jueves, 30 de enero de 2014
martes, 28 de enero de 2014
Si el título - siempre según el discurso auto-justificativo de José Alessandro Herrero - hubiese sido concedido por la importancia y méritos de los servicios prestados a la Corona Española de la misma mano de no sé ya qué Rey, - si Borbón o Habsburgo - a cierto ingeniero italiano de apellido Alessandro, venido a hacer puentes en la Península Ibérica por allá por los siglos diecisiete o dieciocho
Ramón Alejandro
(Tomado de La familia calandraca)
“De una puta y un gitano nace el vallisoletano”; me dijo a rajatabla mi amiga Antolina Pascual cuando le conté que a una sobrina mía que vive en Nuevo Jersey, se había hecho una prueba de ADN a través de la red de internet, y le había dado el inesperado resultado de que en sus venas corría sangre maya y gitana. Queriendo saber el origen de sus antepasados antes de parir su primer hijo, envió su saliva de la manera convenida a unos laboratorios especializados que prestan ese tipo de servicios.
Lo de maya no podía venirle más que por parte de mi madre, es decir su bisabuela, - porque nació en el puerto de Progreso que está situado en la costa de la península de Yucatán - a muy corta distancia de la ciudad de Mérida. Eso quería decir que su tatarabuela, - mi propia abuela - engañó a su marido con un indio yucateco, o con un mestizo. O bien que de ahora en adelante; - para salvaguardar el honor de mi santa abuelita - tendría que considerar seriamente que mi madre hubiera sido adoptada. Esta segunda versión de aquellos hechos ya tan lejanos; no sería del todo improbable, ni tan descabellada como podría parecer a primera vista; dado que en aquellos cuatro años que pasaron en tierras mayas, mi pobre abuela Amparo había perdido una parejita de jimaguas, - como solemos llamar en Cuba a los gemelos.
Parece que al ser bautizarlos un día de inusitado frio invernal en esas meridionales latitudes del Golfo de México, - cosa bastante poco corriente - tuvieron tan mala suerte que con el frío del agua bautismal atraparon sendas pulmonías y murieron de sus consecuencias. Así fue como me lo contó mi abuelita. Vaya usted a saber, porque en esa época cualquiera se moría de cualquier cosa. Por otra parte mi abuelo era tan neurasténico, - y vivía tan absorto en su mundo imaginario - que quizás no fuera muy dado a darle el necesario gusto y consuelo que legítimamente cualquier mujer merece recibir de su esposo por debajo de las sábanas del lecho nupcial.
Sobre todo durante esos prolongados insomnios tan frecuentes entre los habitantes de las tierras calientes que bordean al Mar Caribe. Muy en especial durante las tan tibias como largas madrugadas como solían ser aquellas que, - antes de que se generalizara el uso del aire acondicionado, - sufría resignadamente la población de los países tropicales. Porque siendo madrileña y panadera, es decir, - al fin y al cabo de clase popular - según ella misma nos lo dio a entender; las costumbres de esos relajados tiempos de la regencia de María Cristina solían ser bastante libertarias antes de que la dictadura de Primo de Rivera y la subsecuente beatería franquista acogotara moralmente a la población después de los horrores de la Guerra Civil y la caída de la República. Pero lo de que fuera entreverada, - es decir hija de gitano y paya o de paya y gitano - que quizás lleve otro nombre que ahora no recuerdo, es cosa bien probable.
Yo mismo me tendría que hacer esa maravillosa prueba para saber el resultado que en mi caso daría; y de ese modo poder escudriñar la inapreciable información que esos memoriosos genes atesoran. Aunque mis bisabuelos no fueran de Valladolid; sino de Zamora, - que no queda muy lejos - la memoria ancestral vernácula de esa zona de la meseta central de la península ibérica, aún conserva el recuerdo de que en pretéritos tiempos de esplendor económico; antes de que le viniera la funesta inspiración de expulsar a moriscos y judíos a la Reina Isabel la Católica, - hundiendo en la inopia a sus infelices reinos - cierto número de tribus gitanas, - abandonando su atávico nomadismo - se habían asentado en esos secos campos que se extienden ente los antiguos Reinos de Castilla y de León.
Fue a mediados del siglo XIX, y en plena decadencia del Imperio Español, que esos recios zamoranos, - poco limpios de sangre - se fueron a amasar la harina y hornear el pan cotidiano en beneficio de los vecinos de aquel barrio de Lavapiés en lo alto de la calle del Ave María; a cuya modesta panadería fue a cortejar a su hija Amparo mi supuesto abuelo José Alejandro Herrero. Porque de ahora en adelante tengo que poner en duda; - después de haber recientemente adquirido el conocimiento de estos datos científicos - el hecho de ser de verdad su nieto. Este putativo abuelo, era a la sazón estudiante de Bellas Artes en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, - situada muy cerca de la famosa Puerta del Sol - en la calle de Alcalá.
Muchos dolores de cabeza y preocupaciones sufrieron esos pobres bisabuelos zamoranos; porque aunque el señorito de mi abuelo fuera un hombre de cierto rango social, - con pretensiones a un peregrino título nobiliario que nunca nadie más que él mismo jamás pudo ver, ni mucho menos tener en sus manos - como para permitirle afirmar a ciencia cierta la concreta realidad de su supuesta validez e improbable existencia.
(Tomado de La familia calandraca)
“De una puta y un gitano nace el vallisoletano”; me dijo a rajatabla mi amiga Antolina Pascual cuando le conté que a una sobrina mía que vive en Nuevo Jersey, se había hecho una prueba de ADN a través de la red de internet, y le había dado el inesperado resultado de que en sus venas corría sangre maya y gitana. Queriendo saber el origen de sus antepasados antes de parir su primer hijo, envió su saliva de la manera convenida a unos laboratorios especializados que prestan ese tipo de servicios.
Lo de maya no podía venirle más que por parte de mi madre, es decir su bisabuela, - porque nació en el puerto de Progreso que está situado en la costa de la península de Yucatán - a muy corta distancia de la ciudad de Mérida. Eso quería decir que su tatarabuela, - mi propia abuela - engañó a su marido con un indio yucateco, o con un mestizo. O bien que de ahora en adelante; - para salvaguardar el honor de mi santa abuelita - tendría que considerar seriamente que mi madre hubiera sido adoptada. Esta segunda versión de aquellos hechos ya tan lejanos; no sería del todo improbable, ni tan descabellada como podría parecer a primera vista; dado que en aquellos cuatro años que pasaron en tierras mayas, mi pobre abuela Amparo había perdido una parejita de jimaguas, - como solemos llamar en Cuba a los gemelos.
Parece que al ser bautizarlos un día de inusitado frio invernal en esas meridionales latitudes del Golfo de México, - cosa bastante poco corriente - tuvieron tan mala suerte que con el frío del agua bautismal atraparon sendas pulmonías y murieron de sus consecuencias. Así fue como me lo contó mi abuelita. Vaya usted a saber, porque en esa época cualquiera se moría de cualquier cosa. Por otra parte mi abuelo era tan neurasténico, - y vivía tan absorto en su mundo imaginario - que quizás no fuera muy dado a darle el necesario gusto y consuelo que legítimamente cualquier mujer merece recibir de su esposo por debajo de las sábanas del lecho nupcial.
Sobre todo durante esos prolongados insomnios tan frecuentes entre los habitantes de las tierras calientes que bordean al Mar Caribe. Muy en especial durante las tan tibias como largas madrugadas como solían ser aquellas que, - antes de que se generalizara el uso del aire acondicionado, - sufría resignadamente la población de los países tropicales. Porque siendo madrileña y panadera, es decir, - al fin y al cabo de clase popular - según ella misma nos lo dio a entender; las costumbres de esos relajados tiempos de la regencia de María Cristina solían ser bastante libertarias antes de que la dictadura de Primo de Rivera y la subsecuente beatería franquista acogotara moralmente a la población después de los horrores de la Guerra Civil y la caída de la República. Pero lo de que fuera entreverada, - es decir hija de gitano y paya o de paya y gitano - que quizás lleve otro nombre que ahora no recuerdo, es cosa bien probable.
Yo mismo me tendría que hacer esa maravillosa prueba para saber el resultado que en mi caso daría; y de ese modo poder escudriñar la inapreciable información que esos memoriosos genes atesoran. Aunque mis bisabuelos no fueran de Valladolid; sino de Zamora, - que no queda muy lejos - la memoria ancestral vernácula de esa zona de la meseta central de la península ibérica, aún conserva el recuerdo de que en pretéritos tiempos de esplendor económico; antes de que le viniera la funesta inspiración de expulsar a moriscos y judíos a la Reina Isabel la Católica, - hundiendo en la inopia a sus infelices reinos - cierto número de tribus gitanas, - abandonando su atávico nomadismo - se habían asentado en esos secos campos que se extienden ente los antiguos Reinos de Castilla y de León.
Fue a mediados del siglo XIX, y en plena decadencia del Imperio Español, que esos recios zamoranos, - poco limpios de sangre - se fueron a amasar la harina y hornear el pan cotidiano en beneficio de los vecinos de aquel barrio de Lavapiés en lo alto de la calle del Ave María; a cuya modesta panadería fue a cortejar a su hija Amparo mi supuesto abuelo José Alejandro Herrero. Porque de ahora en adelante tengo que poner en duda; - después de haber recientemente adquirido el conocimiento de estos datos científicos - el hecho de ser de verdad su nieto. Este putativo abuelo, era a la sazón estudiante de Bellas Artes en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, - situada muy cerca de la famosa Puerta del Sol - en la calle de Alcalá.
Muchos dolores de cabeza y preocupaciones sufrieron esos pobres bisabuelos zamoranos; porque aunque el señorito de mi abuelo fuera un hombre de cierto rango social, - con pretensiones a un peregrino título nobiliario que nunca nadie más que él mismo jamás pudo ver, ni mucho menos tener en sus manos - como para permitirle afirmar a ciencia cierta la concreta realidad de su supuesta validez e improbable existencia.
lunes, 27 de enero de 2014
Aterrizaje de "El Maléfico" anoche en los Grammys
La música y el cine siguen liderando la creación artística, al menos en MI insignificante opinión. Uno de los premios (uno es – que algo) lo ganaron unos jóvenes que produjeron su álbum independientemente, con lo cual me identifico: yo saco MIS libros a MI manera, con el concurso de algunos amigos. Lidiar con editores no es fácil para quien no siga la línea de ensamblaje y producción continua del momento, pero eso sería otra nota (inútil).
El nivel musical del espectáculo angelino se mantuvo elevado, y hasta la mayoritariamente conservadora música country se bajó con una buena canción que ganó en esa categoría. Su letra proclama seguir la dirección de la flecha, y besar a un muchacho o a una chica (si eso es lo tuyo). Jum, estas propuestas ya vislumbraban la presencia demoníaca en el espectáculo.
Se otorgó por primera vez un premio a un profesor de música, un tipo que da clases en los siete niveles de primarias y tiene no sé cuántos coros y grupos musicales de niños a su cargo. Es una gozadora ametralladora musical viviente y los ametrallados van a gozar en sus vidas como nadie.
Hubo canciones sobre el acoso adolescente en las escuelas, las secuelas de la guerra (una actuación de Metálica con Lang Lang que hizo historia), y baladonas románticas mejores unas que otras, pero a nivel del evento, que no siempre es tan alto como el de anoche. Ya se sabe todo lo que corre por detrás de estos jóvenes, y cómo se determina entre las bambalinas de las empresas grabadoras lo que se canta o no, pero eso sería otra nota (jugosa como ninguna).
Y hablando de notas, llegó el instante presagiado, intuido. El Maléfico mostró sus garras soberanamente agresivas en una hermosísima canción-infusión (amarga para la matriz ultraconservadora). Y todo porque la cantante afirma que no puede cambiar, incluso si quisiera, y que ella (otra muchacha) es cálida. La iteración de la calidez femenina en boca de una fémina debe de haber sacado chispas entre los integrantes de esas desgraciadas ultra-matrices.
Pero la cosa avanzó, y oh, demonios de los ángeles, en los pasillos se ven hileras de parejas intercambiando anillos de boda, elegantes, emocionadas, sonrientes, llorosas, alegres. Oh, my, pero es que hay de todo como en botica, ¿cómo es posible? Parejas bi, bi-raciales o no, parejas gays bi-raciales o no, y lésbicas o no, y altos o altas y bajitos o musculosos o delgados, hasta asiáticos y asiáticas hay en este enredo, y de fondo esa canción que en boca de una fémina proclama la calidez de otra.
(Este no es el mundo que quiero que conozca mi hijo pequeño, donde todo parece mezclarse caóticamente y sin respeto, digamos, no sé, a las tradiciones. ¿Que hasta el Papa está diciendo que la iglesia se mete demasiado en las habitaciones de la gente? No lo creo, eso tendría que oírlo YO, además, los católicos, you know. Bueno, pues será una conspiración de la izquierda. Eso sí, claro. ¿Y con quién sino? Con Cuba. Tiene que ser porque es lo más cerca que hay. Y porque con Putin no se puede contar para esto, tiene sus defectos, you know, pero no admitiría ESTO. Sí, son los agentes infiltrados del castrismo que quieren destruir nuestras instituciones. ¿No viste quién abrió el show? Nada menos que Beyonce, se bajó del avión que la traía de Cuba, del aeropuerto para acá. Horror y espanto).
Pero estas sureñas conservadoras no saben que El Maléfico también tiene planes para su hijo pequeño, y lo hará crecer en un mundo irreal donde no podrá establecer puentes con quienes son diferentes a él, y no solo por la sexualidad. Y podrá ser un exitoso (término abusado y en vías de extinción), podrá acumular bienes (y sobre todo males), pero carecerá de comprensión y morirá cristalizado en la ignorancia, como si no hubiera vivido.
Y a propósito, estoy enfurecido, ¿alguien podría mostrarle directamente o enviarle por Fedex a Putin copias de los estudios, las estadísticas, las pruebas, los archivos que explicitan-evidencian-prueban claramente que el porciento de gays pederastas es ínfimo? Que la machanguería, además de acabar con el planeta, carga con esa desgracia. Que hasta Thailandia van los engendros esos en busca de niñas.
(No sé qué le encuentro a los varones, he de ir repensándome y pensando en cambiar para el bando estrey, y quizás me dé por afiliarme a una de esas iglesias que ofrecen sanaciones sexuales para los gays, ay bendito).
viernes, 24 de enero de 2014
miércoles, 22 de enero de 2014
¿diáspora cubana o exilio cubano?
cubanos exiliados en la torre de la libertad, miami, siendo procesados (60' tempranos) |
es después del auge de los estudios post-coloniales en los 2000 muy tempranos que la palabra "diáspora" ha devenido en término académico popular. se aplica por ejemplo en el caso de los africanos arrancados de áfrica y traídos como esclavos a américa y la subsecuente población afroamericana, o aquella de los chinos, que desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX emigraron a américa en busca de una mejor vida. más recientemente está el caso de los argentinos que escaparon el terror de la junta militar en los años 70.
dato: más de un millón de cubanos han dejado la isla desde el triunfo de la revolución en 1959.
desde la apertura raulista de viajes irrestrictos a ee.uu., el asunto de la masa ingente de cubanos regados por el mundo (pero concentrados en ee.uu. y particularmente en miami) vuelve al tapete. ahora se presenta un problema definicional entre "exiliado" (acepción tradicional que caracterizaba todo aquel que salía, hasta la crisis del mariel, en busca de libertad) y la presente realidad económico/migratoria de decenas de miles de cubanos que hoy salen en busca de "una vida mejor", sea o no para volver a cuba
las palabras en este caso reflejan realidades cambiantes. los cubanos son presentados ahora como especie de chinos del siglo XXI. ¿puede ignorarse que castro ha usado la "válvula de escape" como técnica de supervivencia por medio siglo?
a partir de este contexto se ha puesto de moda hablar de una "diáspora cubana". hasta que armengol pone los puntos sobre las íes en su artículo reciente de cuba/encuentro:
(...) En La Habana que se empieza a hablar de diáspora, a finales de los años ochenta. Con la literatura adquiere el pasaporte a la fama: los escritores de la diáspora. Pero ya desde antes se había iniciado una búsqueda de neutralidad. Hablar de la comunidad cubana en el exterior, al referirse a quienes viven en el sur de la Florida y no mantienen una supuesta beligerancia anticastrista. La diáspora abarca toda la geografía. Hubo que inventarla para no mencionar al exilio y para no hablar de Miami, o al menos para restarle importancia.¿qué diferencia el exilio de la diáspora?
La diáspora nos es ajena, porque muchos no fuimos expulsados. Buscamos el destierro como una bendición y no como un castigo. Aunque también la diáspora nos pertenece, ya que en la partida hubo mucho de culpa y persiste el desarraigo. Fue en Cuba donde se apropiaron de una palabra hebrea. Es en el exilio donde nace la identificación con el pueblo judío. Cuando La Habana comenzó a hablar de diáspora, tuvo el propósito de ignorar a Miami. Por eso aquí se rechaza el término, sin por ello dejar de insistir en la actitud de proclamar a esta ciudad como el sitio temporal de la nueva Jerusalén, la Tierra Prometida, el comienzo que algún día se trasladará a la Isla.exilio es la búsqueda de una patria en el exterior, re-encontrar lo anterior afuera. pero lo anterior es irrecobrable, insalvable. acaso por temor a re-escribir el presente el exiliado perpetúa el pasado, es decir, ese rescatar lo perdido en todas partes.
armengol inicia un momento prescriptivo preciso:
La diáspora no existe, es sólo un paréntesis. Llevamos siglos por el mundo, destacándonos en los empeños más diversos. Arte con pasaporte de avanzada. Cultura errante, llamativa y gritona. Siempre ha existido la diáspora cubana. El exilio es una palabra dura para quienes viven fuera de la Isla. La diáspora es una palabra blanda para quienes residen dentro. Hablar del exilio encierra peligros en Cuba, hablar de diáspora no.el párrafo que sigue contrasta ambos exilio y diáspora acertadamente. armengol presenta al exilio en la segunda parte del binomio. algo se apaga y termina, triste residuo:
Sin embargo, la diáspora es un concepto subversivo: implica expulsión, tiranía, ocupación extranjera, despotismo cultural y religioso y la esperanza del regreso. El exilio es simplemente oposición política. Los exilios son tristes. La diáspora es esperanza. El exilio es una idea fija. La diáspora, siempre movimiento. La patria o la falta de patria crean la diáspora. Esta implica el renacimiento de lo perdido. El exilio es fácil de combatir, porque representa al enemigo en retirada. La diáspora se expande y no se logra abarcar nunca. El exilio anticastrista desaparecerá algún día. La diáspora es eterna. Ave fénix, el cubano errante, viaje de ida y vuelta, el adiós que guarda la memoria.post-colonialistas del caso cuba, tomen nota.
martes, 21 de enero de 2014
Tita la balsera
Ernesto González (de la novela Descargue cuando acabe)
A la una y media ya la acera está inundada de Declarantes de Jesús ansiosos por conocer el destino de Tita, La Balsera que cumplió su sueño, como la había rebautizado el anciano Mongo durante el culto, al invitarlos a disfrutar de la obra de arte. Al ver la inesperada demanda de boletos, el administrador del teatro se dispone él mismo a abrir la taquilla para empezar la venta antes del horario acostumbrado. De manera que el público habitual del teatro no tiene más remedio que ocupar los pocos asientos disponibles al fondo, sentarse en unas sillas de tijera colocadas al efecto o permanecer de pie. La audiencia de Declarantes de Jesús queda dispersa entre las primeras filas y el centro de la platea. Algunos de ellos dan muestras de inquietud, al verse rodeados de personas algo fuera de lo común. El Anciano Mongo, sentado al centro junto a su esposa, sonríe tratando de calmar comentarios impropios de los Hermanos, que llegan a sus oídos.
A las dos y media suena la fanfarria y se abre el telón. Aparece la protagonista, de enormes senos, con una vaporosa y escotada bata de casa de floripondios rojos, sentada en una butaca de bar en medio del escenario. Según el monólogo, Tita había sido dentista en Cuba. Se había graduado muy joven de la carrera y había tenido que ir a cumplir el servicio social en la campiña cubana. Había tenido que levantarse de madrugada en el albergue para que un tractorista la llevara (me diera un rai, yunó), hasta la clínica localizada en el centro del pueblo. Algunos de estos tractoristas la habían enamorado (contriman, yunó, goryus, unos guajiros fabulosos), pero Tita había hecho lo posible por mantener intangible su condición de dentista rural recién graduada. Una mañana, sin embargo, no pudo más, se rindió ante la evidencia y decidió complacer a uno de los tractoristas de manos grandes y ásperas, hermoso (rili, rili goryus, durísimo, vaya).
Tita hace entonces un discurso sobre los torsos masculinos: los describe como carreteras de diez vías que conducen al paraíso (son superjaigüeys, ¿alguien lo duda?), los compara con una ascensión al Turquino, con un irreversible ataque al corazón y con una embolia (vaya, es que dan hasta hemiplejia, yunó, es que... Vaya, no es fácil). El nombre del tractorista era Pedro. Una mañana, desecho por el rechazo de la hermosa Tita, decidió dar un paso convincente: abrió su portañuela y expuso ante los trastornados ojos de la dentista, un enorme y torturador falo blanco (metí un grito, grité, sí, yunó, bicos nunca había visto nada parecido, y me asusté, me asusté muchísimo previendo el irreparable daño que pudiera ocasionarme aquel miembro desatinado, me aterroricé en verdad, aimín, yunó). Tita desplegó sus diversas mañas adentro del tractor y el hombre quedó hechizado para siempre (foreveranever, yunó, nunca creí que nadie fuera a amarme así, nunca, hasta que ese tractorista del rai me amó como lo hizo, aimín, como sólo sabe hacerlo un contriman, foreveranever, ay min, yunó). El tractorista resultó ser un adicto sexual, especialmente a las mañas de Tita.
Cada mañana, de lunes a viernes, se repetía el ritual mañoso de la futura balsera. Una vez, demasiado ensimismada en el placer que recibía, en plena llama, Tita encendió con una de sus sabias sacudidas el chucho del tractor que echó a andar lentamente hasta el pueblo. Ya las mañas de Tita habían engatusado lo suficiente al tractorista, no acostumbrado a aquellas cosas de ciudad que hacía la doctora. De manera que muchos guajiros en la calle pudieron ver cómo Leda (estaba hechizada, enloquecida, sudada, yunó, como crazi) subía y bajaba en la cabina del tractor que se desplazaba despacio por la Calle Real del pueblo. Un montón de curiosos se fue formando detrás del ingenio agrícola agitado por los movimientos mañosos de Tita, encima de las piernas de su campesino.
Los trabajadores que se dirigían hacia sus labores, los niños y los adolescentes que iban hacia sus escuelas, prácticamente todo el pueblo, se incorporó al desfile encabezado por Tita, quien con sus ojos apretados, su pelo sueltísimo y su cabeza levantada hacia el techo del tractor, subía y bajaba desaforadamente en la cabina (aturdida, yunó, en otro mundo con el contriman, aimín). Cuando por fin el tractor chocó con una palma real y se detuvo frente a la clínica donde la dentista trabajaba, un carro de la policía los estaba esperando.
Sacaron a la dentista sudada y carmesí por un flanco del maltrecho tractor y al tractorista por el otro. Los oficiales de la policía no quisieron oír las explicaciones que ambos querían dar (¡nadie escuchaba, nadie escuchaba! Nobadi, yunó, aimín, guarever); sobre todo Tita, que deseaba decir que había sido cosa del destino, no nada inmoral ni nada de eso (era algo que ambos sentíamos, algo muy fuerte que no soy capaz de explicar, sólo Dios sabe por qué, sólo Él lo sabe, yunó, aimín). Ante esta confesión exultada por Tita con un vibrante llanto, el Anciano Mongo, muy atento al monólogo desde su butaca en el centro de la platea, no puede menos que volver a asentir y comprender. Los Declarantes, que no habían perdido pie ni pisada del rostro del Anciano, se miran y también asienten.
—Recuerden siempre que los Declarantes odiamos el pecado, no al pecador —susurra el Anciano echando una mirada indulgente a los Hermanos por los alrededores, quienes escuchan el recordatorio y transmiten la enseñanza de boca a oído. Los Declarantes alejados del líder observan su aquiescencia, asienten y continúan oyendo a Tita.
La futura balsera sigue llorando en silencio, bajo el haz de luz que se torna rojo tomate. Un joven y emocionado Declarante sentado detrás del Anciano, salta de su asiento y grita enarbolando sus brazos: ¡Alabado sea el Señor! ¡Alabado sea el Señor!.
Tita, estática en el escenario, mide aquella reacción y da un orgulloso sacudón de cabeza.
—¡Así sea! —grita.
El Anciano Mongo rompe en aplausos. Los hermanos aplauden y se miran asintiendo. Pasados unos vibrantes segundos, Tita se sumerge nuevamente en su personaje:
—Ese mismo día tuve que partir hacia La Habana, a cumplir prisión, acusada de haberle dado un uso inapropiado a los recursos del estado.
El auditorio murmura de asombro. Tita hace una pausa larga sobre el escenario cubierto ahora por un haz de luz violeta. Los Declarantes vuelven a observar al Anciano Mongo quien con uno de sus gestos asegura que la obra marcha bien.
Luego de cumplir unos meses de prisión y jurar sobre la Constitución de la República que jamás volvería a dilapidar los recursos del estado cubano, Tita volvió a su trabajo como dentista. Con mucho esfuerzo pudo comprar un cuartico en La Habana Vieja (que estaba comindaon, yunó, como ahora, ifyunoguaraimín). Al principio Tita estaba muy contenta y puso fotos del Ché y de Fidel en las paredes (¿qué iba a hacer?, yunó, es el Comandante, yunó an so sorry). Trabajaba en La Habana Vieja, e iba caminando a la clínica. Estaba cómoda, tenía casa por primera vez en la vida, amigos y un novio maravilloso. Tenía hasta teléfono público en el piso (a unos pasitos de mi habitación, yunó, estaba divina, lo que se dice divina, lo tenía todo, todo, era lo máximo, ¿a qué más podía aspirar una dentista como yo, nacida y criada en el socialismo cubano?, yunó).
Pero como la felicidad es efímera, aún en el paraíso socialista, Tita volvió a tener problemas. Rompió su juramento, no el hipocrático, sino el teocrático, y volvió a malversar los recursos que tan generosamente el estado había puesto a su disposición. Tita abusó de la generosidad y del perdón estatales. Sí, eso había dicho el juez durante el juicio.
—Todavía la gente de La Habana Vieja me conoce como La Abusadora Estatal. Es náiz, yunó, que los hombres te llamen abusadora, ifyunoguaraimín...
(continuará)
sábado, 18 de enero de 2014
Los otros, sus sombras fantasmales, sus pasos en la desdicha
Antonio Correa Iglesias
En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; (…) Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan”
Borges, “El jardín de senderos que se bifurcan”
“(…) el hombre que se desplaza modifica las formas que lo circundan…”
Borges, "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius"
A diferencia de lo que Arthur Danto ha considerado, el arte contemporáneo goza de una gran vitalidad y en lo absoluto presagia “las agónicas convulsiones que preceden a la muerte”, y por mucho que nos esforcemos el arte contemporáneo no es una “mecánica de acciones reflejas de un cadáver sometido a una fuerza galvánica”. Por más que Danto se desdoble y trate de fundamentarlo, el arte no ha muerto, aunque su “fantasma” recorra de cierta manera el mundo. Y la razón de este equívoco hay que encontrarla en la mala lectura que este autor —recientemente fallecido— ha hecho de Hegel. Lo que sí ha muerto (y esto parece que Danto no lo logra entender) es el sentido autonómico del arte tal y como se concebía en el siglo XIX. Esto explica de cierta manera el feedback que se ha generado entre escritores, críticos y teóricos del arte establecido como cruce disciplinar.
Desde estos contextos, ¿cómo se escribe una crítica de arte después de que la puñetera post-crítica hiciera lo suyo en un genero tan escurridizo? No tengo la respuesta. Lo cierto es que los dominios de la crítica de arte se han expandido sobre todo después de la muy bien publicitada “muerte del arte”. Todo esto no es más que un pretexto para escribir, pero sobre todo para pensar en la más reciente exhibición que ha tenido a bien inaugurar Aluna Art Foundation.
Walking in Someone Else’s Shoes: Identities in Transit, hay que decirlo, sale de cierta golfa-coquetería usual al menos en las últimas ferias de arte que han tenido por cede a la ciudad de Miami. Insertada en el contexto de Art Basel y Art Miami —donde no todo guarda para si el decoro de la buena práctica— Walking in Someone Else’s Shoes es una muestra poco convencional, y lo es una vez que el objeto-escultural se redimensiona pues se piensa a sí mismo en lo fotográfico y lo instalativo.
Fue casi de golpe la sensación que me produjo el entrar a la galería, como quien revive un recuerdo que quiere sepultado. Ahí estaban depositados de otra manera aquellos objetos que fueron la causa de mis desvelos cuando en un deseo irrefrenable tomé un tren en Bonn Hauptbahnhof rumbo a Varsovia, pero cuyo destino final era el Museo del Campo de Concentración de Auschwitz. La difícil geografía de un conglomerado de enmohecidos zapatos daba la bienvenida y presagiaba lo que este espacio tiene reservado para quien, —en una visita necesaria— esté dispuesto a enfrentar el lado menos humano de lo humano. No, no piense el lector que estoy fantaseando ni inmiscuyendo elementos de tipo narrativos o ficcionales en este texto que se pretende de crítica, no, no pretendo que así sea, solo que al entrar en este espacio de arte, todos los recuerdos de aquella fría mañana de marzo, vinieron y revolvieron una parte de mí que quería olvidar a todas aquellas almas en pena que aún reinan en este espacio que sigue hoy disfrazado de museo.
Esa sensación regurgitante del recuerdo fue la que me provocó entrar en esta muestra de arte que por estos días –espero meses- tiene a bien exhibir Aluna Art Foundation. Sin dudas ni dilaciones lo primero que denota Walking in Someone Else’s es el acertado título a partir de la cual se agrupan las obras de artistas de procedencias y experiencias disímiles, una vez que el argumento textual establece los nodos conceptuales de la curaduría. Con dos años de trabajo y elaboración este espacio donde lo alternativo se hace posible y vive, es noticia. Cabeza erguida, muestra con “cierta vanidad” los certeros resultados de un forcejeo con el mundanal silencio siempre colmado de incertidumbre.
La aparentemente ingenua acción del caminar hilvana una poética que descubre una dimensión donde el zapato-objeto corporiza todas las gravitaciones, las más sublimes, las más perversas. Y es que la relaciones simbólicas que se traman en esta exposición quedan expresadas en las pautas de cada una de las obras que como desdeñosos reclamos cuelgan de sus blancas paredes. Objeto de adoración, de deseo, de status social, pero también objeto de ortopédica corrección por deformidades del tiempo, el zapato como objeto ha sido uno de los anatemas más recurrentes en la historia del arte abrigando acaloradas discusiones no solo en este ámbito. De Vincent van Gogh a Rene Magritte, de Heidegger con “The Origin of the Artwork” hasta Stephen Melville (quien también sucumbió a los nobles y cálidos pliegues de los zapatos de Van Gogh), podríamos tejer —sin dejar fuera, claro está al retorcido Lacan— una historicidad a partir de este objeto.
Y todo ello es posible una vez que el zapato como objeto estigmatiza una vocación donde quizás se pueda entrever una predisposición ontológica de lo que es, de lo que debe ser, de lo que esperamos que sea en una identidad que —a diferencia de lo que usualmente se asume— no es un constructo idéntico a sí mismo, sino que es un espacio donde el sentido de lo traumal (lo ortopédico porque no) y degenerativo no siempre tiene en la comisura de la boca, el tibio y propicio espacio para la gestación de lo necesario. Si observamos con detenimiento cada una de las obras que conforman esta exposición, encontraremos estos y otros centros de imantación, suerte de magnetismo que irrumpe e interfiere en nuestras encartonadas percepciones donde todo se parece a todo.
Walking in Someone Else’s quiebra ese fatuo, glamuroso y performático espacio que nos quieren imponer desde el arte, donde todo también se parece a todo y donde la mirada complaciente y plácida da paso al cólico de la desesperanza y el dar de sí. Y es que no se puede quebrantar por más que nos empecinemos ese territorio de convivencia y mutua fertilización que supone la identidad, cuando se es consciente de ello.
Es cierto, ya lo sé, cada posibilidad también implica necesariamente su negación, pero en este caso el zapato-objeto esboza en la húmeda y cómplice letanía de las pertenencias, una identidad que pre-ambulada la construcción de un camino, como ese Tao rizomático que metaforiza en clave incorregible aquella pretensión de reducir al empolvado e irregular sendero por donde tantos carentes de sentido depositan —en una despersonalización que desdibuja su propio ser— el cansado mecanismo que es su cuerpo y que será festín seguro para los devorados que habitan en la tierra. Por ello el zapato objeto manualiza la condición humana para negarla en el anverso de sí. Aglomerados en su inveterada ironía, los zapatos objetos que cubren esta exposición escrutan desde sus molduras y montículos el drama humano. Solo ellos sobreviven y de cierta manera son el repositorio que aderezado con el abono de sus cuerpos inexistentes, dan cuenta de una historia de vida, de un pasado que ya no es. Como quien asiste a la exhumación de un desvelo y descubre en el vértigo de unas pupilas, las oscuras y profundas órbitas que anticipan los abismos primordiales.
Como quien, en los dilatados objetos que visten la osamenta desvencijada, aún latiera una estructura ausente que rememora una instancia que ha dejado de ser pero que palpita en el recuerdo y la descomposición. El objeto que construye una identidad (objeto zapato) también construye su negación, que no es nada más que los residuos lacerantes que se descubren en el escarbado abismo de las ensoñaciones; como aquellos espacios donde la descomposición desfigura su propensión ontológica y gana para sí los tonos grises y enmohecidos por la humedad. Una humedad llena de rastrojos no consumidos por la orgánica descomposición que muestran el lado oneroso de la humana desesperación, amasada a los ligamentos de un ideal vaporizado. Como esos cuerpos que desprovistos de enseres y consumidos por las llamas de las hogueras inquisitoriales, de los que solo nos quedan sus raídas remembranzas y sus gritos de desesperación.
Al mismo tiempo, en Walking in Someone Else’s subyace una suerte de ritual no siempre declarado en el que resuena y se desafía a toda exégesis controladora. No es necesario entrar a declarar los móviles y deseos analíticos que se agrupan en este proyecto curatorial, este se sostiene desde la sensibilidad situacional y enfática que nos convida a salirnos de nuestros cómodos nichos y ponernos en el lugar del otro. Un lugar al que nunca hemos podido llegar precisamente por nuestra desfachatada y redundante condición yoica. Por eso “conceptos, realidades cuestionables y ficciones en la historia, definiendo la validez simbólica de la imagen y su inclusión o no, en los archivos pertinentes del conocimiento” (como afirma en uno de los pie de obra Willy Castellaños), es una de las materializaciones más felices una vez que logra establecer una dialogicidad (Bajtin) no necesariamente intrínseca en todo proceso y construcción de significiado.
Si es cierto que Walking in Someone Else’s carga y magnetizan el espacio del arte, al mismo tiempo enrostra, con la unidad a partir de la cual se concibe, todo el esfuerzo que desde el arte se fundamente desde un lirismo lacrimógeno y panfletario más ligado al culebrón que a la construcción de significados. A medida que este magnetismo carga sus polaridades, un deseo transgresor desborda el espacio simbólico, contrapunteando lentamente el atónito recorrido de los espectadores con la narratividad del desfallecimiento y la obsesión.
Como esa pieza donde los zapatos alados sintetizan el deseo de fuga de un Hermes o el escape metafísico de un Hermes Trismegisto, el mismo deseo de escape que abriga el ensortijado humear que resguardado en el aromático incienso de sándalo, despliega sus alas para conferir bendiciones a los hombres. La composición teatral de estas obras contrasta con el carácter documental de otras. Por ejemplo, en estos casos es más visible la asociación con las lógicas de la deriva y del perfil situacionista donde prevalece el carácter visceral de su argumento. Me estoy refiriendo concretamente a "La Herencia" y "The Baffled" donde el objeto zapato adquiere no solo una nueva dimensión física sino que entra en el espacio de la veneración, como aquellas reliquias humanas resguardadas en sordas campanas de cristal.
Para quien se desprende de estos objetos, un rictus de amargura lo estremece todo, también para ellos ha llegado la hora de partir. El agua será su elemento, sin embargo, el agua no será el vehículo de la purificación como cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos. Esta partida necesaria nos convida a ponernos en su lugar, en sus zapatos. Los otros que han dejado de ser en la partida (y que ahora viven en la memoria) se amontonan en torno nuestro para velar nuestros pasos que fueron los suyos. Como esos viejos zapatos que se resisten a sucumbir el paso del tiempo y una mañana de domingo los descubrimos en el estante donde acumulamos los recuerdos, y el vivido olor del cuero ennoblecido por los pasos del abuelo nos turba, y vuelven a la vida las filigranas del humo de tabaco, del abuelo balanceándose en un portal con jardín, de La Habana.
Ya sé, ya sé que muchas almas “piadosas” cuando lean este texto se sentirán embargados por una sensación incómoda, sé que muchos pensaran ¿de qué va todo esto? No me importa, el arte se hace para sentirlo, para construir y comunicar una experiencia, para entrar en el vórtice donde toda realidad se desvanece y comenzamos a develar niveles otros donde todo es posible. Quizás yo sea un crítico hedonista y heterodoxo —la definición me seduce— pero lo importante para mí en todos los casos es ser consecuente conmigo mismo, con lo que una exposición de arte me provoca y cómo puedo, en ese transitar, establecerme un dominio simbólico y sobre todo conceptual.
Walking in Someone Else’s es eso y es más; una vez que nos revela claves indispensables, elementos que ennoblecen el proceso creativo, sobre todo, cuando el vehículo es el ejercicio riguroso del pensamiento. Un ejercicio que se diluye cada vez más ante el irreverente paso del gesto complaciente y sardónico que se escamotea en el sin sentido de lo posible.
Saludo a Aluna Art Foundation por una exposición necesaria, una exposición que muestra y de-muestra que el ingenio y el talento siguen vivos en cierto arte contemporáneo. Y digo esto con todo propósito ante el creciente y ensordecedor ruido que hacen ciertos o inciertos “artistas” que se valen de patriarcas deshidratados y deshojados por el otoño y que claman a gritos por el protagonismo. El arte no ha muerto y de ello se encargan quienes ven en este medio no el giño cómplice, complaciente y socarrón que busca la legitimidad de un coleccionismo trazumado, sino aquellos que están dispuestos a saltar al vacío y descubrir con su acción un gesto poético que glorifica el alma.
En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; (…) Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan”
Borges, “El jardín de senderos que se bifurcan”
“(…) el hombre que se desplaza modifica las formas que lo circundan…”
Borges, "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius"
A diferencia de lo que Arthur Danto ha considerado, el arte contemporáneo goza de una gran vitalidad y en lo absoluto presagia “las agónicas convulsiones que preceden a la muerte”, y por mucho que nos esforcemos el arte contemporáneo no es una “mecánica de acciones reflejas de un cadáver sometido a una fuerza galvánica”. Por más que Danto se desdoble y trate de fundamentarlo, el arte no ha muerto, aunque su “fantasma” recorra de cierta manera el mundo. Y la razón de este equívoco hay que encontrarla en la mala lectura que este autor —recientemente fallecido— ha hecho de Hegel. Lo que sí ha muerto (y esto parece que Danto no lo logra entender) es el sentido autonómico del arte tal y como se concebía en el siglo XIX. Esto explica de cierta manera el feedback que se ha generado entre escritores, críticos y teóricos del arte establecido como cruce disciplinar.
Desde estos contextos, ¿cómo se escribe una crítica de arte después de que la puñetera post-crítica hiciera lo suyo en un genero tan escurridizo? No tengo la respuesta. Lo cierto es que los dominios de la crítica de arte se han expandido sobre todo después de la muy bien publicitada “muerte del arte”. Todo esto no es más que un pretexto para escribir, pero sobre todo para pensar en la más reciente exhibición que ha tenido a bien inaugurar Aluna Art Foundation.
Walking in Someone Else’s Shoes: Identities in Transit, hay que decirlo, sale de cierta golfa-coquetería usual al menos en las últimas ferias de arte que han tenido por cede a la ciudad de Miami. Insertada en el contexto de Art Basel y Art Miami —donde no todo guarda para si el decoro de la buena práctica— Walking in Someone Else’s Shoes es una muestra poco convencional, y lo es una vez que el objeto-escultural se redimensiona pues se piensa a sí mismo en lo fotográfico y lo instalativo.
Fue casi de golpe la sensación que me produjo el entrar a la galería, como quien revive un recuerdo que quiere sepultado. Ahí estaban depositados de otra manera aquellos objetos que fueron la causa de mis desvelos cuando en un deseo irrefrenable tomé un tren en Bonn Hauptbahnhof rumbo a Varsovia, pero cuyo destino final era el Museo del Campo de Concentración de Auschwitz. La difícil geografía de un conglomerado de enmohecidos zapatos daba la bienvenida y presagiaba lo que este espacio tiene reservado para quien, —en una visita necesaria— esté dispuesto a enfrentar el lado menos humano de lo humano. No, no piense el lector que estoy fantaseando ni inmiscuyendo elementos de tipo narrativos o ficcionales en este texto que se pretende de crítica, no, no pretendo que así sea, solo que al entrar en este espacio de arte, todos los recuerdos de aquella fría mañana de marzo, vinieron y revolvieron una parte de mí que quería olvidar a todas aquellas almas en pena que aún reinan en este espacio que sigue hoy disfrazado de museo.
Esa sensación regurgitante del recuerdo fue la que me provocó entrar en esta muestra de arte que por estos días –espero meses- tiene a bien exhibir Aluna Art Foundation. Sin dudas ni dilaciones lo primero que denota Walking in Someone Else’s es el acertado título a partir de la cual se agrupan las obras de artistas de procedencias y experiencias disímiles, una vez que el argumento textual establece los nodos conceptuales de la curaduría. Con dos años de trabajo y elaboración este espacio donde lo alternativo se hace posible y vive, es noticia. Cabeza erguida, muestra con “cierta vanidad” los certeros resultados de un forcejeo con el mundanal silencio siempre colmado de incertidumbre.
La aparentemente ingenua acción del caminar hilvana una poética que descubre una dimensión donde el zapato-objeto corporiza todas las gravitaciones, las más sublimes, las más perversas. Y es que la relaciones simbólicas que se traman en esta exposición quedan expresadas en las pautas de cada una de las obras que como desdeñosos reclamos cuelgan de sus blancas paredes. Objeto de adoración, de deseo, de status social, pero también objeto de ortopédica corrección por deformidades del tiempo, el zapato como objeto ha sido uno de los anatemas más recurrentes en la historia del arte abrigando acaloradas discusiones no solo en este ámbito. De Vincent van Gogh a Rene Magritte, de Heidegger con “The Origin of the Artwork” hasta Stephen Melville (quien también sucumbió a los nobles y cálidos pliegues de los zapatos de Van Gogh), podríamos tejer —sin dejar fuera, claro está al retorcido Lacan— una historicidad a partir de este objeto.
Y todo ello es posible una vez que el zapato como objeto estigmatiza una vocación donde quizás se pueda entrever una predisposición ontológica de lo que es, de lo que debe ser, de lo que esperamos que sea en una identidad que —a diferencia de lo que usualmente se asume— no es un constructo idéntico a sí mismo, sino que es un espacio donde el sentido de lo traumal (lo ortopédico porque no) y degenerativo no siempre tiene en la comisura de la boca, el tibio y propicio espacio para la gestación de lo necesario. Si observamos con detenimiento cada una de las obras que conforman esta exposición, encontraremos estos y otros centros de imantación, suerte de magnetismo que irrumpe e interfiere en nuestras encartonadas percepciones donde todo se parece a todo.
Walking in Someone Else’s quiebra ese fatuo, glamuroso y performático espacio que nos quieren imponer desde el arte, donde todo también se parece a todo y donde la mirada complaciente y plácida da paso al cólico de la desesperanza y el dar de sí. Y es que no se puede quebrantar por más que nos empecinemos ese territorio de convivencia y mutua fertilización que supone la identidad, cuando se es consciente de ello.
Es cierto, ya lo sé, cada posibilidad también implica necesariamente su negación, pero en este caso el zapato-objeto esboza en la húmeda y cómplice letanía de las pertenencias, una identidad que pre-ambulada la construcción de un camino, como ese Tao rizomático que metaforiza en clave incorregible aquella pretensión de reducir al empolvado e irregular sendero por donde tantos carentes de sentido depositan —en una despersonalización que desdibuja su propio ser— el cansado mecanismo que es su cuerpo y que será festín seguro para los devorados que habitan en la tierra. Por ello el zapato objeto manualiza la condición humana para negarla en el anverso de sí. Aglomerados en su inveterada ironía, los zapatos objetos que cubren esta exposición escrutan desde sus molduras y montículos el drama humano. Solo ellos sobreviven y de cierta manera son el repositorio que aderezado con el abono de sus cuerpos inexistentes, dan cuenta de una historia de vida, de un pasado que ya no es. Como quien asiste a la exhumación de un desvelo y descubre en el vértigo de unas pupilas, las oscuras y profundas órbitas que anticipan los abismos primordiales.
Como quien, en los dilatados objetos que visten la osamenta desvencijada, aún latiera una estructura ausente que rememora una instancia que ha dejado de ser pero que palpita en el recuerdo y la descomposición. El objeto que construye una identidad (objeto zapato) también construye su negación, que no es nada más que los residuos lacerantes que se descubren en el escarbado abismo de las ensoñaciones; como aquellos espacios donde la descomposición desfigura su propensión ontológica y gana para sí los tonos grises y enmohecidos por la humedad. Una humedad llena de rastrojos no consumidos por la orgánica descomposición que muestran el lado oneroso de la humana desesperación, amasada a los ligamentos de un ideal vaporizado. Como esos cuerpos que desprovistos de enseres y consumidos por las llamas de las hogueras inquisitoriales, de los que solo nos quedan sus raídas remembranzas y sus gritos de desesperación.
Al mismo tiempo, en Walking in Someone Else’s subyace una suerte de ritual no siempre declarado en el que resuena y se desafía a toda exégesis controladora. No es necesario entrar a declarar los móviles y deseos analíticos que se agrupan en este proyecto curatorial, este se sostiene desde la sensibilidad situacional y enfática que nos convida a salirnos de nuestros cómodos nichos y ponernos en el lugar del otro. Un lugar al que nunca hemos podido llegar precisamente por nuestra desfachatada y redundante condición yoica. Por eso “conceptos, realidades cuestionables y ficciones en la historia, definiendo la validez simbólica de la imagen y su inclusión o no, en los archivos pertinentes del conocimiento” (como afirma en uno de los pie de obra Willy Castellaños), es una de las materializaciones más felices una vez que logra establecer una dialogicidad (Bajtin) no necesariamente intrínseca en todo proceso y construcción de significiado.
Si es cierto que Walking in Someone Else’s carga y magnetizan el espacio del arte, al mismo tiempo enrostra, con la unidad a partir de la cual se concibe, todo el esfuerzo que desde el arte se fundamente desde un lirismo lacrimógeno y panfletario más ligado al culebrón que a la construcción de significados. A medida que este magnetismo carga sus polaridades, un deseo transgresor desborda el espacio simbólico, contrapunteando lentamente el atónito recorrido de los espectadores con la narratividad del desfallecimiento y la obsesión.
Como esa pieza donde los zapatos alados sintetizan el deseo de fuga de un Hermes o el escape metafísico de un Hermes Trismegisto, el mismo deseo de escape que abriga el ensortijado humear que resguardado en el aromático incienso de sándalo, despliega sus alas para conferir bendiciones a los hombres. La composición teatral de estas obras contrasta con el carácter documental de otras. Por ejemplo, en estos casos es más visible la asociación con las lógicas de la deriva y del perfil situacionista donde prevalece el carácter visceral de su argumento. Me estoy refiriendo concretamente a "La Herencia" y "The Baffled" donde el objeto zapato adquiere no solo una nueva dimensión física sino que entra en el espacio de la veneración, como aquellas reliquias humanas resguardadas en sordas campanas de cristal.
Para quien se desprende de estos objetos, un rictus de amargura lo estremece todo, también para ellos ha llegado la hora de partir. El agua será su elemento, sin embargo, el agua no será el vehículo de la purificación como cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos. Esta partida necesaria nos convida a ponernos en su lugar, en sus zapatos. Los otros que han dejado de ser en la partida (y que ahora viven en la memoria) se amontonan en torno nuestro para velar nuestros pasos que fueron los suyos. Como esos viejos zapatos que se resisten a sucumbir el paso del tiempo y una mañana de domingo los descubrimos en el estante donde acumulamos los recuerdos, y el vivido olor del cuero ennoblecido por los pasos del abuelo nos turba, y vuelven a la vida las filigranas del humo de tabaco, del abuelo balanceándose en un portal con jardín, de La Habana.
Ya sé, ya sé que muchas almas “piadosas” cuando lean este texto se sentirán embargados por una sensación incómoda, sé que muchos pensaran ¿de qué va todo esto? No me importa, el arte se hace para sentirlo, para construir y comunicar una experiencia, para entrar en el vórtice donde toda realidad se desvanece y comenzamos a develar niveles otros donde todo es posible. Quizás yo sea un crítico hedonista y heterodoxo —la definición me seduce— pero lo importante para mí en todos los casos es ser consecuente conmigo mismo, con lo que una exposición de arte me provoca y cómo puedo, en ese transitar, establecerme un dominio simbólico y sobre todo conceptual.
Walking in Someone Else’s es eso y es más; una vez que nos revela claves indispensables, elementos que ennoblecen el proceso creativo, sobre todo, cuando el vehículo es el ejercicio riguroso del pensamiento. Un ejercicio que se diluye cada vez más ante el irreverente paso del gesto complaciente y sardónico que se escamotea en el sin sentido de lo posible.
Saludo a Aluna Art Foundation por una exposición necesaria, una exposición que muestra y de-muestra que el ingenio y el talento siguen vivos en cierto arte contemporáneo. Y digo esto con todo propósito ante el creciente y ensordecedor ruido que hacen ciertos o inciertos “artistas” que se valen de patriarcas deshidratados y deshojados por el otoño y que claman a gritos por el protagonismo. El arte no ha muerto y de ello se encargan quienes ven en este medio no el giño cómplice, complaciente y socarrón que busca la legitimidad de un coleccionismo trazumado, sino aquellos que están dispuestos a saltar al vacío y descubrir con su acción un gesto poético que glorifica el alma.
viernes, 17 de enero de 2014
Sale Nagari 3 impresa
Nagari anuncia la presentación de la revista impresa para este año dedicada a México en una doble convocatoria durante este mes de enero 2014. Lugar: Instituto Cultural de México en Miami. Día: Sábado 18 de enero. Hora: 6.00pm. Dirección: 1399 S.W. 1st. Ave. Miami 33130.
martes, 14 de enero de 2014
Twelve Years a Slave
Amílcar Barca
Twelve Years a Slave, 2013. Duración 133 min.
Director: Steve McQueen. Guión: John Ridley (Biografía: Solomon Northup). Música: Hans Zimmer. Fotografía: Sean Bobbitt. Reparto: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Paul Giamatti, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Brad Pitt, Alfred Woodard.
Sinopsis:
Basada en un hecho real ocurrido en 1850, narra la historia de Solomon Northup, un culto músico negro -y hombre libre- que vivía con su familia en Nueva York. Tras compartir una copa con dos desconocidos, Solomon descubre que ha sido drogado y secuestrado para ser vendido como esclavo en el Sur en una plantación de Louisiana. Renunciando a abandonar la esperanza, Solomon contempla cómo todos a su alrededor sucumben a la violencia, al abuso emocional y a la desesperanza. Entonces decide correr riesgos increíbles y confiar en la gente menos aparente para intentar recuperar su libertad y reunirse con su familia.
Toda generación o grupo social merece conocer su historia bajo una nueva plástica, e incluso mejorando las perspectivas que los creadores anteriores han plasmado en su género sobre ella. Toda generación nueva necesita ver el pasado con nuevos resortes tecnológicos, interpretativos, o incluso en una composición ideográfica distinta para entender y comprender quiénes són. Y también toda generación o grupo social (afroamericanos, hispanos, homosexuales, mujeres, trabajadores, discapacitados….) requiere, no sólo saber lo propio de su tradición opresiva, sino también los valores ajenos con los nuevos valores que, como nuevo grupo, han sido creados por el tiempo que le ha tocado vivir. Por lo tanto 12 Años de Esclavitud es una película apropiada en cuanto al tema que aborda y con una más que aceptable realización, para entender qué fue de la esclavitud venida de África, sobre todo en los estados del sur de EE.UU donde mayoritariamente se estableció. Hasta aquí un apartado que se cierra con buena puntuación…gane o no el Globo o el Oscar a la mejor película.
Sin embargo, si tienes mas de 40 años y has visto La Cabaña del Tío Tom, Queimada, la serie Raíces, El Color Púrpura, o más recientemente La Amistad, Lincoln, o incluso Django de Tarantino… La cosa cambia. Si encima eres un cinéfilo, peor. La película está cargada de tópicos –muy necesarios y muy justificables, no lo niego, para entender qué pasó en aquel contexto de amo-esclavo hace 150 años- y clichés que hacen aguas por todas partes, incluso en los momentos más dolorosos: manidos latigazos con la “salsa” de estar bien texturados en las espaldas de la víctima para que duelan más al espectador, insultos de los blancos a los esclavos, humillaciones mil sobre las mujeres negras, venganzas, resentimientos, sufrimientos, remordimientos...
Mujeres blancas malvadas y celosas de las “niggers” (si seguimos el guión literalmente). Hambre, desesperanza, campos de algodón, góspel, haciendas sureñas, horca para los fugitivos, pantanos, codicia terrenal, sudor y lágrimas de los esclavos, ventas humanas, fiestas para ricos. ¿Cuántas veces no hemos visto esto cinematográficamente hablando? Pero ojo, muy necesarios políticamente para entender la historia de los afroamericanos en este país, sobre todo en la juventud actual.
Es cierto que Chiwetel Ejiofor, hace un buen papel buscando su escapatoria de la hacienda, Lupita Nyong’o casi genial como adolescente y víctima del abuso que la lleva a posiciones vitales en busca del suicidio y Michael Fassbender como antagonista que contrapone el mal en foma de sadismo a cada momento. Hay una buena dirección de actores y las escenas en sí mismas se sostienen, la mayoría con sus golpes de efecto sencillos e inteligentes. Pero a parte de un encuentro entre esclavos africanos y una tribu india, y una escena donde unos gusanos se comen el algodón, que metaforizan, a partir de la belleza natural, el desastre merecido para el “amo” que va a perder su cosecha, dejemos este film para los profesores de Social Sience de High School y para los primeros cursos básicos de Historia de EE.UU. de este país. Y no lo digo con ironía ni segundas intenciones… pero los amantes del séptimo arte deben abstenerse.
Y que conste, me la juego con esta sentencia porque la mayoría de la crítica defiende al británico Steve McQueen. Sin desmerecer, por otra parte, el premio Turner que le fue otorgado en 1999 por una exposición en el Institute of Contemporay Arts en Londres. Y considerado por Charlotte Bonham-Carter and David Hodge como uno de los autores revolucionarios en el arte contemporáneo en este momento con films como Bear, 1993, o Hunger.
domingo, 12 de enero de 2014
El Miami carcomido de Néstor Díaz de Villegas
alfrEdo tRiff
Néstor Díaz de Villegas sale siempre disfrutable. Por ello acoto un par de párrafos de esta entrevista para Diario de Cuba.
Miami y Néstor tienen su historia. Ahí no me meto. Pero para la entrevista el poèt maudit (en lo adelante DdV) tira varias andanadas hiperbólicas --unas más felices que otras:
Aquí llegas y, por supuesto, avanzas materialmente, pero el hecho es que Miami significa absolutamente los antípodas de todo lo que es Cuba y especialmente de todo lo que es La Habana. Este es un lugar completamente plano, feo, subdesarrollado, que nunca acaba de llegar. Salimos de una gran ciudad que es La Habana, y de pronto nuestras ansias, sobre todo las de los artistas y los escritores, se ven eternamente frustradas.1- ¿"Significa absolutamente"? Nada que signifique "absolutamente" puede significar del todo pues todo significado es una postulación y como tal excede o le falta a la cosa que significa. Le sigue "completamente" en ese estilo categorizante de DdV. Si "plana" implica topografía, La Habana es tan plana como Miami (con la excepción de la lomita de la Calzada del Cerro).
2- En cuanto al lugar "feo" DdV se enreda sin problematizarlo (para quien "feo" no debía constituir ese feo fácil del binonio lindo/feo).
3- Lo siguiente es "subdesarrollado", y como la comparación viene con La Habana, hoy por hoy ¿qué es más "subdesarrollado", Miami o la capital cubana? Olvidamos algo. ¿No fue siempre Cuba un país subdesarrollado?
4- ¿Qué significa (Miami) "nunca acaba de llegar"? ¿A dónde debe llegar Miami (destino que DdV mantiene en secreto)? Aquí DdV comete un curioso desliz temporal. Se asume un "de pronto" (en Miami) que hace que las ansias "se ven eternamente frustradas". ¿Qué es eterno? Comprendo que DdV toma el camino de la hipérbole, pero no lo ayuda, lo traiciona. Y es que ningún "de pronto" (del ahora por poético que fuera) nos lleva necesariamente a esa frustrada eternidad miamense díazdevillegasiana.
6- ¿Frustración? Será la de DdV, en todo su derecho. Pero DdV usa el "tú" de un otro hipotético para referir su propia experiencia. "Aquí llegas" dice, en lugar de decir: "llegué". Muchos llegamos a Miami (la elle en cursiva para diferenciar mi uso de ese "nunca llegar" de DdV). Los cientos de miles de exiliados que huyeron de la locura castrista, los cientos de miles de Haitianos, decenas de miles de Venezolanos zafándole al chavismo, los cientos de miles de nicaragüenses, salvadoreños y así por el estilo.
Otra hipérbole:
Castro plantó en Miami una extensión del sistema carcelario: aquí había más presos que en ninguna otra parte, personas expulsadas por el sistema violentamente. Llegaba un punto en la vida en que no quedaba más salida que enfrentar el mar y cruzarlo, para venir a dar a esta ciudad donde, sobre todo en mi época, ahora no tanto, tú tenías enormes restricciones para regresar al lugar de donde viniste.Conociendo su sistema carcelario, podría objetarse que ser un ex prisionero de Castro puede ser motivo de orgullo (DdV lo fue). Sin embargo DdV mezcla indiscriminadamente presos y "personas expulsadas ... violentamente", hay presos que nunca llegaron a Miami así como presos que desaparecieron en el golfo, hay expulsados que nunca llegaron a Miami.
Que el Mariel llenó de presos a Miami es --precisamente-- el argumento del establishment anglo contra los marielitos (DdV no es marielito y se nota). Cierto que a veces ha dicho sentirse como tal.
Del párrafo en amarillo se desprende que llegar acá (un nunca llegar para DdV) es inevitable. No es así: Puede llegarse a Miami de paso y seguir a Filadelfia o New York (la historia del que escribe). ¿Y por qué tiene que ser Miami una cárcel?
Miami siempre ha sido difícil para DdV. Pero ahora vive lejos. Desde Los Ángeles es difícil comprender el cambio paulatino de esta ciudad "en ciernes" --la entrevista lo evidencia. Me refiero al Miami inmanente que parece (hablo desde el punto de vista del guetto) habanizarse.
Dice DdV: "Esta ciudad te frustra, te produce dolor. Tienes el sufrimiento perpetuo de haberlo abandonado todo". Creo que es su descripción más feliz, por ser más general. Pero ese dolor miamense no lo produce el Miami físico, lo produce la idea que él abrigó y cultiva desde el mito poético.
DdV ha creado una estética maldita en parte gracias a esta maldita ciudad, la prueba está en que no puede sacársela de encima. Miami es una nostalgia carcomida de su vida.
miércoles, 8 de enero de 2014
Recurso mnemotécnico de pueril trasunto; bien digno de esos eternos menores de edad que suelen ser los maricones, jotos, culeros, pájaros, chernas, pargos, putos, viados, checche, froci, finocchi, ricchioni, pustis, pedés, enculés, faggots, gays y homosexuales de cualquier lugar y cultura en la cual vivan
Ramón Alejandro
Existe en México un escarabajo de vistosos colores iridiscentes, de esos que los poetas simbolistas franceses gustaban llamar “coruscantes”; - haciendo alarde de riqueza de vocabulario, y refugiándose de paso bajo las faldas de la prestgiosa etimología latina, de tal forma ocultar con los oropeles de la erudición su miserable inspiración poética.
Como parece una joya los niños más humildes lo cazan; y atándole un hilo de alguna de sus seis patas, se divierten con ese lujoso juguete provisto a bajo precio por la dadivosa naturaleza mesoamericana. Le llaman mayate, nombre que apenas se destaca de “mayatl”, perdiendo al pasar a la fonética española esa última letra palatal de tan difícil pronunciación para quienes no tuvieron como lengua materna al náhuatl de los mexicas. Los jotos mejicanos llaman también así a aquellos varones; - generalmente miembros de las clases populares - que ocasionalmente les sirven de autoritarios y abusadores maridos.
Por extensión, mayate también se le suele decir en México a los borrachos, - o más precisamente a aquellos malos pagadores que no devuelven lo que alguien les ha prestado - o peor; que se desaparecen subrepticiamente con algo que no les pertenece. Tal como tienen la mala costumbre de hacer estos consuetudinarios depredadores, - con el dinero o las pertenencias - de los infelices y comunmente sumisos culeros; - o maricones - porque con frecuencia, esos lucientes insectos se les escapan a los niños de las manos; llevándose enredado entre sus patas y alrededor del luciente caparazón al hilo con el cual lo mantenían sujeto.
Quizás también los llamen así por lo bien que; - a pesar de todo - pasan su buenos ratos en la -no por interesada menos sabrosa- compañía de esos complacientes compañeros de jueguitos de manos y otros favores corporales; quienes los conmueven hasta los tuétanos haciéndoles revivir pretéritas emociones intensamente impregnadas de ya casi olvidados perfumes; venidos desde aquellos embriagadores instantes de su primera infancia que nunca jamás volverán; irrepetibles vivencias que con el paso de los años pueden haberse ido borrando de las más desflecadas páginas de los estrujados archivos de sus memorias; devolviéndoles aquel virginal estremecimiento provocado por el esplendor de las primeras percepciones que cada uno de los cinco sentidos tuvieron; cuando antaño se divertían con aquellos lujosos escarabajos que les sirvieron de juguete.
domingo, 5 de enero de 2014
Selfie: Ser tonto o hacerse el tonto
(James Franco pasando de tonto) |
Rosie Inguanzo
A propósito del artículo de James Franco en el The New York Times, The meanings of the Selfie, me sumerjo en el caldo infinito de vanidades que es el universo de selfies donde el actor, que ha sido llamado el Rey del selfie, establece una diferencia entre el celebrity selfie y el selfie corriente, argumentando que el primero consiste en un tome-y-daca que lo mantiene en el candelero de los likes (aprobación justificable en sí misma dentro de la industria), mientras el segundo tipo lo hace para mostrar—ya no decir—cómo se siente, qué está haciendo, etc. Franco explica que el bombardeo de selfies aunque incluye "algo de vanidad" es esencialmente comunicación. Pero no se lo creo ni por un momento. Franco estará cursando su doctorado en Lengua Inglesa en Yale pero se le va en foul esta cuartada. Franco es un buen actor que simula un arranque de franqueza. Pero Franco no está siendo franco.
Propongo un móvil que no reconoce: Franco busca éxito social para seguir siendo una celebridad porque le horroriza perder su estatus (¿el bombardeo de selfies no denota ansiedad?), y en base a su popularidad en Instagram, Facebook, Twitter, etc., seguir siendo coti$$$ado por la industria del cine. No sorprende entonces que en los premios AMA 2013 entregaran a Rihanna el galardón de Ícono (tiene 24 años por Dios) y que entre las razones que dieron para otorgárselo estaban los más de 10 millones de seguidores en Instagram, los 33 millones de seguidores en Twitter, y su fuerza avasalladora en Facebook.
Franco sigue el juego a la industria y los parámetros con que evalúa el potencial humano en dólares. Los números de seguidores se disparan con un selfie de Rihanna en traje de baño o 30 mil seguidores por un selfie de Franco sin camisa, otros 90 mil por Franco saliendo de la ducha, etc. Luego que el selfie sea esencialmente comunicación es una pifia.
Dice Franco que cuando cuelga un selfie inmediatamente le salen miles de seguidores. Lo comprobé llegándome a su cuenta en Instagram. Franco tiene un hermano más joven, Dave, célebre también, que no lo alcanza en números (esta actividad es muy de jóvenes y confesémoslo, a ellos les queda mejor por razones obvias: son más hermosos, más frescos, más espontáneos); sin embargo, cuando Franco sube una foto con su hermano para lograr el millón de seguidores nos manipula. Franco también sabe esto, pero no lo dice explícitamente. Se justifica argumentando que cuando postea un poema o un proyecto artístico ahuyenta a sus seguidores y apenas consigue likes y pins. Ah, por supuesto, los seguidores de Franco son selfiers también, aunque de mediopelo. Dice que la atención que busca el celebrity selfie se traduce en poder:
And attention seems to be the name of the game when it comes to social networking. In this age of too much information at a click of a button, the power to attract viewers amid the sea of things to read and watch is power indeed. It’s what the movie studios want for their products, it’s what professional writers want for their work, it’s what newspapers want — hell, it’s what everyone wants: attention. Attention is power.¿Pero acaso nuestra afición por el arte y vocación por la poesía debemos traicionarlas para complacer a la maquinaria hiperbólica? Qué ingrato. Para ser cotizado en Hollywood no basta con ser buen actor, guapo, inteligente y sensible —¿y quién puede reprochárselo mientras gana millones?
Si el selfie se justificara simplemente como poderosa arma de comunicación cabe la pregunta: con esta práctica ¿qué comunicamos?
Franco menciona el aspecto no verbal que conlleva esta actividad, lo que es al menos una simpleza. Dejemos a un lado el reproche de a quién diablos le interesa si fulana se sacó una muela o si mengano está aburrido y ocupémonos de lo no verbal del asunto. ¿Debemos conformarnos con una sociedad y unas redes sociales (de tarados) que no necesitan o no pueden comunicarse verbalmente, haciéndolo por medio de autorretratos monótonos e insulsos —porque para que un selfie tenga fondo hay que tener ideas paseándose por la mirada y palabras para la imaginación? Y por si usted no lo sabe, pensamos con palabras.
Por lo que lo no verbal del selfie tiene sus problemas, corroborando la sospecha triste de que esta generación corre el riesgo de estar dando un paso atrás, regresando a la comunicación pre-hablada de nuestros ancestros en las cavernas. Porque donde no hay sustancia algo se pierde. Una sustancia que es un legado y una responsabilidad.
Ojo con el selfie. Tal vez falsificamos nuestras vidas. Nos jactamos de la apariencia, nos presentamos mejorados y también (sin querer) revelamos lo peor de nuestras vidas (y el pequeñísimo valor que le damos dedicándonos a actividades baldías), lo vacíos que estamos, y en el peor de los casos evidenciado una pompa injustificada (somos insignificantes). Chuchería y vanidad para consumo de tontos. Incontables selfies multiplicándose en el caldo infinito de selfies comunican egoísmo y banalidad (y somos libres de hacerlo), pero ¿esto hay que diseminarlo? Porque a diferencia de un poema o una gran obra arquitectónica, el selfie y el belfie (selfie de trasero) mueren enseguida, su oxígeno es la gratificación instantánea. El famoso belfie desproporcionado de Kim Kardashian, a todas vistas antinatural, exhibe el volumen de silicona implantada, sus millas de recorrido por la cirugía estética y lo ingravitacional de la carne rellenada; pero también pudiera mostrarnos (o estar mostrando a larga distancia) la vida en su esplendor y su decadencia, el gesto que busca un significado. ¿Es de fiar un trasero (polifemo y con el ojo oculto) al que no se le ve el alma? ¿Cómo imaginarla cuando tan poco queda a la imaginación?
(Kim Kasdashian siendo tonta) |
Selfie y belfie entre los más jóvenes es un tema al que hemos dedicado discusiones interesantes en clase echando mano al arte para hallar alternativas (sí, pidiéramos comunicarnos más sustancialmente si lleváramos vidas más interesantes). Ana Mendieta trabajó el autorretrato —del que sobran ejemplos en la historia del arte.
(Ana Mendieta sin un pelo de tonta) |
Cindy Sherman por ejemplo, lleva décadas tomándose selfies que juegan a ser otra. Y hay un meollo en su trabajo que reta los más aburridos y tontos selfies de capirote.
(Cindy Sherman se hace la tonta) |
Será que en el pasatiempo de selfier/belfier se pierde la capacidad de vivir las cosas, vivirlas desde adentro. Porque el selfie viene acompañado del reporte instantáneo de lo que no se reflexiona ni disfruta inconscientemente—y tal vez se es más feliz cuando no se sabe.
Vaivén de la moda que combina frivolidad y reafirmación de la personalidad (¿pero esto no tuvimos que resolverlo en la adolescencia?). El selfier adolescente se justifica más que un adulto pero selfiar no deja de tenderle una trampa. Ayer llamé la atención a una querida amiga que mientras contemplábamos Miami desde la sólida azotea de un rascacielos de Brickell ella no paraba de tomar fotos contra el paisaje y postearlas desde el teléfono. La brisa invernal abatiéndonos, el espléndido cielo sobre nuestras cabezas, la ciudad iluminada de verdes, azules, amarillos, rosa neon, el río como una cinta de plata oscura, las arterias de concreto de las carreteras, y ella desviviéndolo.
Porque ante la tontería desproporcionada una se resiste, no a dejar de tomarnos un selfie de ocasión, una se resiste a ser absorbida por el autobombo ridiculizando el paradigma narcisista como filtro baldío del presente. Una se resiste a dejarse colonizar por la banalidad.
sábado, 4 de enero de 2014
Presentación en Miami de exclusivo coffee-table book sobre la Villa de Trinidad
E&A Editions y Herencia Cultural Cubana invitan a presentación del libro de Cristina González Béquer
Hecho a mano en Trinidad de Cuba, obra que aborda las tradiciones artesanales y folclóricas de la conocida villa del centro de la Isla. El libro, de 144 páginas, es una edición de lujo al cuidado de Vicente Echerri, con tapa dura y profusamente ilustrada.
C on la participación de:
Hecho a mano en Trinidad de Cuba, obra que aborda las tradiciones artesanales y folclóricas de la conocida villa del centro de la Isla. El libro, de 144 páginas, es una edición de lujo al cuidado de Vicente Echerri, con tapa dura y profusamente ilustrada.
- Marcos Antonio Ramos
- Carlos Alberto Montaner
- Vicente Echerri
- Magali R. Menocal
- Carlos Alberto Montaner
- Vicente Echerri
- Magali R. Menocal
En conmemoración del Quinto Centenario de la fundación de la Villa de la Santísima Trinidad
Unicaribe of Florida
1901 Brickell Ave. (B-204), Miami
Sábado 4 de enero de 2014 - 6:30 P.M.
Unicaribe of Florida
1901 Brickell Ave. (B-204), Miami
Sábado 4 de enero de 2014 - 6:30 P.M.