¿Tienen cara las cosas?
La pregunta parece rara, pero es importante, si se quiere comprender la esencia de lo ético. Todo comienza con la filosofía de Emmanuel Levinas, para quien el Ser (del humano) es capaz de poder ver lo ético. En su Totalidad e infinito, en la sección titulada "Discurso", Levinas explora que lo ético del Ser es la posibilidad de ser-Otro, y cómo ese Otro en su irreducibilidad nos muestra -mostrar más que explicar, pues esa cara es por definición irreducible- la "eticalidad" del Ser. Levinas parte de que lo ética implica una óptica. Hay que saber mirar y el signo de ese saber es la cara: La cara del Otro me demanda.
Sin embargo, Levinas no es capaz de extender esa cara a lo no-humano. Es como si la filosofía fuese concebida por, y por tanto, para, el ser humano. Pero entonces se ha renunciado al trabajo crítico antes de comenzar. En una de sus entrevistas Levinas responde a la pregunta "cuál es la cara de un animal" diciendo que "un perro puede tener una cara", pero inmediatamente añade que "no sabría decir si una serpiente tiene una cara". Es casi como si Levinas acepte el argumeno evolucionista: Podemos ver una cara en un perro, pero solo porque el perro imita nuestra cara (biológicamente el perro se ha montado un personaje genéticamente para interactuar con el ser humano). Le queda a uno un sabor antropocéntrico, pero no queda justificado. Más bien el asunto huele a narcicismo acrítico.
¿Qué cara?
La respuesta ha sido explorada por la filosofía hindú hace al menos dos milenios. La idea de ahimsa o no-dañar explora lo ético no desde una aprioricidad de lo moral, sino desde una exploración de la esencia del Ser que sería muy problemática para occidente: Ser es, sin diferencia alguna, ser todo. En términos levinasianos, esto significa que todo tiene una cara.
Lo ético consistiría en saber comprender las caras (desconocidas) de las cosas. Desconocidas porque no es sencillamente tan fácil. La pregunta que impera es ¿qué no es mi cara? Lo paradójico es "descubrir" una cara y terminar cara-a-cara la mía (y ese espejo facético nos persigue). Esta es la hipótesis del selfish gene de Dworkin y otros eticistas como Bill Hamilton y George Williams: somos altruistas porque somos egoístas.
¿Cierto o falso?
Falso. No es por huírle al yo que se escapa el poder apastante del yo. Después de todo somos, aburrida y evidentemente, YO. Comprender al Otro levinasiano es poder verme en el (lo) Otro. Ese ejercicio termina por limar el borde de la densa materia yoísta. Ver el yo de las cosas sería un imperativo de la filosofía janinista de Majavirá. Pero no por huírle a nuestra cara. Podemos extenderle una cara a todas las cosas (no importa que sea la nuestra). Con suerte, poder ver el YO de las cosas.
Ese principio ético queda patente en el Isa Upanishad, VI:
Quien ve a todos los seres en el Ser y el Ser en todos los seres, nunca se aparta de él (el Ser).(Continuará...)
Pero yo he estado de cara a cosas que no tienen cara.
ResponderEliminarLas caras de ortos de los políticos me parecen las mas obvias y repugnantes pero estaré alerta a la continuación de este tema para descubrir otros rostros.Gracias por tomar tu tiempo en escribir estas cosas tan particulares. Chao. Judith G.
ResponderEliminarAlto vuelo.
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