Die Puppe-Hans Bellmer |
Rosie Inguanzo
Hará cosa de una semana, Dora Amador publicó un artículo de opinión muy triste por lo que narra y también por motivos que van más allá de la historia escabrosa de su niñez y de la relación con su padre.
Expresiones como “…que la víctima puede tomar una orientación sexual anormal” y “orientación sexual torcida”, refiriéndose a la homosexualidad, resultan, en el siglo XXI, perturbadoras (la itálica es nuestra). Con toda la estima que me inspira Amador, me resulta alarmante hallar este tipo de mensaje publicado en un diario —como educadora, vienen a la mente mis alumnos bellos y flamantes variopintos. ¿Cómo pasó el rigor ético un discurso que implícitamente excluye de la normalidad a buena parte de la humanidad, tildando de torcida la sexualidad, escogida o no, que a otros completa y hace felices?
Y me sorprende que una amiga lesbiana que aprobó el escrito pasara por alto, atendiendo el drama confesional, el peligro dogmático en estas expresiones de Amador. Aun comprendo la reacción ante el horror de lo narrado.
Dice la autora: “Un verdadero yo, libre, empieza a surgir. La terapia psicológica, la dirección espiritual, la gracia de Dios –es mi caso– le abre de par en par el corazón ante un mundo nuevo y maravilloso. Es el mundo heterosexual.”
Luego se impone la pregunta: Según Amador, ¿es la homosexualidad torcida y anormal por la causa que la provoca (en este caso el abuso sexual), o es torcida y anormal por homosexual?
Porque Dora Amador parece echarse encima una parte de su vida anormal por homosexual como consecuencia del abuso. Pero la homosexualidad puede estar exenta de la causalidad abusiva. Y equivocar todo esto agranda el dolor del daño infligido a la niñita Dora, equivocarlo es mucho más peligroso todavía.
13 comentarios:
Pobre Dora, la violaron y ha tenido un serio un problema de identidad sexual. Espero que sicólogos y religiosos no la terminen de deschavetar con la “La terapia psicológica” y “ la dirección espiritual” . Muy apropiada y justa las observaciones de la profesora Inguanzo. Un abrazotote. Judith G.
Recuerdo cuando la homosexualidad era considerada patología en el DSM (Diagnostic and Statistics Manual). Después pasó a la “ego-distonic homosexuality”, el caso de Dora Amador. Las víctimas de abuso infantil internalizan un sentido de culpabilidad y en el caso de la Señora Amador se extiende hasta su orientación sexual. Enlaza su orientación sexual al trauma de su infancia y -por supuesto- crea una interferencia “ego-dystonia”. Para la víctima, entonces, del abuso infantil, la orientación gay viene como castigo de algo que no fue su culpa. Lo que no queda claro es cómo algunas víctimas de abuso sexual infantil permanecen héteros y otros gay.
Leí el artículo de Dora Amador, y me quedé tan alarmada como RI... y por piedad, o por amistad, o por cansancio de librar tantas batallas en tantos campos, no escribí ningún comentario. Eres valiente, Rosie, porque sé lo que duele tener que decirle un par de verdades a un ser que una quiere. Y eres en extremo ecuánime en tu escrito, para que la crítica no ofenda o duela. Te felicito por este escrito. Ileana Fuentes
...todo está muy bien pero lo que dice Ileana (con mucho respeto) "Eres valiente, Rosie, porque sé lo que duele tener que decirle un par de verdades a un ser que una quiere" tiene mi cuestionamiento, no en la valentia de Rosita (que está más que probada) sino en la aseveración de el "par de verdades". ¿Verdades según quién, según que instrumento?
Rosie, divido en varias partes mi respuesta porque es larga, quizá tu puedas después convertirla en otro formato que no es comentario.
Respuesta a Rosie
Este escrito es en respuesta a otro publicado por Rosie Inguanzo en tumiamiblog: “Dora Amador y la homosexualidad torcida” titula Rosie su escrito y mi primera respuesta a todas las preguntas y comentarios que le suscita lo que escribí es que, en efecto, culpo en parte mis experiencias infantiles y adolescentes al rumbo que tomó mi vida erótica, sin duda más intensa y destructiva de lo normal.
Aunque no fue mi padre –que sólo abusó de mí sexualmente sin penetrarme y romperme el himen– sí fui violada a los 16 años (por favor lee el artículo Una violación legítima publicado en El Nuevo Herald el 30 de agosto de 2012).
A mí, que tuve novios antes de los 16 años, los dos en Cuba, que sin duda me gustaron y tuve relaciones inocentes con ellos (besos, manos, caricias, no sexo), la figura del hombre se me hizo aterradora. Me inspiraba miedo y a la vez desprecio. Eso degeneró años después, cuando ya tendría unos 20 años, en un profundo rechazo a la familia ”normal”. Mi mundo se sumergió en el submundo homosexual que existía en los años 60, 70, 80, en que no estaba de moda ser gay, todo lo contrario, una era rechazada, despreciada y discriminada en el trabajo, en la familia, en todas partes si se enteraban –y era fácil enterarse si, como yo, nunca fui de clóset– que era “tortillera”, “invertida”, y un largo etcétera de comentarios y miradas que decían mucho.
Mi vida homoerótica empezó de una forma muy hermosa, en comparación con mis otras experiencias sexuales. Una compañera de clase del High School George Washington, en Nueva York, me invitó una tarde a pasar un rato en un parque cercano. Nos caíamos muy bien, y aunque no éramos íntimas, sí compartíamos un sentimiento de intimidad, como una atracción algo rara, pero agradable, para mí.
Nos fuimos al parque aquella tarde de primavera inolvidable. Nos acostamos en la hierba a conversar y disfrutar de lo que nos rodeaba, pero poco a poco se fue haciendo silencio entre nosotras. Miré a mi alrededor, había bastante gente. Cogí un libro de los de las clases y empecé a leer, pero en segundos ella bajó el libro de mis manos, y me dio un beso en la boca. Yo respondí sorprendida y dichosa a aquellos labios suaves de mujer que me enloquecieron. Mi amiga me había gustado siempre y yo no lo sabía. Y yo a ella, que me invitó allí mismo a dormir en su casa esa noche. Lo hice con temor y a sabiendas de lo que iba a suceder. Yo no tenía experiencia, ella sí. Y me enseñó con ternura y pasión lo que es hacer el amor, la locura del placer hasta alcanzar la cima del éxtasis, la dicha de una muerte y un renacer desnudas, amándonos.
El resto es historia, esa relación se rompió al poco tiempo cuando descubrí que era bisexual y tenía una relación con otro compañero de clase. Ambas teníamos entonces unos 17 años.
Fue así que sin saberlo surgió en mí lo que ahora llamo un falso yo. ¿Quién era? La apasionada por la conquista que culminaba con relaciones amorosas que por lo general nunca duraron mucho, cuando duraban. Mi intensa vida sexual, era también, o sobre todo, una de vacío espiritual, de búsqueda de una sentido que no encontraba y todo se llenaba con el “frenesí de la cama” frase célebre de Susan Sontag, lesbiana atea que hoy me da una inmensa lástima por la horrible lucha que libró al final de su vida por no morir.
Aquella búsqueda de sentido en la vida la fui buscando en monasterios e iglesias silenciosas y vacías. Había leído a La montaña de los siete círculos de Thomas Merton y fue poderosa su influencia en mí. Yo buscaba a Dios, sin saber que él me buscaba primero. Estaba respondiendo a una llamada, a una seducción mucho mayor. ¿Has leído el Cantar de los Cantares? Yo, que estaba muerta, me sentí como la amada de esta poesía:
«¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante». (Cantar de los Cantares, 2,11-14)
Rosie, tú y las personas que comentan en el blog, no podrían comprender lo que es hallar a Cristo y tener una profunda conversión religiosa que te mueve a cuestionarte y a cambiar tu vida radicalmente, incluyendo la sexual, por supuesto. A mí me pasó, y pude ver mis pecados y llorar de felicidad porque había descubierto a Dios, que ama incondicionalmente y perdona todo. Aclaro, mis pecados no fueron principalmente sexuales, Jesús no le presta tanta atención a lo sexual como los cristianos que vinieron después, cristianos que, en muchos casos, son vergüenza de la Iglesia. Bien, pues desde entonces, mi amor es Jesús, mi vida se centra en él y en los evangelios, no quiero ser otra cosa que su discípula hasta el último día de mi vida. He hallado la paz y la dicha que no se puede comparar con nada que pueda ofrecer el hombre o la mujer.
Pero el haberme convertido al catolicismo no me hace juzgar ni condenar a nadie, menos a los homosexuales, si yo lo fui. Y digo fui porque un día me di cuenta de cuán vulnerable era también el hombre, y empecé a sentir ternura por él. Y cuando iba a misa y miraba a las familias que se sentaban en los bancos, delante de mí con sus hijos, comprendí lo necesaria que es la familia cristiana para construir un mundo mejor. Hoy, aunque yo continuara siendo homosexual no tendría sexo. Soy célibe. Para asombro mío me siento heterosexual, porque me atraen poderosamente los hombres. Todo aquello que me inspiraba terror desapareció. Pero no soy yo la que vive, es Cristo que vive en mí, y Cristo crucificado. (Gálatas 2, 20)
A tu pregunta ¿es la homosexualidad torcida y anormal por la causa que la provoca (en este caso el abuso sexual), o es torcida y anormal por homosexual? Respondo: en mi caso específico creo que mucho tuvo que ver la experiencia de la violación y el abuso. Ahora bien, aunque no sé si es pecado, ni la juzgo, ni la condeno, pero no se puede negar que es una conducta sexual anormal. ¿No es la norma que una mujer y un hombre se atraigan? ¿No es lo normal casarse y tener hijos, formar un hogar? En cuanto a la palabra “torcida” pido perdón a los lectores. Es que en mi mente tenía mi vida algo promiscua sin una conciencia ética desarrollada, que ahora condeno, y por eso llamo torcida, me proyecté, porque detesto mi vida de pecado, torcida, herida que no quisiera para nadie. Pero lamentablemente abunda hoy más que antes, el hedonismo se ha convertido en un dios. Un falso dios.
Quiero terminar citando a Isaías precursor de Juan el Bautista, que anuncia la llegada de Jesús, para que comprendan major mi referencia a lo “torcido”:
¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios!
Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está paga, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados.
Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!
¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor.
Una voz dice: «¡Proclama!». Y yo respondo: «¿Qué proclamaré?». «Toda carne es hierba y toda su consistencia, como la flor de los campos:
la hierba se seca, la flor se marchita cuando sopla sobre ella el aliento del Señor. Sí, el pueblo es la hierba.
La hierba se seca, la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre». Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: «¡Aquí está tu Dios!».
(Isías 40, 3-8)
¿Cómo no iba yo a enderezar mi camino, si Dios llegaba a mi vida para redimirme, para salvarme e invitarme, como un Padre amoroso que es, como un amante apasionado a vivir eternamente a su lado?
Para leer el artículo completo en respuesta a Rosie, por favor vaya al blog Mi vida
http://doraamador.com/
Pobre Dora, ademas del estigma de la culpa tiene que cargar con el cristianismo! ufff
@ Victorino,
culpa y cristianismo van cogiditos de la mano. saludos.
Esas pajas pensando en Dios son celestiales.
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