sábado, 28 de diciembre de 2013
Humberto Castro: La fecunda travesía de un viaje originario
Antonio Correa Iglesias
“Cada palabra que quiero escribir me aleja un poco más de lo que yo quisiera expresar (...)”.1 Así comenzaba Marguerite Youcernar su texto “Alexis o el tratado del inútil combate (1927)”.
Así quiero comenzar también esta reseña de la exposición de Humberto Castro que afortunadamente por estos días está en The Patricia & Phillip Frost Art Museum, Florida International University (FIU), Miami. No hay manera de abarcar -por muchas palabras que usemos- la dimensión imaginal y expresiva que se condensa en Tracing Antilles. Pueden parecer palabras muy afirmativas, pero quien visite por estos días la muestra -no se demore- encontrará en sus salas una suerte de espíritu abarcador.
Con una cuidada curaduría y una excelente museografía Tracing Antilles abarca diversos medios expresivos, lo cual enfatiza la versatilidad y el dominio técnico de Humberto Castro, cuyas posibilidades imaginales se trasvisten y expanden desde cada una de estas morfologías. Según Ana Estrada, curadora de la muestra, Tracing Antilles investiga la evolución y complejidad cultural de las Antillas al tiempo que conmemora los 500 años de la llegada de Ponce de León a la Florida. Sin embargo, si nos quedamos en este plano -cosa que hace el catálogo- perdemos de vista elementos que han sido y son fundamentales en el discurso visual de Humberto Castro.
Con una fuerte vocación indagatoria, Tracing Antilles se inmiscuye -con esa misma curiosidad con la que un niño de-construye un artefacto mecánico cuyo objetivo lúdico nunca fue cumplido- en zonas donde lo cultural, lo religioso, lo social, lo histórico, lo arqueológico y lo vivencial; por sobre todas las cosas, crean una suerte de anagrama que se condensa en este flujo que es en última instancia la idea del movimiento, la idea del transitar.
Y no puede ser otra sino la idea de la in-permanencia expresada en el transitar, la que hilvana toda la dramaturgia en esta exhibición. El viaje como símbolo, la travesía como espacio de construcción del sujeto, la migración como acto endémico, como actitud endógena. Un viaje que no está condicionado por la flecha del tiempo. Un viaje perpetuo. Un viaje que a diferencia del “viajero inmóvil” carga consigo toda la memoria del tiempo, como queriendo horadar la tierra con sus experiencias y ensoñaciones.
Pero el viaje también es un regreso a la semilla, donde todas las cosas vuelven a ser, donde todo recobra la magnitud espectral como ese cuerpo velado de Don Marcial, Marqués de Capellanías, que, por arte de algún oscuro secreto, escapa de las manos de Oyá recobrando la vida. Un viaje como nueva secularidad, una travesía engendrada en la melancolía y el abandono.
Las obras que aquí se agrupan cautivan por una «fuerza centrípeta» donde el hombre es el centrum, pero por sobre todas las cosas es el centro de la construcción de significados. Y es que se han hecho manifiestas desde estos significados, las territorialidades, la experiencia de un sujeto que peregrina desde su insularidad. Una experiencia que se dignifica desde la dinámica y los procesos culturales pero que condiciona al sujeto -figura recurrente en toda la obra de Humberto Castro- a un ardid simbólico y ontológico. Pero, como también transitar es un ejercicio genealógico, la balsa que es la isla, construye desde esta tradición los significados que nos acompañan. La balsa, la isla, el sujeto a-islado que tanto me recuerda la novela “Tuyo es el reino” de Abilio Estévez, son elementos que afloran en varias de la piezas que conforman esta muestra. Juego simbólico y suerte de analogía y heteronomía entre el viaje del sujeto migrante y el acto alumbratorio del parto, viajes al fin y al cabo.
Con tonos magros -como quien recuerda en la metamorfosis el color tornasolado de unas alas menudas-, Humberto construye una visualidad con blancos, sepias y turquesa, concentrando la fuerza dramática de las obras. Paralelamente, la tridimensionalidad invade la muestra toda. Son obras pequeñas, pero son obras que capturaron mi atención desde mi primera visita. Todas en bronce y con un cuidado casi milimétrico, no podrá decirse nunca que Humberto Castro trata de solucionar un dilema pictórico en otro medio. Y digo esto con todo propósito, pues en el arte cubano contemporáneo es práctica usual esta “experimentación” cuando en realidad lo que subyace en ello no es más que la transposición de una visualidad desarrollada usualmente desde lo pictórico a otro medio expresivo, acción que pretende la “contemporaneidad” un discurso visual.
Pero volvamos a lo fundamental. Lo escultórico aquí muestra una autonomía como obra, logrando reforzar la búsqueda antropológica que sin dudas es el hilo conductor de esta exhibición. Destacan en esta selección obras como The Hunter (2012) y Metamorphosis (2012) no solo por la fuerza expresiva y casi visceral sino también por las analogías que Humberto Castro esboza enriqueciendo su discursividad visual. Particularmente, estas dos obras gozan de una fuerza expresiva minimalista donde se capsula e ironiza una tradición iconoclasta, generando un contrasentido histórico que viene a reforzar en esta imantación una “destrucción de todas las representaciones” hegemónicas.
Al mismo tiempo, es muy probable que el sentido abarcador que pretende la exposición quiera enfatizar distintos ángulos visuales y conceptuales subsumidos en la totalidad de las obras que aquí se agrupan. Sin embargo, hay obras que a mi juicio “desvirtúan” lo que se pretende como discurso visual. Por ejemplo, las obras que se agrupan bajo lo fotográfico son con perfecto derecho una muestra independiente, una vez que gozan de una “autonomía” y fuerza curatorial que no es suficientemente explotada ni explorada en esta conjunción. Me estoy refiriendo concretamente a la serie Haití y Cuba, aunque por supuesto en ello hay un sentido de recursividad que es visible.
Sin embargo, creo que una serie como esta no se potencia -a mi juicio- lo suficiente, es una razón más de tipo curatorial y museográfica, pero es un argumento a destacar. Y aludo a ello pues son obras con una fuerza visual que no solo hablan del dominio técnico de un medio sino también de la curiosidad analítica de quien hace el encuadre. La serie Haití/Cuba viene a subrayar los altos contrastes en estas territorialidades. Al mismo tiempo, construye un puente visual y conceptual entre dos pueblos, dos islas, dos “balsas de piedra”, donde, de cierta manera, se establecen un antes y un después y donde el deterioro es el elemento de comunidad, el elemento que nos constituye, las razones por las cuales somos. Vale destacar en Haití/Cuba obras dentro de la serie Archival Pigmenton Cotton Rag Paper -todas cortesía del artista- como “Ritual in the cemetery of Port-au Prince” (2012) que rememora al menos para mí aquellas estilizadas piezas de bronce, y “Haiti Lizard” (2012), cuyo valor pictórico es francamente bello, capturando con una serenidad inusitada todo el valor de una tradición que se hilvana desde planos que se entrecruzan.
Al mismo tiempo, Humberto Castro es un artista que se mueve en las antípodas del pensamiento. Lo contradictorio, lo paradójico, lo cautiva y logra a partir de esa condición fundante establecer -como el caracol que va segregando su enzima que lo protege en una espiral infinita- una visualidad muy cercana al silencio de los taoístas, donde cada uno de sus trazos están condicionados por una pulsión de contrapunteo y fuga. Para finalizar, quiero referirme a dos obras que dentro de la exposición, pero sobre todo dentro de su semántica, adquieren carácter icónico. “Tracing Antilles” (2013) y “Escape” (2013) son obras conmovedoras, “minimal” en su puesta en escena, una vez que acentúan y condensan la naturaleza de una búsqueda que se expresa como interludio entre las demás obras. Humberto Castro desarrolla una tensión y tentación que supone el reto a lo desconocido. “Tracing Antilles” (2013) por ejemplo, crea -al menos crea para mí- un efecto de circularidad y de ensoñación que se desborda, pero que al mismo tiempo refuerza una identidad como ubicuidad, como deseo.
“La balsa-isla”, el mar que nos rodea y que nos limita se convierte en recurso narrativo y conceptual, recurso que ontologiza el suceso instalativo y refuerza una semántica donde los objetos devienen segunda naturaleza; donde la imagen señala un hecho indudablemente cierto, una vez que resuelve, distinguiendo en esta nueva condición un desdoblamiento donde el público -el que asiste a este espacio de significación e imaginario- queda atrapado entre un hecho narrativo y ficcional que, como la propia exhibición, es una travesía, un viaje al interior de nosotros mismos para encontrar en el ritual la avidez de nuestros propios desdoblamientos. Todo este esfuerzo por condensar visualmente una idea, habla de la delicadeza y alucinante cualidad de Humberto Castro. Una obra como “Escape” que desde su título hasta la su conjugación simbólica ironiza sobre una condición paradójica pero efímera; no solo inaugura la exposición sino también pauta con cierta melancolía el sentido laudatorio pero convaleciente de quienes han decidido permanecer en esos parajes inhóspitos.
Tracing Antilles de Humberto Castro, cómo negarlo, es una de esas exposiciones fundamentales que para suerte de todos nosotros por estos días coloniza el Art Museum de FIU. Sé que comencé esta reseña crítica aludiendo a la insuficiencia de las palabras, es cierto, pero también es cierto que “(...) escribir es una elección perpetua entre mil expresiones de las que ninguna me satisface y, sobre todo, no me satisface sin las demás”.2
Por eso los convido a experimentar, los convido a sentir la exposición de Humberto Castro, y a descubrir, como quien juega, no la simulación de la memoria sino la memoria como valor simbólico que se transfigura en el reino de lo real y lo siempre valedero.
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1 “Alexis o el tratado del inútil combate” Marguerite Youcernar. Punto de Lectura. Barcelona, España (1927). Pág. 14 2 Idem, Pág. 13.
Antípodas del pensamiento. Más que evidente. Y de la claridad. Japi 14!
ResponderEliminarYo creo todo lo opuesto referente a esta exposición. Yo percibo en esta expo un intento fallido, desperados de un artista apagado y que no sabe para donde coger. En esta muestra no existe un estudio profundo y detenido o detallado como dijera el artista haber hecho en apenas dos meses; esto es muy poco serio. Mas que una muestra parece estamos en presencia de un basar en una plaza de Morco. Todo resulta incoherente y nada se integra desafortunadamente para el artista.
ResponderEliminarReferente a la pieza del piano; la encuentro horrible, de mas esta decir que no puedo mas con los remos! Basta ya de remos en Miami. EL REMO al parecer se ha convertido en la antorcha olímpica de los artistas del patio y de la isla. Pero ahora bien; para los que escriben bonito y no saben absolutamente nada de arte o del buen arte debo decirle los siguiente,; con la intensión de ayudarlos comprende el sentido de las artes visuales. El gran reto de un artista es poder traducir eficazmente una idea o concepto en una propuesta formal! a través del lenguaje plástico, ósea que visualmente ha de proponer una solución eficaz, sabia y audaz, como resultado de un detenimiento y el mesurado estudio de la forma. Esto no sucede aquí. Esto es huye que te cojo, es grotesco, picuo y poco serio. Ni siquiera se atrevió a romper el piano y encajar los remos en los laterales del piano, tal pareciera pretende devolverlo a su hija en un futuro muy inmediato para que continué practicando los paticos. Please no va!
La curaduría es la primera que fracaso aquí; todo resulta incoherente, carente de unidad y no dice del sobre la evolución de un artista y la mesura de un estudio. NO VA CONMIGO.!
Todo esto es el resultado de un amiguismo, que siempre ha estado a la sombra del Sr. Castro. El amiguismo no salva ninguna obra a pesar de los esfuerzos, esta tendrá que sobrepasar el peso del tiempo y el ojo de aquellos que no le conocen y que no sienten ningún compromiso con el artista.
Esta es mi mas modesta opino. Ahora a GOZAR Y A BAILAR CON LA SINFÓNICA NACIONAL!
Ojo! yo no tengo nada personal con este Sr. Ni siquiera tengo el gusto de conocerlo.
¡Coñó!
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