Iván de la Nuez
“Los malos duermen bien”. Este proverbio lo hemos escuchado tantas veces que nos hemos acostumbrado a su sombría verdad. Si le añadimos otro proverbio que funciona como antítesis, “sólo los buenos mueren jóvenes”, no es difícil intuir que al final, por costumbre o espíritu de supervivencia, acabaremos asumiendo la maldad no sólo como un valium, un buen antídoto contra el insomnio, sino también como una cierta garantía de longevidad.
El domingo pasado, la Academia de Cine española premió de manera rotunda No habrá paz para los malvados, película dirigida por Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado. Ambos, director y actor, habían hecho tándem anteriormente en La vida mancha y La caja 507, piezas más contenidas, tal vez más reflexivas.
No habrá paz para los malvados es, por su parte, una película “global”, pero no a la manera estética en que esto se suele entender en España o América Latina, con ese amaneramiento de aeropuerto y esos mundos neutrales.
La geografía fílmica de Urbizu no abarca ciudades fashion -la Barcelona de Woody Allen, por ejemplo- ni está adornada por arquitecturas “de firma”. Al contrario, su universo acostumbra a echar el ancla en el extrarradio, en los polígonos industriales donde colisionan -sin amortiguadores- la corrupción y el terrorismo, la prostitución y el desencanto.
Sin perder el acento -que es la lengua de la lengua-, Urbizu es capaz de encontrar en esos perímetros todos y cada uno de los males del mundo. Para entendernos: no es global porque pretenda que nuestros problemas se parezcan al mundo, sino porque consigue evidenciar que son los problemas del mundo los que se parecen demasiado a nosotros.
Sus héroes “de circunstancias” son humanos, demasiado humanos, conocedores de que son poquísimos aquellos que consiguen vivir a la altura de sus ideales. A menudo, como Santos Trinidad, el policía corrupto y desahuciado de No habrá paz para los malvados, si se convierten en héroes es porque participan del mismo relato moral –o inmoral, o amoral- que sus adversarios. Entablan su duelo a partir de un idioma común.
Y así se aplican, ante la injusticia institucional, con esa otra injusticia individual que solemos llamar “justicia por su mano”.
Esta filmografía evoca al cine negro o las novelas de James Ellroy, sin permitirse el menor regodeo estético en la crueldad –como hacen, por ejemplo, Tarantino o Kitano. Para Urbizu, el crimen, la violencia o el acto de matar son, simplemente, el crimen, la violencia, el acto de matar…
Por fortuna, los proverbios también mienten. Y los malos (también) mueren jóvenes. Algunos, incluso, padecen de insomnio.
6 comentarios:
Coño, que vacilón tenerte por aquí, Iván. Justo ayer conversaba con una amiga sobre esta película que ya la tengo localizada en el mercado negro (para no perder el hábito global), con el ánimo de desapurármela con algún Ribera del Duero durante el uikén. Por cierto, la charla con mi amiga cinéfila comenzó por "Verde, verde", el último escopetazo de Pineda Barnet, donde todo parece indicar que son los espectadores los que sucumben al insomnio.
no ha llegado a USA... pero los males dieen muy bien
y viven generalmentate mejor q los buenos tontos
como yo. injusticia poetica.
poeta tonto de capirote
Bueno pues no queda más remedio que esperar. Pero he disfrutado mucho esto:
Por fortuna, los proverbios también mienten. Y los malos (también) mueren jóvenes. Algunos, incluso, padecen de insomnio.
Yo vi La caja 307 y si la nueva es menos reflexiva sera algo asi como un monologo de Mike Tyson explicando sus tatuajes.
Los malvados nunca mueren porque en ellos está su bien...y al fin y al cabo "el bien" es lo que da vida.
La quiero ver por supuesto...reconozco que desde la caida de megaupload no hay acceso a "los archivos" de nadie en el planeta interntet.
Un abrazo a todos...Ivan se te quiere mucho desde aquí.
Amílcar Barca
Enrisco, amigo, aunque burro, soy algo menos bruto que eso que propones.
Publicar un comentario