Rosie Inguanzo
La noche calurosa y el sopor en el barrio afea las fachadas; pero los aires acondicionados disparados en este restaurante no se justifican. La ventolera artificial sopla sobre mi cabeza; el frío cala y desvalida, sudan gélidos los cristales al chocar contenidos por el calor afuera. Me invaden la vergüenza, el asco y el desprecio. Las mesas inundadas por seres que consumen sin conmiseración –morirán groseramente- cavilo. Nuestros vecinos en la mesa continua me atormentan. El hombre grita porque no sabe, no puede hablar, y su mujer resopla entre el pan con mantequilla, los plátanos maduros fritos, el congrí y las masas de puerco fritas. Baja las cantidades que se le atragantan en el pescuezo (cuello tienen las vírgenes), con batido de mamey, y entre resoplido y resoplido hablan mierda a borbotones. Ella entierra sus uñas postizas y perladas en el pan con mantequilla sin percatarse que su arduo corazón trabaja el triple. Lo peor no es que sean gritones (me suenan los oídos y me pregunto qué me trajo aquí), lo peor no es que coman como animales, que eructen, que se tiren pedos espantosos, lo peor no es que cagarán gigantescos mojones de carbohidratos (la grasa que ingieren se queda ahí dentro), lo peor no es que sus mentes sean aún más nocivas, lentas como las digestiones interminables, dilatadas y ruidosas. Lo peor, no. Lo peor es que carecen de misterio. Si supiera que no me iba a sentir culpable después, con atomizador de pimienta acallaría sus comentarios racistas de ahora. Aaaaah! se burlan de la portada del Times con la familia Obama. Cuerpos voluminosos, desdén sobre la miseria atroz de sus imbecilidades diarias, de sus intempestivos gritos, sus risotadas estruendosas, sus letales juicios y animaladas sexuales, sus alientos: "Qué oscuridad en la portada" [...] "Vistes, vistes [sic] a la mona Chita"?! –dice apuntando a Michelle.
A. y yo intentamos una conversación:
La noche calurosa y el sopor en el barrio afea las fachadas; pero los aires acondicionados disparados en este restaurante no se justifican. La ventolera artificial sopla sobre mi cabeza; el frío cala y desvalida, sudan gélidos los cristales al chocar contenidos por el calor afuera. Me invaden la vergüenza, el asco y el desprecio. Las mesas inundadas por seres que consumen sin conmiseración –morirán groseramente- cavilo. Nuestros vecinos en la mesa continua me atormentan. El hombre grita porque no sabe, no puede hablar, y su mujer resopla entre el pan con mantequilla, los plátanos maduros fritos, el congrí y las masas de puerco fritas. Baja las cantidades que se le atragantan en el pescuezo (cuello tienen las vírgenes), con batido de mamey, y entre resoplido y resoplido hablan mierda a borbotones. Ella entierra sus uñas postizas y perladas en el pan con mantequilla sin percatarse que su arduo corazón trabaja el triple. Lo peor no es que sean gritones (me suenan los oídos y me pregunto qué me trajo aquí), lo peor no es que coman como animales, que eructen, que se tiren pedos espantosos, lo peor no es que cagarán gigantescos mojones de carbohidratos (la grasa que ingieren se queda ahí dentro), lo peor no es que sus mentes sean aún más nocivas, lentas como las digestiones interminables, dilatadas y ruidosas. Lo peor, no. Lo peor es que carecen de misterio. Si supiera que no me iba a sentir culpable después, con atomizador de pimienta acallaría sus comentarios racistas de ahora. Aaaaah! se burlan de la portada del Times con la familia Obama. Cuerpos voluminosos, desdén sobre la miseria atroz de sus imbecilidades diarias, de sus intempestivos gritos, sus risotadas estruendosas, sus letales juicios y animaladas sexuales, sus alientos: "Qué oscuridad en la portada" [...] "Vistes, vistes [sic] a la mona Chita"?! –dice apuntando a Michelle.
A. y yo intentamos una conversación:
-Yo no soy cubano. Yo no puedo enumerar cuántas cosas en ese disco duro de la identidad son falsas –dice.
-¿Disco duro de la identidad? ¿qué será eso? ¿no caduca? (cavilo mientras miro afuera) Va a llover. En cualquier momento rompe; fíjate qué cargado está el cielo.
–Normalmente, cuando tú aceptas que eres como tú eres ya hay una falsa conciencia.
–¿Por qué? –pregunto.
–Tú no eres nunca lo que tú crees que eres; siempre te estás retratando para una ocasión específica.
(Le mira el escote a Mariselle, la camarera que es una criollita de Wilson, su nombre prendido en un broche de plástico verde sobre el seno; yo también se lo miro guiada por sus ojos. Ella huele a colonia de violetas barata. Fresca como una niña.)
–¿No van a ordenar frijolitos negros con el arrocito? –dice Mariselle arrastrando los diminutivos, buscando mi aprobación; pero niego con la cabeza, y le agradezco que me pregunte a mí primero.
–He decidido ser flaca. (Lo miro y le digo a él la misma cosa).
– ...o retratándonos para una conveniencia ocasional –compruebo que a él le gusta lo que dice, goza su propio discurso.
– ...hasta se cumple en la cocina. Hay ciertos sabores que me son más afines; ahí están mi madre y mi abuela, las pizzería de La Copa, el guarapo de Regla, el bocadito de pasta de jamón en la cafetería de El Encanto. Quisiera salir de la sangre y de la tribu y poder encontrar a alguien fuera de eso, en una burbuja.
–Pero si todo ese discurso tiene que ver con el proceso de desarraigo, A.: "tú me rechazaste y yo me voy a comer el mundo". (Busco sus ojos pero me desestima el argumento). Eres por naturaleza un individuo irrestricto; no te suscribes a nada.
(Ahora sí me mira; qué fácil: apelas al ego y él obedece, redirige la atención, cae.)
–Ah, está bien –asiente.
–¿Por naturaleza o acondicionamiento? –pienso en voz alta, cuando un relámpago de afuera ilumina la mitad de su rostro escuálido.
–Lo que me separa del orgullo de ser cubano es una posición bélica, de rechazo. Como principio yo no quiero ser yo. ¿Por qué? Porque encuentro muchos aspectos del yo que son vergonzosos.
(Una voz fañosa, mal colocada encima de la nariz, atraviesa nuestra conversación como un latigazo.)
–¿Que, quéeeeeeeeeee? -grita mi vecina teñida de rubio amarillento con chispeantes uñas postizas rosa-plateadas, su vestido chillón bordado con perlitas y entallado en negro, su lujo arribista, sus soplidos y sofoques imponentes.
–No son malos -dice para sentirse menos culpable.
–No necesitan serlo; son nocivos. Son una plaga. Beben vino barato de aquí; son viejos e inmorales por ello. Me cago en su madre, gorda gritona.
-¿Disco duro de la identidad? ¿qué será eso? ¿no caduca? (cavilo mientras miro afuera) Va a llover. En cualquier momento rompe; fíjate qué cargado está el cielo.
–Normalmente, cuando tú aceptas que eres como tú eres ya hay una falsa conciencia.
–¿Por qué? –pregunto.
–Tú no eres nunca lo que tú crees que eres; siempre te estás retratando para una ocasión específica.
(Le mira el escote a Mariselle, la camarera que es una criollita de Wilson, su nombre prendido en un broche de plástico verde sobre el seno; yo también se lo miro guiada por sus ojos. Ella huele a colonia de violetas barata. Fresca como una niña.)
–¿No van a ordenar frijolitos negros con el arrocito? –dice Mariselle arrastrando los diminutivos, buscando mi aprobación; pero niego con la cabeza, y le agradezco que me pregunte a mí primero.
–He decidido ser flaca. (Lo miro y le digo a él la misma cosa).
– ...o retratándonos para una conveniencia ocasional –compruebo que a él le gusta lo que dice, goza su propio discurso.
– ...hasta se cumple en la cocina. Hay ciertos sabores que me son más afines; ahí están mi madre y mi abuela, las pizzería de La Copa, el guarapo de Regla, el bocadito de pasta de jamón en la cafetería de El Encanto. Quisiera salir de la sangre y de la tribu y poder encontrar a alguien fuera de eso, en una burbuja.
–Pero si todo ese discurso tiene que ver con el proceso de desarraigo, A.: "tú me rechazaste y yo me voy a comer el mundo". (Busco sus ojos pero me desestima el argumento). Eres por naturaleza un individuo irrestricto; no te suscribes a nada.
(Ahora sí me mira; qué fácil: apelas al ego y él obedece, redirige la atención, cae.)
–Ah, está bien –asiente.
–¿Por naturaleza o acondicionamiento? –pienso en voz alta, cuando un relámpago de afuera ilumina la mitad de su rostro escuálido.
–Lo que me separa del orgullo de ser cubano es una posición bélica, de rechazo. Como principio yo no quiero ser yo. ¿Por qué? Porque encuentro muchos aspectos del yo que son vergonzosos.
(Una voz fañosa, mal colocada encima de la nariz, atraviesa nuestra conversación como un latigazo.)
–¿Que, quéeeeeeeeeee? -grita mi vecina teñida de rubio amarillento con chispeantes uñas postizas rosa-plateadas, su vestido chillón bordado con perlitas y entallado en negro, su lujo arribista, sus soplidos y sofoques imponentes.
–No son malos -dice para sentirse menos culpable.
–No necesitan serlo; son nocivos. Son una plaga. Beben vino barato de aquí; son viejos e inmorales por ello. Me cago en su madre, gorda gritona.
Ahí están nuestra dieta y hábitos culinarios circunscribiendo nuestra conducta social: el chicharrón de puerco, buñuelos fritos enchumbados en almíbar de anís, pata de cerdo y panza de res, rabo encendido, potaje de frijoles negros, etc. Nuestras digestiones lentas y ruidosas, el espesor y la macicez de nuestras deposiciones, son directamente proporcionales a la solemnidad, la densidad y el tono grave de nuestro intelecto, la importancia personal, el jineterismo, la chivatearía, el desmadre, los niños balseros, la chicharronería, la misoginia, el racismo, la deshonestidad, lo antidemocrático, la incivilidad, el chovinismo, el derroche de hombría… (¡uffff qué nausea!).
–Y por eso voy contra un yo que me apabulla. Hay que escapar de esa trampa, men. Sino la nostalgia se me convierte en un pilar de sal.
(Entra y sale un relámpago de la pecera, retratándonos a través del vidrio ahumado.)
–Esta es la ciudad de los relámpagos. ¿Viste eso?; ¿quieres algo más? Estoy muerta de frío; no puedo con esto. Frío el cuerpo y el alma entrada a palos, me congelo.
(Mira afuera como si escapara de aquí, aunque el ambiente se matiza con Diana Ross…killing me softly...la oye y se entibia.)
–Sopa con ira (soplo con ira la sopa de pollo con demasiado bijol, aunque buena), sino la vida es una mierda –digo .
(Mira afuera como si escapara de aquí, aunque el ambiente se matiza con Diana Ross…killing me softly...la oye y se entibia.)
–Sopa con ira (soplo con ira la sopa de pollo con demasiado bijol, aunque buena), sino la vida es una mierda –digo .
Y qué buen final caramba, qué buen final; pienso que transcribiré esta conversación en cuanto lleguemos a casa. Porque casi siempre conversamos para alguien: ese observador imparcial, ese juez. Ése que decidirá quiénes somos, qué tal pasamos la prueba, la infamia. Soplo mi sopa y empaño la mirada, refugiada en mí misma, en él, en la dignidad impecable de la llovizna contra el vidrio.
ni se Como lleguen a este blog, bueno si, ya se, en Cubaencuentro o diario de Cuba, lo que se, es que esto que he leido me encanto y ya se que regressed para leer otros post, ya habit se todo see mismo asco por toda ESA gente ordinaria que habita Miami......, Justino, un cubano no tan cubano.......
ResponderEliminarsospecho que estas definitivamente en territorio canuck.
ResponderEliminaray, RI, flacuchón... que se te va a armar la gorda con este desaire a los cumayamistas gordos y comilones por parte de los tumayambaneros esbeltos de nutrido intelecto...
ResponderEliminarverás, cada vez que paso por mayami siento algo parecido... pero me ocurre igual en el versailles o en el cafecito de la esquina que en wynnwood o la playa... muy pocas veces me "parece estar a gusto siendo lo que soy", sea lo que sea, en cualquier rincón de la ciudad-estado.
y lo entrecomillo porque a no ser que esté con gente que me caiga muy bien y se rían de su propia sombra con la amplitud necesaria para ver el reflejo de su ridiculez inmensa en el contexto de la cadena alimentaria humana, cada día que me atrevo a decir "soy cubana", siempre añado que a mi pesar y el de ellos, mis compatriotas con o sin compota.
Fuerte y duro. Irreverente y real.
ResponderEliminarAmilcar Barca
Desprenderse de los lastres de la identidad es un paso doloroso. Es romper con conductas y pensamientos adictivos. Con hábitos perniciosos profundamente arraigados a los cuales es más fácil acomodarse que renunciar. La cubanidad tiene su cara hermosa. Hoy, sobre todo, cuando se ensancha con la experiencia transterritorial. Pero son más los estragos ocasionados por la historia en la personalidad nacional que las virtudes que podemos ofrecer al género humano. Proclamar "no soy cubano" más que un acto antipatriótico ha de verse como un gesto de emancipación hacia el encuentro con las vetas más nobles en el ser universal.
ResponderEliminarSer cubano..., alguna vez me dijeron que no parecia cubano pues no hablaba en alta voz, ni manoteaba, ni hacia bulla..., no me parece que debamos etiquetarnos nosotros mismos, y no me averguenzo de zer cubano...
ResponderEliminarLa descripción de la animalidad de estos personajes, sus instintos primarios, gases y jugos corporales han violentado inmisericorde mis emociones y mi noche. Este texto es una rabiosa y original cuchillada a la plácida postal que solemos tener de Miami, Guau!!!
ResponderEliminarSaludos, Judith G.
babbaro!
ResponderEliminarbuenisimo!! literatura para criticar los gorgojos en el cubaneo
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