lunes, 6 de agosto de 2012

Juan o de los muertos que vos matasteis



Antonio Correa Iglesias

Aunque la producción Juan de los muertos clasifica dentro del género de lo que ha sido llamado “muertos vivientes” o zombis, ciertamente, dista mucho de este encasillamiento. Uno de los valores asociados a esta nueva entrega del cine cubano es su carácter intertextual, facilitando un diálogo sociológico y antropológico, travestido en comedia socarrona que, utilizando el vehículo de la mofa y la ironía, reflexiona sobre una realidad desgastada y desgastante.

Cuatro o cinco son los hacedores de esta hazaña liberadora, insinuación que denota quienes tienen la sartén por el mango. Aunque a ciencia cierta nadie sabe quién será devorado por quién. Lo cierto es que, este esfuerzo “emancipador” se convierte en un modo de vida lucrativo para quienes “matan a sus seres queridos”. Alusión que solo es desechada cuando el protagonista, imaginando la magnitud del muerto que debe ejecutar, aduce que ese es un problema en el cual nada puede hacer. Aunque este pasaje pasa inadvertido, dada la magnitud de la “comedia”, constituye uno de los momentos de mayor rigor conceptual en la película pues personaliza a quien ha sido y es el gestor de tanto desasosiego. No es hasta los créditos que este personaje, bajo la estética del comics, reaparece.

Reforzando parlamentos desde la ironía y lo intertextual, “Juan de los muertos” establece un juego simbólico con toda la fraseología de los últimos 50 años. A diestra y siniestra, se trata de expurgar una culpa, una culpa que se dibuja o desdibuja según las condiciones de posibilidad. Nadie sabe cómo se ha inoculado el virus, pero lo que todos saben muy secretamente es que todos lo padecen. No es uno, sino cientos de miles que en un conglomerado pierden todo tipo de identidad. Como ese bello pasaje de Madagascar (Fernando Pérez) cuando la madre de Laura, trata de encontrarse en una foto aérea de una manifestación en la Plaza de la Revolución. Ante el estupor que le produce su ausencia, su despersonalización, suspira y clama por una identidad desvanecida. Y un poco de todo ello y más va “Juan de los muertos”. No se pretende arrancar gritos de terror en las salas de cine, todo lo contrario. Se pretende hacer ver, pero desde otra vía, el estado de las cosas. Y es que “Juan de los muertos” es una muestra de la vida del cubano de a pie. Basta asomarse a un desvencijado balcón de la Habana y ver como andan con pasos torpes, persiguiendo algo que es inalcanzable.

El desenlace del film no puede ser más abierto. Juan se queda, mientras que otros intentan escapar. Pero no se queda por un altruismo ochentiano, Juan se queda pues en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey. Juan se queda pues los muertos que vos matasteis gozan de buena salud, y en ello hay siempre para el cubano una fuente inagotable de supervivencia. Juan es un sobreviviente, alusión segura a la ya antológica película de Titón. Juan ha sobrevivido, ciertamente, de eso se trata. Juan no vive, sino, sobrevive. Eso ha hecho siempre. Un sobreviviente cuya muerte anticipada no es garantizada con el descanso eterno, sino con la agonía de continuar, después de muerto, persiguiendo torpemente ideales inalcanzables.
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Antonio Correa Iglesias es profesor del Dpto. de Filosofía Estética de la Universidad de las Artes (antigua ISA) y presidente de la cátedra para Estudio de la Complejidad.

4 comentarios:

Octavio Guerra Royo dijo...

Metatranca aparte del comentario seudocinematográfico, hay que decir que Juan de los Muertos a pesar de tener mucho en común con las comedias negras sobre los zombies, como "Zombieland" (de Ruben Flaicher con Woody Harrelson en el protagónico) y "Shaun of the dead" (de Edgar Wright, con la pareja de comediantes integrada por Simon Pegg y Nick Frost). La película cubana sobrepasa el mero asunto del horror para dentrarse en la realidad de Cuba y en la sicología de sus pobladores. Basta la primera escena para percatarse de que los personajes "normales" que pasan por la pantalla no difieren mucho de las masas de zombies que, a continuación, serán masacrados a mansalva en el resto de la película por el equipo de Juan. Este es un sobreviviente sempiterno e impenitente pero es incapaz de escapar a sus propias cadenas espirituales. Su personalidad de marginal le impulsa a prefir a agonizar en la lucha cotidiana por conseguir lo más básico para continuar, no viviendo, sino perviviendo. Cuba es eso, una isla de zombies y sobrevivientes atrapados en un campo de concentración del cual sólo es posible huir por los fosos del Mar Caribe y el Estrecho de la Florida. Sin embargo, el obstáculo mayor es la propia sicología del marginal esclavizado, incapaz de alcanzar la libertad a través del trabajo honrado y una vida decente. Juan de los Muertos es una de las mejores muestras del cine cubano reciente sino de toda la historia del cine cubano al ahondar hasta el último círculo infernal del espíritu del cubano resultante de 50 años de totalitarismo.http://havanaschool.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Buena critica. Me han hablado mucho de la pelicula pero uno nunca sabe cual es la sorpresa.

Anónimo dijo...

La película demuestra cierta una cierta ambivalencia política a la que estamos acostumbrados. El director presenta la ambigüedad de las dos consabidas partes, te quedas te vas, zombis, sanos. La división esperada por todos y que siempre se repite.
Odraleba

JR dijo...

Sin dudas, una de las mejores películas cubanas de los últimos años.