Una propuesta esnobista del arte

Ricardo Llópiz

Quién fue, o es Andy Warhol. Desafortunadamente en la época de Andy Warhol estaba yo absorto, digerido, y siendo procesado dentro del aparato digestivo del Realismo Socialista en Cuba. Bajo el hermetismo capitalizado de la información manejada por el gobierno cubano, arriesgándome a años de prisión por tener un LP de Los Beatles, un pantalón apretado o el pelo largo; estaba ávido de cualquier información que se filtrara de “afuera”, desde el “otro mundo” del cruel capitalismo. En Cuba, y para los que nunca estuvieron en un museo en otra parte del mundo en ese momento, nunca sabrían quién era el ícono del llamado Pop Art. Solo algunas publicaciones exclusivas, difíciles de obtener y que no duraron mucho, como la revista de la casa de las Américas, hablaban de Andy Warhol. En el mundo publicitario del momento, las campañas de promoción comercial fueron un medio importante de expresión y el lenguaje que todos podían entender; para Andy un transcendental vehículo de locución. En su primera exhibición en New York 1952, usó quince diferentes dibujos basados en la novela de Truman Capote a raíz de la publicación de A sangre fría.

Escribía Julia Luzán periodista de El País, que “Warhol más que pintar, maquilla” y lo hace con la misma asepsia que pinta una lata de sopa. Capote le odiaba, y decía que Andy era alguien que no entendía que se pudiera admirar. En 1962 exhibió 32 pinturas de una lata de sopa Campbell en Maryland, abriendo de esta manera la puerta al debate de lo que pudiera ser considerado o no “arte”, al incorporar comercializados objetos del diario consumo a la idea. Su interpretación satírica de retratos de celebridades del momento, también incorpora una distorsionada concepción hasta el momento, de la idea de lo considerado como “arte”. Se decía que Andy miraba esos retratos y se mofaba de ellos. Probablemente, pensando en la burla de la que “el gran público” era victima. Andy estaba conciente de estar tomando ventaja de una sociedad obsesionada con la fama, y víctima del consumo. 

Para mí la influencia comercial de Warhol desvirtúa su mérito innovador. Porque sea algo nuevo, no tiene que ser bueno. Warhol enfatizó la banalidad de la cultura comercial en este país, el llamado Arte comercial con un arte que Richard Hamilton describe como “popular, efímero, barato, mass-produced, jóven, sexy, glamoroso, de gran negocio”. Warhol explotó como nadie el esnobismo y la obsesión con el éxito.

De lo que se trata es qué es considerado éxito tanto como arte. Algo no funciona bien cuando un pelotero o basquetbolista es mejor ejemplo del éxito que un maestro, un astronauta, o un médico. Y los artistas pasan trabajo. Nada contra el deporte, pero estimo que las excelencias del cerebro han hecho mas por la evolución del hombre que las excelencias físicas (prefiero una ópera que un partido de pelota).

Warhol claramente explotó esa fiebre por la “fama” de la sociedad norteamericana en night clubs como Studio 54. Decía: “people just want stars”. Pocos hablan de sus más de 60 films entre los que cuentan Sleep y Eat donde presenta caracteres durmiendo y comiendo por 6 horas y 45 minutos. Confieso que no me interesa verlos. Sus experimentos quizás eran válidos; pero detrás de todo eso algo falta. El arte de Warhol es una gran  propuesta esnobista. Claro, es solo mi opinión, con todo el respeto al que guste de Andy.