Sátira francesa, 1815, "el salón de los cornudos". |
Amado mío…
Me ha venido en mente otra de mis mariconerías, y tengo que dejar mi camita donde me retuerzo pensando en ti, lamentando que la pájara que me alquila no te haya dejado seguir durmiendo en el sofá de la sala, adonde aquella primera y única noche que te quedaste yo podía irte a ver durmiendo cada vez que me apeteciera. Y tengo que volver al teclado a contarte mi constante sufrir por tu cara de ángel, por tus ojos inexplicables, por tu boca santa, por tu piel de seda, por tu cuerpo que va madurando tan sabrosamente para desgracia mía y satisfacción vanidosa de tus divinos cojones.
En éstos mismos instantes le debe estar dejando toda tu lechita, que me tenías prometida para el jueves, en el chocho de esa guanaja. Y esto ha sido por culpa mía, porque me dio pena sentir las ganas que tenías de echar un palo, después de tantos meses de abstinencia por tu frustrado amor por Yadira. Y por lo mucho que sé que necesitas un bollo, yo que lo único que quiero es tu cabilla. Yo pude haber evitado este encuentro, yo pude haberlo jodido. Y no, yo te dejé irme envolviendo en tu deseo y funcionando como un pelele entre tus manos para la consecución de tu designio. Y me iba gustando servirte contra mi propio interés que era velar por que me cumplieras tu promesa. Y te saliste con la tuya porque yo sabia que esa jeva sólo piensa en meterse lo que se le presente, sobre todo si el varoncito que se le presenta es hermoso, aunque raramente sea ni la mitad de lo hermoso que eres tú. Será monga, más monga que yo, pero tiene una suerte del recontracoño de su puta madre, que por cierto fue también muy linda.
Seguro que te la llevaste a tu casa, que yo pagué, porque la invitaste a su copa con el dinero mío, que yo con tanto gusto te dejo administrar para ti y para mí, pero que no estoy muy seguro que me gustaría que te lo gastaras con una putica. Esa es la parte que parece que me toca a mí siempre, pagar.
Con gusto, a ti mi Papá, te pago todo lo que me pidas que te pague.
En cierto momento comprendí por la experiencia que me han dado los múltiples tarros que me pegó mi mujer, que ya a ella se le había mojado la crica y empezaba a mirarte a la cara directamente acariciándose el pelo por mechones, y respondiéndote quejumbrosamente, no sé, a tus preguntas.
Me di cuenta que como me pasó a mi cuando volví de París, al principio ella no se atrevía a mirarte de frente. Por miedo a tu esplendor natural, esa aura de macho sanote que los Orishas te dieron.
Mi costumbre de tarrudo me hizo levantarme para irme al baño, no porque tuviera ganas de mear sentado, sino para salir del paso y dejarle la vía abierta a tu embestida viril. Algunos de los amantes de mi mujer, solían mandarme a comprarles cigarrillos y cuando yo volvía ella ya estaba arrodillada mamando y con la blusa caída sobre su barriguita ofreciéndole sus blanquísimas teticas. O todavía estaba sentada con él en el sofá y ya estaba con la saya levantada y tres dedos del tipo metidos en el bollo que se lo estaba pajeando groseramente. O ya se habían metido en el cuarto y me había cerrado la puerta el muy cabrón, y yo oía a través de la madera interpuesta los gemidos de gusto de mi mujercita en manos del rústico personaje. A veces me la dejaban abierta para darme jamón. Otras veces yo mismo me atrevía a entreabrirla a riesgo de llevarme un castigo físico imprevisible, dependiendo de la cultura y gustos del socio. La infinita mayoría de las veces me ignoraban de tal manera que yo me iba acercando progresiva y sigilosamente hasta terminar sentadita en el suelo al lado de mi profanado lecho nupcial, gozando los primeros planos de todo tipo de penetraciones y ofensas a mi dignidad de maridito maricón y consentidor, y de su dignidad de mujer casada. Algunas afortunadas veces el macho me invitaba a hacerle una mamada y me permitía comerle los huevos entre dos penetraciones, y a veces hasta me trituraba los pezones haciéndome alcanzar ese tipo de orgasmo que es mi jardín privado y oculto que es lo que más me gusta en la vida. Me recordé de esas vivencias ya lejanas pero siempre muy ardientes y presentes en mi memoria afectiva.
Y le saqué la lasca que pude a tu cabronada, porque a decir verdad, Papito, me volviste a joder de nuevo, como a mí me gusta.
Se me ocurrió que la única manera de provocar tu ira y que me pegues, sería que me fuera de lengua como chernita chismosita que siempre he sido y le contara a la gente lo que me estás haciendo. Pero no temas, me gusta tanto como me tratas que ni por el gusto de que me sonaras una buena tunda lo cambiaría.
Sigamos así, Mi Gallito Fino, tú gozando y yo también. Yo pagando y tú cobrando. Tú pisando y yo cacareando de gusto con el mango de un plumero moral encajado en el ojo del culo.
El acoplamiento ideal y perfecto, como el Universo Inmutable que imaginó Aristóteles.
Te quiere siempre tu Monguita.
Magistral. Ya no se trata solamente de la develación desinhibida de la intimidad mariconeril, sino de exponer con todo coraje un mundo de perversiones. Entrar a un sitio de la mente que en otros prójimos puede estar hibernante y el miedo le cierra el camino a la conciencia para llegar hasta ahí. Me consta que en la literatura gay hispana ya hay audaces de este tipo. Viene a mi mente, por ejemplo, las ratas de Bayly penetrando las vaginas. Pero posiblemente Ramón Alejandro se está haciendo de la hegemonía en las letras cubanas. Sí, mi gente, hablo de letras y literatura porque eso es lo que hace Alejandro. Y lo hace bien.
ResponderEliminarBueno sigo pensando que la historia acoge todo el peso de la veracidad en una hamaca sabrosa que es este blog, donde el lema de la libertad de ideas y temas es un hecho a constatar.
ResponderEliminarPero no sería sincero si no dijera que este escrito, hoy, le falta edición, análisis en los impactos que teoricamente suben en crescendo, y aquella música interna que se conseguía en los anteriores. Este texto, pienso que hay que trabajarlo un poco más y llegar al nivel de excelencia de los anteriores. La autobiografía descriptiva no está reñida con la musicalidad que requieren estas escenas. El impacto de las mismas no es justificación para que haya un equilibrio con la escritura.
Pero bueno, al fin y al cabo es una opinión que como se puede ver hoy no coincide con la de JR.
Un abrazo
Amílcar Barca.
A mi manera de leer, al chorro lógico narrativo del Acoplamiento le falta un poco de consistencia ; a esta historia hasta le castraría algunas cosas para hacerlo impactante (Disculpen, a lo mejor es un maestro de las letras y yo una atrevida habladora de paja) . Sin embargo, este texto es el mejor que he leído de RA; o sea, que espero que siga robusto y erguido por el retorcido camino. A propósito dejo este link del video donde aparece el poeta Jesús Lizardo declamando su poema “ Las personas curvas”.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.co/watch?v=XfUDrorit-k&feature=related
Saludos, Judith pto. G.
Dejen la paja señores. Esto es un maricon de verdad y lo demas sobra.
ResponderEliminarAmilcar, amigo mío, respeto tu crítica. Como respeto lo que brotó espontáneamente del teclado del autor. Te invito amablemente a reescríbirlo mejor. A tu manera. Logrado esto, conversamos.
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