Amílcar Barca
Lo veías de cerca y parecía un Nerón antes de incendiar a Barcelona con su cítara en la mano a través de sus propuestas. La paz y el sosiego como interlocutor se combinaban con una sonrisa salpicada de trazos de “gordito de la clase”, es decir, un ser fraternal y epicúreo a través de sus labios. Lo úníco que lo salvaba era su arrogancia ácrata -siempre libre de sospecha- porque la proclamó en todas partes, sin ápice alguno de culpabilidad ni manías. Su ego era su propia llave: una creatividad ecléctica y experimental que nunca abandonó en su profesión, ni al final de sus días vendiendo productos ecológicos de su huerto en un pueblecito perdido de Tarragona. Pués bien, no sería honrado decir después de esta descripción algo prejuiciosa, que cuando lo conocí, yo había competido con él de pura casualidad. En las Olimpíadas de Barcelona de 1992, Bigas presentó un proyecto de apertura de los juegos: el mío se desestimó, el suyo cogió su camino. Un año más tarde, en un conocido restaurante en Barcelona, Cal Pep, coincidimos: él junto a la actriz griega Irene Papas (Zorba el griego) y, yo, junto a mi amor de la época Ruth Martínez. Él y mi compañera, hoy desaparecidos con un año aproximado de diferencia, recibieron el mismo e implacable látigo: el cáncer. Una cierta envidia y un recuerdo grato, me obligan a escribir sobre un cineasta que en los setenta estableció con su primera película Tatuaje (1976), basada en una novela de Vázquez Montalban lo que hoy es el cine en Catalunya a nivel internacional.
La primera obra que me impactó fue Canich (1979), un film que narra la relación enfermiza de dos hermanos y un perro pequinés, en una casa pordiosera y lúgubre en la zona alta de la ciudad de Barcelona. Es sin duda una película de culto que yo recomiendo. Decididamente infernal , extraña y tupida. Una escena escabrosa y erótica, como el derrame de leche de vaca sobre la nalga de María Martín -arropada con medias negras de sutura- por parte de Angel Jové, su actor divo, dio a Bilbao, 1978, una difusión de lujo y estilo propio en el festival de Cannes gracias a la mano de Marco Ferreri. Si le sumanos Lola (1986) con una Angela Molina espectacular, y Las edades de Lulú (1990) otra joya de su cine erótico-privée donde debuta el jovencísimo J.A Bardem con la italiana Francesca Neri en un antro oscuro cuya práctica son las técnicas sadomasoquistas, cerramos el primer ciclo de una década prodigiosa en su filmografía. Sin olvidar en los 80, la interprepetación de Dennis Hopper en el papel de un loco reverendo cristiano en su terrorífica pero poco conseguira Reborn (1981) rodada en EE.UU
Más adelante vendría la archiconocida trilogía ibérica, tan elogiada y referente en su obra donde lo español y lo mediterráneo se mezclan, ya no para burlarse de una tierra de miuras, machitos y pandereta sino para enaltar a unos personajes que viven inmersos en la recién instaurad aTransición española. Lo rancio y lo nuevo se mezclarán para inaugurar una lucha de contrarios que en Jamón Jamón (1992), parte entre unos personajes de la clase acomodada de una empresa textil aragonesa y los de un bar de carretera en la abandonada zona de Los Monegros. Esta película, que los más jóvenes fuera del país erróneamente la asocian a Pedro Almodóvar, será mítica por la famosa escena donde Bardem y Penélope Cruz hacen el amor bajo los testículos del toro de Osborne, ícono de una época negra como lo fue la dictadura. De Huevos de oro (1993) remarcar un guión interesante pero no entrelazado lleno de simbolismos y citas a Salvador Dalí, tríos lujuriosos entre María Medeiros, Maribel Verdú y Bardem en Benidorm. Y un final decadente en el Miami corrupto y rosa de la cafetería Wolfie´s de los ochenta, con la aparición debutante de un jardinero que actúa como secundario llamado Benizio del Toro, una fallida puesta en escena pero un retrato completo del macho ibérico que persigue el sueño americano de erigir edificios como si fueran falos frente al mar. En La Teta y la Luna (1994), en cambio, los iconos son los típicos-tópicos de la cultura catalana relatados en forma de cuento: la bandera cuatribarrada ondeando en la luna, el país del pan con tomate, la caca y los pedos, la teta freudiana que amamanta sin límites ni culpa a un niño catalán, el deporte colectivo de los castillos humanos (els castells) el mediterráneo y su circo vital y otro gran descubrimiento: la actriz francesa Mathilda May.
Del Bigas Luna de Bambola (1996), La camarera del Titanic (1997), Volaverunt (1999), o incluso una de las películas más pirateadas en Internet Yo soy la Juani (2006) donde se pasó casi un año haciendo castings por toda España en busca de un nuevo descubrimeinto:Verónica Echegui -lo que para nosotros que vivimos en Miami sería la historia de una “chonga” de hace siete años- prefiero ahorrarme los comentarios para no devaluar un trabajo anterior bien anudado a mi entender con altibajos como fueron Angustia (1987) y Renacer (1981), películas del género de terror blanco que pasaron sin pena ni gloria. Aunque ofreciera el mismo punto de riesgo en esta etapa -como en todo- manteniendo la carnalidad, lo folclórico en unas y en otras, incursiones en la historia española en tiempos de Godoy y la Duquesa de Alba (Aitana Sánchez Gijón en Volaverunt) o en sucesos de sobras conocidos como fueron el hundimiento del Titánic interpretada digna e igualmente por ella. En su última etapa ha realizado Di Di Hollywood con Elsa Pataki, que no he tenido el placer de haberla visto y estaba en una producción de una novela muy conocida en los setenta de Manuel de Pedrolo, El Mecanoscrit del segon origen, rodada en catalán y aún sin finalizar.
Se cierra una mirada muy particular a la lujuria, a lo lúgubre, y a lo histriónico en las tres últimas décadas del cine español. Le regalo un epitafio sin pedirle permiso:
“Nada que ver la carne que encontrareis debajo de esta lápida con la que os he ofrecido en el cine”.
6 comentarios:
Gracias Catalunya Man y EPD ese gran compatriota tuyo que se va.
Amílcar: Merecido homenaje a un gran director.
Y Sara Montiel, y Margaret Thatcher. DEP Bigas Luna. RI
La noche anterior habías hecho una disertación, pero te confieso que tu texto es más elegante y elocuente. La obra de Bigas Luna es imprescindible por lo poco tradicional. Le quisieron achacar imitaciones a Buñuel, cuando su forma de hacer es neuróticamente personal. Del Bigas Luna en La Habana no se me borra su Huevos de Oro, cuando ya estaba a punto de clausurar el cine Actualidades frente al emblemático edificio Bacardí. Muy bien por ti, Amílcar, y te recuerdo que por acá anda el lote de películas.
"Jamon Jamon" es una de mis cintas favoritas. EPD Maestro!
Gracias...La violetera Sara Montiel se merece un post....pero que lo haga el "cubanito" que tuvo por novio la ultima vez.
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