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Curadoría y texto: Eduard Reboll
En el
antiguo Egipto, la diosa Bastet se representaba con cara de gato y era la
encargada de dar felicidad y armonía al hogar. En su vida peregrina, Mahoma,
cita en sus Hadith (dichos del Profeta) que hay que respetarlos y cuidarlos
bien; se dice que, su gata Muezza, sí entró en el Paraíso gracias a la confortabable
compañia y ternura que le ofreció. Pero los gatos de Teresa Ortiz (Guantánamo,
Cuba) no llevan la religiosidad de la cultura del Nilo, ni el rostro apacible y
taimado de las tierras del Islam. Sus gatos, más bien, parecen sustraídos de la
picaresca española, del tratado medieval de Le Livre de chasse de Gaston
Phoebus, de la línea clara y volátil de lo narradores de cuentos japoneses como
Kitamura, o artistas de la talla de Yoshitomo Nara. Estos
felinos juegan o se pasean por el mundo montados mayoritariamente en bicicleta…homenaje directo a su octogenario padre
que reside en Cuba y aún no la ha abandonado en su recorridos por la ciudad -intentando
humanizar la vida cotidiana de su entorno. Hacen malabares, socializan entre ellos, van de excursión,
ruedan por caminos circulares, prueban distintos biciclos hasta el punto de
escoger la última versión en carritos Toys “R” Us, para llevar a sus bebés.O consiguen, incluso, soñar
que pueden ser actores importantes y rodar películas (hay composiciones que
recuerdan escenas del E.T de Spielberg)
para la industria cinematográfica de Hollywood. Pero,
puestos a especular, podríamos también hacernos las siguientes preguntas: ¿Son más
gatos o son más “gatas”? ¿No les produce la impresión que, cuando están en grupo,
imitan más a una manada de sus enemigos, los ratones, que a su propia especie?.
¿Por qué a veces los desfigura con su trazo como gatos-búho, gatos-lince, gatos-hombre,
gatos-zorro o gatos-ardilla?. ¿Qué hay del anti-gato que nos muestra que nada
tiene que ver con la independencia, soledad o nobleza de los que acariciaban
escritores como Hemingway en Finca Vigía, los que canta en su oda Pablo Neruda,
o los que revueltos en la casa acompañaron al mexicano Carlos Mosniváis hasta
sus últimos días? Gatos
al fin y al cabo. Domésticos o protagonistas como lo han sido a lo largo de la
historia del cómic y el cuento: el gato Félix, Tom (& Jerry), Garfield,
Pumby, el del Dr. Seuss, Hello Kitty, los Aristogatos, El Barón, etc. Pues bien,
aquí les dejo con el gato (…o la gata) Ortiz. Llegó desde la más tierna
infancia guantanamera, cruzando el charco en bicicleta y esparciéndose por los
tejados y calles de la ciudad de Miami, o por la que, en estos momentos, tenga
Ud. en sus sueños dibujada en un papel.
lindo, Eduard. cojonudo, tierno y gatuno. que me perdone teresita
ResponderEliminarq lindo!!!!
ResponderEliminarEdiciones Union saco una antologia 2008 Un libro con muchos gatos (y bastantes maullidos) pub en Colombia. justo estoy leyendolo con mi hija menor y le gusta mucho.
saludos para todos los mayameros
inge
Interesante muestra, y la inquietante promesa antropomorfa. RI
ResponderEliminaruff los gatos, sensualidad asexual y todo ojo felino, paso...y este comentario va para el relato de Ernesto González, que tiene candado puesto... chévere el fragmento, con descripciones tan ricas en detalles idos que te sopapean el desconcierto de leer una narrativa que va suelta, a galope, sin restricciones...
ResponderEliminarEchate esto Alfred:
ResponderEliminarConocimiento y arte: Una práctica sobre lo concreto.
Lunes 05 de Diciembre de 2011 18:06Ángel Velázquez Callejas.
Acabo de devorar las 87 páginas de los ensayos que componen la estructura discursiva del interesante libro del pintor cubano Waldo Balart La práctica del arte concreto: el camino hacia el conocimiento europeo (Aduana Vieja, 2011), cuyo texto fue presentado exitosamente el pasado martes en la librería de Coral Gables “Books and Books”.
Bajo un esclarecedor prólogo de Alfredo Triff, la plataforma discursiva del libro desarrolla cuatro tópicos esenciales. Tópicos-estructura bajo la visión paradigmática del concretismo en la obra pictórica de Waldo Balart. Primero, lo “simbólico-místico”; segundo, el paradigma “racional”; tercero, lo “revolucionario/vanguardista”, y cuarto, la “sensibilidad global de la información instantánea”. Ellos conforman un sistema de pensamiento muy bien estructurado, que de principio a fin establece coherentemente el significado de la obra pictórica de Waldo.
Lo que me llama la atención de esta obra es que yo pensaba que el arte había superado definitivamente la idea de los paradigmas, la idea de conocer el arte. Pero veo que no. Waldo afirma categóricamente desde el principio: “Yo pienso y siento instintivamente en sistema”. Por eso su obra ensayística, su punto de vista teórico sobre el arte, parte de un concepto de la ciencia como paradigma. Y no es que esté mal el uso de un concepto como éste, sino que acarrea una contradicción a la hora de asumir el arte como mística.
Algo así le sucedió al eminente filósofo checo Karel Kosik. No pudo solucionar la contradicción interna de la totalidad concreta. En uno de los más versátiles estudios filosóficos sobre la realidad concreta, “Dialéctica de lo concreto”, Kosik no pudo ofrecer finalmente una visión adecuada sobre el misterio de esa totalidad concreta. Eso sí, pudo argumentar mejor que nadie cómo la realidad concreta emerge de la totalidad. Pero el arte, el misterio que encierra esa totalidad, no pudo ser argumentado. Kosik tuvo que callar.
Ante esta situación sin remedio, Wittgenstein ha dicho en su “Tractatus Logico Philosophicus”: “Hay cosas en este mundo de las que no se puede hablar. Sólo experimentarlas, sólo vivirlas”. Es decir, que el mundo, la totalidad, es el mayor misterio.
La sensibilidad artística de Waldo es tremenda. Pero al sistematizar el misterio simbólico del color su propuesta pierde sentido. Por lo demás, su obra ensayística es encomiable.