Larry Villanueva, foto: Julio de la Nuez
Rosie Inguanzo
A la entrada, Carmen Díaz (cómplice del director), auguró con tres adjetivaciones: Mauricio conmovedor, Mabel cumple su cometido con creces, Larry apabullante. Cuánta razón en ello. Y es que cada personaje ha debido ser precisamente lo que vemos sobre el escenario. Mabel Roch, como Elena Bulgákova –quien en primera instancia nos pareciera maquillada “demasiado bonita”, para luego comprender el ardid del director (y del maquillista) de presentarla como la musa, la amada impoluta, muñeca de lujo en el fichero íntimo del escritor—aborda su personaje con gran delicadeza emocional. La sensibilidad de sus manos para fijar compasión y belleza en la escena. La nobleza de su debonnaire y exquisito atuendo de visón y terciopelo contrastan con el derrumbe físico y psicológico de su esposo. El rostro limpio de Mauricio Rentería (que a buena casta de actores pertenece), enjugado en lágrimas –emoción que mantuvo como una nota, sostenidamente, con devastadora sinceridad.
La obra de Juan Mayorga es astuta y reflexiva, oscilando entre el teatro dentro del teatro, la biografía ficcional y la denuncia política. El recurso metaficticio presenta a un escritor acorralado, lidiando, literalmente, con los fantasmas de su propia vida. La señal de la censura, el bochorno público, la asfixia, la aniquilación del individuo dentro de la maquinaria de la dictadura, son temas universales y atemporales. La dirección de Alberto Sarraín tiende una mirada clemente al matrimonio asediado. Lo comedido de su puesta elude rellenos de artilugios sin privarnos de momentos de gran efecto y belleza: un dedo imperativo que impone el terror, una lluvia de papeles en blanco, conversaciones vigiladas, animaciones dobles, cartel populista. Dentro de la plástica del montaje, Sarraín se reserva la mejor tajada estética para el personaje histriónico del máximo líder: la nieve magnífica sobre el cadáver del tirano, mejora aquella fotografía de Stalin embalsamado en el inconsciente colectivo, constatando la naturaleza imperturbable de la que estamos hechos. Así el director ilustra su última metáfora: Bulgákov y Bulgákova mancillados por el discurso hegemónico; Stalin igualado por la cualidad fugaz de la existencia.
La obra de Juan Mayorga es astuta y reflexiva, oscilando entre el teatro dentro del teatro, la biografía ficcional y la denuncia política. El recurso metaficticio presenta a un escritor acorralado, lidiando, literalmente, con los fantasmas de su propia vida. La señal de la censura, el bochorno público, la asfixia, la aniquilación del individuo dentro de la maquinaria de la dictadura, son temas universales y atemporales. La dirección de Alberto Sarraín tiende una mirada clemente al matrimonio asediado. Lo comedido de su puesta elude rellenos de artilugios sin privarnos de momentos de gran efecto y belleza: un dedo imperativo que impone el terror, una lluvia de papeles en blanco, conversaciones vigiladas, animaciones dobles, cartel populista. Dentro de la plástica del montaje, Sarraín se reserva la mejor tajada estética para el personaje histriónico del máximo líder: la nieve magnífica sobre el cadáver del tirano, mejora aquella fotografía de Stalin embalsamado en el inconsciente colectivo, constatando la naturaleza imperturbable de la que estamos hechos. Así el director ilustra su última metáfora: Bulgákov y Bulgákova mancillados por el discurso hegemónico; Stalin igualado por la cualidad fugaz de la existencia.
Larry Villanueva elabora un Stalin con el rigor del mejor artesano. La estudiada caracterización, gestualidad arquetípica, el degustar de cada bocadillo, el dominio escénico con que deshace y rehace los cuadros, en escalada emotiva, como quien manipula muñecas matrioskas de menor a mayor escala, equidistante a un personaje diabólico y una historia funesta. El talento de un actor inteligente administrado en la mirada, a saber bonachona (hasta el punto de ganarnos muchas simpatías culpables), inquisitiva, de predador agazapado.
Sarraín nos presenta con una encrucijada interesante: el espectáculo del poder donde Mijaíl parece que va a sucumbir a Stalin, pero donde siempre gana la creación artística. Hay un baile casi homoerótico con el poder (entre Bulgákov y Stalin), donde el artista, exhausto, se deja llevar a casi 20 años de ostracismo. De hecho, Bulgákov nunca sucumbió al carisma de su célebre admirador (y el sanguinario Stalin curiosamente le perdonó la vida); esgrimiendo sus cartas –medio auténtico con que dar la cara –disyuntiva del artista que nunca llega a doblegarse: en la misiva el me dejas escribir lo que quiero o me dejas irme. Hay una esencialidad conceptual en la puesta: el verdadero arte no puede, no debe comprometerse. Muy buen trabajo de equipo aviva esta tragicomedia fantasmagórica que no debes perderte.
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"Cartas de amor a Stalin" de Juan Mayorga
Teatro Abanico
3138 Commodore Plaza, Coconut Grove
Funciones: viernes y sábados 8:30 p.m., domingos 5 p.m.
Hasta el 13 de mayo
(305)993-9657
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"Cartas de amor a Stalin" de Juan Mayorga
Teatro Abanico
3138 Commodore Plaza, Coconut Grove
Funciones: viernes y sábados 8:30 p.m., domingos 5 p.m.
Hasta el 13 de mayo
(305)993-9657
Muy aguda y precisa tu reflexión sobre la puesta en escena de una obra que me hizo vivir momentos del pasado reciente de la historia de nuestra querida Cuba y que ahora, felizmente, parecen estar entrando en una especie de "glasnost caribeño" pues según tengo entendido la obra será puesta también en La Habana próximamente. Muy buen análisis, es una expresión del tipo de teatro que necesitamos. Gracias por enriquecernos con tu visión del conjunto.
ResponderEliminarRosie, nos metes de cabeza en la puesta. Anoche no fuimos por desgaste, pero está en agenda. Bisou
ResponderEliminarEn la diana. Magnifica apreciación Rosie. Gracias.
ResponderEliminarYa con la desbordada apreciación que hace la siempre desmedida Eslinda Cifuentes basta para ni acercarse (espantado) a la sala del Grove. Por Dios, si siquiera por una vez en su afán de protagonismo olvidara lo que es un performance.
ResponderEliminarYa salio en envidioso de turno.
ResponderEliminarquien es eslinda cifuentes?
ResponderEliminarlas muñecas rusas se llamam "matriushkas"...sólo para informar. muy bueno el artículo.
ResponderEliminarcorregido. gracias anOnimo bien intencionado. disfrutable de arriba abajo. corran a verla. RI
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