Amilcar Barca
En mi casa convivíamos mis hermanos y los huéspedes. Cuando uno nacía huésped debía irse para dejar sitio al nuevo. Cuando yo nazco…se acaba la casa de huéspedes. –David Trueba
Así será el CCE y con el juego metafórico abierto. Y si bien la RAE (Real Academia Española) me puede jugar una mala pasada con la afirmacion y confundirla con la de “lenocinio”, nada más lejos. Ayer María Palacios dio una lección en su regencia del CCE: aprovechó el espacio en construcción y dio la salida a un inolvidable preestreno de dos albañiles. Fue un plató improvisado. Y qué mejor acogida para un cineasta que los focos y el micro rebelde de Chediak que amplió sus conocimientos y su tos mientras conversaba. O las sillas altas de director de escena, o el diseño wanted del cartel que advertía a ambos protagonistas que formaban parte de la familia Dalton. “La verdad es que de pequeñito creías que eras uno más de mis hermanos” le dice David a Nat. Y comienza una charla donde, la anécdota inolvidable, la amenidad y el humanismo convivieron a lo largo de dos horas. El anfritrión fue honesto en su relato cuando habló de la parte literaria del invitado dirigiéndose al público: “Ya sé que ustedes pueden pensar que yo sólo hablo de cine o que me paso el día viendo películas; pues bien, es cierto…pero...” Este “pero” no le sirvió de nada porque al referirse a su novela Saber perder, la señaló como "película”. Más tarde matizó “la he leído en inglés”. David es un enfant terrible silencioso. donde va de género a género y de oficio a oficio sin culpabilidad. Puede ir de guionista con Alex de la Iglesia y hacer Pedita Durango o adaptar de Javier Cercas la premiada Soldados de Salamina, dirigirla e inmortalizar a Ariadna Gil. Hacerle un documental inolvidable a Fernando Fernán Gómez –que por cierto no salió a la palestra ayer, o a los propios balseros con el cual ganó un Oscar. Escribir novelas que las leen los que nunca leen y pegan patadas a un balón y ganan el mundial con la selección española. O mentirnos con vileza socarrona acerca de un nuevo síndrome donde un niño se siente padre de sí mismo, y hacer creer a los lectores en El País que ya habían oído hablar de ello “pero les hacía falta que alguien como yo se lo hubiera confirmado", dice con las piernas cruzadas y sin el menor gesto de petulancia. Pero lo que mejor hizo ayer fue de entertainment y dedicó un homenaje a dos grandes –bueno, en cine este adjetivo es siempre relativo– con sus relatos cortos. Dijo que tuvo la suerte de conocer a Sam Pekinpach acariciando la barriguita de su hijo y anunciándole de inmediato su nacimiento, o inmortalizar a Jess Franco, director y productor español de peliculas B – del cual “Tarantino es un gran admirador”–matizó Trueba. Sobre sus métodos de trabajo para rodar tres películas al mismo tiempo dijo: “una de terror, una de terror erótico y una erótica”. Pues bien, al final Freud tenía razón: empezamos con sexo y acabamos con él: ayer fue una lección de líbido su presencia, si bien aquí la RAE matiza: raíz de las más variadas manifestaciones de la actividad psíquica. Pués bien la mía se llenó hablándome de su “casa”.
Gracias por la reseña, Amilcar
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