Amílcar Barca
Desde que lo vi por primera vez en blanco y negro e interpretando a Terry Malloy en los muelles de New Jersey, a Stantley Kowlasky en la calurosa y húmeda ciudad de New Orleans, bajo el apodo de Johnny con su chaqueta de piel negro a lomos de una Triumph recorriendo las carreteras americanas, hasta el silencio apasionado fornicando por el ano a Maria Scheneider con un pedazo de mantequilla -algo ácida dicen algunos- a las órdenes de Bertolucci en el cine, siempre me atrajo como aquel actor conseguía levantar o destruir hasta el puro desconcierto, los personajes que investía. Lo que más cautivó mi atención fue ver aquella mole masculina derramar lágrimas. Advertir los movimientos de saña en secuencias donde la violencia era pura estética a golpes de puño y gritos. Adoptar formas de rebelión voraz frente a los injustos en Queimada o Viva Zapata o como capitán en la rebelión del navío Bounty. Observar la cadencia de la voz y el rostro vestido impecablemente con pajarita y esmoquin en El Padrino, o de coronel Kurtz, loco y profeta al mismo tiempo, en la jungla de Vietnam. Incluso comprenderlo ridículo frente al autoritario Charles Chaplin – el reverso del personaje Charlot cuando se ponía detrás de un cámara- junto a Sofía Loren en La condesa de Hong Kong.
Pero aprovechando estas vacaciones navideñas en la isla de Lanzarote, bajo el efecto del paisaje que crea la unión de la lava negra y el mar, pude disfrutar de los desequilibrios fríamente contados sobre su azarosa existencia llena de mujeres que ocupaban su cama sin pretenderlo, sus peleas constantes con los paparrazzis, su cinismo, burla y bromas con los más allegados, el amor por el bongó y los ritmos de la Habana, sus juicios y demandas interminables, sus causas perdidas con los judíos, los sioux, los afromericanos o los propios niños en la UNICEF, sus relaciones con los Kennedy, el capo Gotti, el actor Montgomery Clift…, su discípulo atormentado James Dean, su admirado rival Lawrence Olivier, su amiga Marilyn Monroe, el mejor cineasta y delator en la era Macarthy, Elia Kazan, su gran maestra de interpretación Stella Adler –“De Lee Strasberg, de Actors Studio, nunca aprendí nada y siempre se aprovechó de mi”- las peleas con sus innumerables directores de escena, la relación amatoria con la marihuana y el whisky de malta, la trayectoria a través del diván con varios psicoanalistas, la educación de sus once hijos declarados –sin contar los atribuidos-, sus amigos bajo la condena del suicidio, y una gran pasión por los ice creams de chocolate o, simplemente, por observar las estrellas en su retiro de Teiratoa sobre la cama blanca que le ofrecía aquel arrecife tahitiano. En Las canciones que mi mamá me enseñó, su biografía oficial, editada a golpe de cheque por Random House al cumplir 70 años y transferida por Robert Lindsey, 1994, este monstruo de la pantalla va enmendando algunos pasajes de su vida donde lo hiperbólico, la lucha en busca de su paz interior, y el sufrimiento infantil porqué sus padres fueran alcohólicos, ha permitido que concluya el año con la finalidad de que cada cual siga siendo quien es. No vaya a ser que, por negarnos a nosotros mismos nuestros fantasmas y nuestra neurótica vida emocional, perdamos la gran oportunidad de lo que hubiéramos querido ser. Ah! se me olvidaba una acotación de Bud su apodo para la familia y los amigos: “A mí nunca me gustó la profesión de actor, siempre lo hice por dinero”… you know.
9 comentarios:
http://www.huffingtonpost.com/2011/01/10/marlon-brandos-outrageous-excuse-for-missing-charlie-sheens-birthday-party_n_807041.html
Dear Charlie,
I'm feeling like a very large turd on a very thin stick. I'm holed up in bed and taking everything from sled dog urine to powderde East Indian vulva — maybe won't work tomorrow if I feel the same.
I really feel bad for not showing up at your birthday bash but I really feel shitty and best stay in bed. I don't have much of a selection. I'm sure it will be a kick in the ass and I hate to miss it —
Happiest of birthdays to you, Charlie
Love,
Marlon
Apelando al hedonismo más superficial, homocéntrico y egoísta: yo le hubiera pagado para que "actuara" conmigo en su época de "Un tranvía llamado deseo". 'Nuf said...
sweet & funny guy!
Mientras su aura refulgió, otro grande, el Newman, creció entre arbustos, aun siendo de la misma escuela. Marlon supo condensar bajo su piel toda la esencia de una sociedad específica. Es la gracia con que fue dotado. Un recipiente perfecto del sentido de lo trágico en la modernidad. Por ello comunicó con tanta certeza las angustias y las tensiones de un modo de vida, de una mentalidad, de una idiosincrasia por momentos inaccesible para la percepción foránea, universalizándola con astucia y temperamento crítico, encarnando a cabalidad las exigencias del intelecto creador de la época. Como animal de pantalla podía ser dirigido, pero su mejor coach fue siempre su propio instinto. Su legado ha logrado redefinir el misterio del histrionismo.
Hermoso texto, Amilcar Barca.
A Amilcar se le le salio la pluma!
Amílcartion, desde que discutimos en el avión, se ve que el tipo te llega. El Brando es un monstruo y hace tiempo que no lo retomo. Es hora y gracias a ti.
Bravo Pedro F.B.!
A.B., es la persona/actor atrapado por e lente, la fuerza, la resistencia de ese animal viril e indomable que fue bajo la mirilla.
Bah, no era tan grande na'. Yo era mejor que él, pero no alcancé la era del cine hablado. Claro, soy el amigo Luzbrillante, ja ja ja!
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