No, Fever Ray no es el nombre de una banda. Se trata del seudónimo como solista de la sueca Karin Elisabeth Dreijer, integrante junto a su hermano del dúo The Knife, desde 1994, y dueña de un dramático estilo vocal en el que se intuye la conexión ambiental con la pareja británica Goldfrapp, aunque antecediéndole por varios años en los aportes y consolidación del movimiento electrónico experimental que se generaría en el occidente europeo en los albores de la última década del XX, y cuya proyección ecléctica sería eminentemente regional. Música pletórica en exotismos armónicos que recorre el legado celta y se remonta a los ancestros africanos es capaz de crear alucinaciones hipnopómpicas a través de sus letanías y su atmósfera ritual. La obra de Fever Ray es un gran espectáculo sonoro: efectismos, pitch shifting, ecos, reverberaciones, ecualizaciones, distorsiones y los hermosos registros de la Dreijer. No en balde, incursiones cinematográficas como esta pieza The Wolf, creada para el filme Red Riding Hood, logran ser tan eficaces. La estructura melódica se inspira en el espíritu de Bergman, quien en cierta ocasión definiera la hora del lobo como el momento entre la noche y la aurora en que “los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos”… The Wolf es una de las tantas muestras de que la discografía de Fever Ray se fundamenta sobre un rock culto y una expectativa teatral. Un camino que se sabe fue abierto y desbrozado desde los ochenta por la deslumbrante emergencia de Björk. (JotaeRe)