo de la hacendosidad habanera. Después del postre irrumpen los recuerdos: “Rokinchá lo tenía adentro, era bomba, era impuro; él hizo magia en Café Nostalgia. Cuando lo hacía con las maracas y la gente me decía ‘es tacky’, yo respondía, ‘déjenlo, déjenlo tranquilo'. Entonces se armaba grande. Rokinchá era un tipo muy generoso, muy buena persona. Murió por exceso de generosidad.”
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Rokinchá por Delio Regueral |
3. La ciudad depauperada nos espía. Camino esta ciudad desde el destierro interior, habiéndome ido hace treinta años; la camino como no camino ninguna otra, como si anduviera la habitación de mi vida, peregrina del pasado. A ningún otro lugar llego desde el futuro. Apunto:
el cuño de entrada
el paludismo civil
los que lanzan piedras a las ventanas
los que nos fuimos
los que salen a buscar extranjeros a la hora del crepúsculo
los que salen a buscar comida al amanecer
los que callan y obedecen
los que mienten al agente de inmigración
los que denuncian
los que golpean
los que copulan y gritan
los que venden a sus hijas
los que hurgan en la basura
el cielo armándose
los escombros
los llagados
la calle estéril
la cola sempiterna para ver
Conducta
el monumento oxidado al patriota de la Independencia
la glorieta espiral
el cuño de salida
De Centro Habana un vitral nocturno, una reja de arabescos de cobre donde cuelga una consigna aireándose en la tela. Voy, abro las piernas y orino de pie. Halo el cordel de la bandera y la tiro, me limpio y la pisoteo. Y me duele la gestión. Estoy bebida. Me introduzco el dedo en la garganta, una vez, dos veces y asqueadas, tres veces, cuatro y vomito. Somos náufragos urbanos por calles donde la coordenada se extravía —así como cuando no me hallo en la memoria de mi madre. Son calles que sufren. La Habana me sumerge en un lugar donde pienso de todo —un lugar fuera de mí. Ciudad express mega hermosa ultra abandonada, #lahabana #Cuba2014. ¿Qué es el tiempo aquí? ¿Qué hace con la ciudad hermosa, el tiempo? Saco mi salación del pecho desfondado. Tengo 47 años.
4. Miami admite muchos equívocos: Vivirás lo que te permita la proyección de tu conciencia. Porque una ciudad, como sucede con el cine, es también una puerta a la imaginación. El auténtico forastero se ha de adentrar en ella con todos los sentidos. El buen olfato guiándole a la buena mesa, la mejor compañía, la información adecuada (eso es cultura). Cualquier mequetrefe se excita con un batido de mamey en el
Palacio de los jugos, pero no cualquiera se rezase en un paseo en bote por los manglares del noroeste —
a river of grass; tampoco abordará el
metro mover que desde el aire lo depositará en
PAMM. Los marginales de Nueva York, París o Barcelona, harán visitas marginales. Miami sobrevive el chiste desabrido y la generalización pueril, y porque hablar en su contra da relieve, muchos repiten el discurso manido de la aridez cultural, el radicalismo de los
cubans y la frivolidad de sus playas. Pero Miami es el paraíso posible.