Ser padre sería fácil visto desde su rol atávico de proveedor o de progenitura genética. Sin embargo, cuántos padres que no lo han sido por circunstancia involuntaria, al final se han convertido en polo magnético de vidas indecisas. Es indispensable el mano a mano del ejercicio paterno, el sentido magisterial de la filiación gestora, la intervención oportuna anticipándose al nuevo ensayo de vida, porque lo que prevalece es la sombra alargada sobre el futuro. La procreación no es el punto vital. Éste, en realidad, es apenas un gesto biológico premeditado o fortuito. Lo que vale es brujulear sobre el horizonte humano. La responsabilidad de no repetirnos arbitrariamente. Un esfuerzo de trascendentalismo genérico. El hacerlo con conciencia y nobleza, negándonos las oscuridades y las dudas, es a lo que en definitiva llamamos con justicia paternidad. Esa maniática utopía de intentar mejorar lo precedente y que a la larga es continuar siendo padres de nosotros mismos. Sin perder de vista que en algún punto de la descendencia, tanto como padres o como hijos, hemos de pactar la diferencia. (JotaeRe)