Conferencia sobre el comunismo en Londres, 2009 (con Badiou, Zizek, Eagleton y Ranciere) |
El profesor de economía política Alan Johnson publica un interesante artículo en World Affairs titulado "El nuevo comunismo y la resurección de la locura utópica". El autor abre con las dramáticas palabras de Marx en el manifiesto:
Un espectro se cierne sobre la academia, el espectro de una visión del mundo que ha sido la fuente de inmenso sufrimiento y miseria, responsable de más muertes que el fascismo y el nazismo, se trata del regreso de un "nuevo comunismo". Una forma de totalitarismo de izquierda que ahora disfruta de celebridad intelectual, pero que aspira al poder político.El fantasma del comunismo viene saliendo desde finales de los 90. Era de esperarse una izquierda fantasmática:
¿A qué viene este nuevo interés en el comunismo? Después de todo, los nuevos dirigentes comunistas se han negado a sondear la esencia de los fracasos históricos del pasado y no tienen idea de cómo proceder en el futuro. La apología se basa en un hecho por encima de todo: los nuevos comunistas sostienen que la crisis del capitalismo contemporáneo, la degradación ecológica, la pérdida de confianza en la clase política, la explosión de la desigualdad, son sistémicos, relacionados entre sí. Estos problemas demandan una solución revolucionaria.Lo subrayado en rojo es una apreciación correcta. La solución revolucionaria conlleva violencia, algo que asusta a Johnson:
A la hora de llevar la filosofía a la práctica, el nuevo comunismo le otorga un poder oculto y transformador a la violencia revolucionaria y a la expropiación. Lo que el fallecido socialista italiano Sebastiano Timpanaro llamara "la ética brutal de la fuerza". Badiou lo sigue: "¡Oh, deberíamos ser capaces de decir con Aragón, con el apoyo de Stalin: 'Abran fuego en medio del baile de los osos de la socialdemocracia'".
Lenin leyendo Pravda, circa 1920 |
El artículo cierra con este párrafo robespierreiano de Zizek:
El único prospecto "realista" es optar por lo imposible, asumiendo completamente el lugar y la excepción, sin tabús sin normas apriori ("derechos humanos", "democracia"), el respeto que nos hace imposible resignificar el terror, el ejercicio brutal del poder, es espíritu de sacrificio... si esta opción radical es condenada por algunos liberales como fascismo de izquierda, ¡pues que sea!¿El culto a la violencia? Nos recuerda la liturgia estética del futurismo italiano. Una pena que Johnson dispare sin puntería: Zizek, Badiou, Negri y Michael Hardt, Vattimo, Terry Eagleton, Rancière no pueden meterse todos en el mismo saco.
Vamos por parte: Zizek ha coqueteado con la idea de la violencia. Su clave reza: "Más radical, más original".
Slavoj Zizek |
Es una violencia es performativa, c'est-à-dire, se habla lo que está permitido (no precisamente la retórica del manual de Al-Qaeda, o del Unibomber). Zizek siempre llega acompañado con su socio de paja, como en este fragmento sacado de Violencia:
Ocidente es intolerante cuando a otros no se les da libertad de escoger, como en el caso de la mutilación genital, el matrimonio infantil, el infanticidio y el incesto. Pero ignora la tremenda presión de la mujer en occiodente a someterse a procedimientos tales como cirugía plástica, implantes cosméticos e inyecciones de Botox para mantenerse competitivas en el mercado sexual. (V, 145)Argumentación retórica fraudulenta que lo ha llevado a aliarse en la cuestión ecológica con un enemigo tan improbable como Glenn Beck.
Alain Badiou |
Badiou es un fenómeno más serio. El comunismo de Badiou lo hemos analizado aquí. Se trata de una IDEA que aparece como "evento", que "sutura" situaciones. Lo que materializa la "sutura" es la fe en el "evento" que rompe la marcha "normal" de la historia. Por ejemplo, Lenin tuvo fe en cambiar la historia. El grave problema de la fe de Badiou es su redundancia: fe es certeza, pero como tal, no hay tal certeza fuera de la fe.
El enamoramiento fideísta de Badiou es un callejón sin salida que condena su tesis a la aporía. ¿Cómo invocar justicia desde la violencia, cuando, en tanto que violencia, esta no puede evaluarse a sí misma?
Jacques Rancière |
Otro comunista es Jacques Racière, para quien el comunismo es INactual. En su ensayo "Comunismo, de actualidad a inactualidad" de su reciente libro Disenso, Rancière da un paso revisionista discordante. Si históricamente el comunismo emerge del capitalismo, esto implica una especie de dependencia. Casi contra Badiou, Rancière declara que ser comunista significa "pertenecer y no pertencer a un lugar".
Si el comunismo significa algo en lo absoluto es la idea de que tiene que ser radicalmente heterogéneo a la idea del capitalismo. Sin embargo no puede existir como tal sino en el mundo capitalista. No tiene lugar fuera de él. (...) En lugar de predicar la IDEA del comunismo subyacente a esa del capitalismo, debemos afirmar la radicalidad del comunismo como el poder de una separación. (D, 83)La enrevesada respuesta (que avergonzaría a su maestro Althusser) implica lo siguiente: "si el comunismo funcionara ... si fuera bueno, no habría duda alguna que el mercado se apropiaría de él".
Implica de esto que el comunismo no muere por causa natural: Es el mercado el que compró al comunismo (¿no está pasando en China, Vietnam, o en la Cuba futura?).
Ser comunista para Rancière es una paradoja: estar dentro y fuera. Significa "luchar en un mundo material e inmaterial".
No precisamente la propuesta violenta a la que Johnson le teme.
Antonio Negri y Michael Hardt |
En cuanto al caso Hardt/Negri, los remito a nuestro análisis de la noción de Imperio/Multitud discutida en tumiami (en la nota #6 al pie de ese post, explicamos por qué ni Hardt ni Negri le apuestan al tipo de violencia defendida por Zizek o Badiou).
¿En qué quedamos? La preocupación de Johnson palidece en comparación con lo que viene llegando. No se trata de violencia comunista, todo lo contrario. Son más de mil doscientos millones de chinos que le apuestan al capitalismo dentro del comunismo. Pocos académicos de la izquierda le han prestado debida atención a esta nueva alianza entre mercado y el comunismo. Y todo eso hace lucir al socialismo (paso anterior al comunismo) muy sospechoso. La discusión del comunismo y su violencia es una nube pasajera: nostalgia de un mundo binario que fue.
Demostración de simpatizantes del partido neo-nazi griego |
El problema de hoy es diferente. Vivimos un mundo de mercado unipolar con dos caras (EEUU y China, con economías interdependientes), separado de las decisiones y necesidades intranacionales, a favor de una economía supererogatoria con dinámicas chocantes. Es el drama de esa burocracia gigantesca llamada "Unión Europea". Y se ven los efectos de la reacción emergente en la Europa de este con la posibilidad del vuelco a la derecha de europa occidental. El gobierno europeo, sin ancla nacional, queda condenado a un círculo vicioso de inoperabilidad: carencia de identidad, capital político exhausto, incapacidad para lidiar con problemas como la inmigración ilegal, la deuda, etc, siempre que tales decisiones afecten el status quo del mercado (léase, estabilidad económica).