Abro con una (aparente) incongruencia: la modernidad NO ES moderna.*
La modernidad (M de ahora en adelante) es una época que "arriva". Y para hacerlo debe ser anunciada como se anuncian las épocas; por una generación preclara (las tres figuras que siguen así lo demuestran).
Entra F. W. J. Schelling (circunspecto e impertérrito) en Las edades del mundo. Encontramos este raro augurio:
... el futuro ya ha comenzado.
Le sigue un bautismo temporal de G. F. Hegel en su Filosofía del espíritu:
... nuestra época marca el nacimiento de un nuevo período.
(lo da la confianza romántica de sentirse nuevo; ser moderno es exactamente eso).
Una nueva forma temporal se presenta; el futuro-en-ciernes, que casi se vislumbra detrás de la neblina del más allá. Esta seguridad de M es su reserva inaudita.
Empero el futuro de M no sería posible si esta no fuera capaz de agenciarse a sí misma su derecho a ser y estar (se llama autonormatividad).
M básicamente se declara ella LA ORIGINAL, apropiación de tutti a pulso. Y lo anuncia por boca de Novalis (alma desolada aprés del futurismo; de los tres iniciados, el más voluble y mineral):
Todo futuro siempre ha de quedar detrás de sí.
El imperativo histórico de M es mantener el reclamo viable que justifique la incongruencia entre dos polos en pugna: la expectativa futura y la realización tácita del presente
(Suena la "ansiedad de tenerte en tus brazos" de los modernos).
Dicho impasse es, además, talón de Aquiles de toda utopía.
A este punto de M nace la crítica (y ese otro discurso llamado estética).
¿Qué es crítica? M, narcisista ella, llamando la atención de todos los presentes.
¿Cuál es la función de la estética? Ayudar con la construcción del pegajoso e inmanente devenir de M (por arte de magia aparecen la belleza y lo sublime, mellizos consentidos).
Interludio: Una vez oteado el futuro no queda más remedio que mirar atrás, comparar y deprimirse.
Para esta vuelta a-lo-que-fue llega Walter Benjamin y su Tesis de la filosofía de la historia. Su estrategia es dislocar el continuum de M, explorando "el más allá" de su pasado, que es como una pre-historia (nada se sabrá de esa época interminable).
Desde el momento que M se normativiza, se separa de lo anterior... del pasado (el escurridizo FUE).
¡Pero M no tiene pasado! Ciertamente. Solo podemos declarar axiomáticamente un antes de M (llamémosle AM).
¿M es solo AM?
Y con permiso de Jiménez Leal (¿existirá PM?
Benjamin propone una confrontación anamnéstica. Pero primero debemos reconocer la injusticia irreversible de AM (los sufrimientos de todas las víctimas anónimas de la prehistoria, dígase es un sufrimiento que no puede sufrirse, porque ya NO ES).
Y con permiso de Jiménez Leal (¿existirá PM?
El fragmento de Benjamin merece citarse en su totalidad:
Volvamos a la paradoja: ¿Existe PM? No, no puede ser...
Hay un cuadro de Paul Klee que lleva por título Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de marcharse, sus ojos desmesuradamente abiertos, la boca abierta y sus alas extendidas. Es el ángel de la historia que mira hacia el pasado. Lo que contemplamos como una larga serie de hechos históricos, es para él la catástrofe de ruinas amontonadas a sus pies. Quisiera el ángel despertar a los muertos y reparar la destrucción, pero desde el paraíso sopla un fuerte viento que enreda sus alas. Es el huracán que lo empuja irrefrenablemente hacia ese futuro que llamamos progreso.Para el nostálgico crítico no queda otra alternativa que reconciliar esa prehistoria brutal con la memoria. Creo que existe otra solución (pero esa exploración la dejo para otro momento).
Volvamos a la paradoja: ¿Existe PM? No, no puede ser...
PM no es un aprés; es ¡la decadencia de M!
Algo pendiente, ¿hay época sin algo que la preceda?
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* Lo anterior se inspira y a la vez contradice la tesis de Jurgen Habermas en su Discurso filosófico de la modernidad (1985).