martes, 18 de diciembre de 2018

Gabriel Orozco: La fama carcome las ideas

Black Kites, 1997 (el pre-Hirst sin diamantes)

alFreDo tRiFf

(publiqué este post en 2010, y lo refrío a partir de una discusión con un amigo sobre el artista mexicano Gabriel Orozco, él a favor, yo en contra)
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Gabriel Orozco tiene una retrospectiva en el Tate. Y hay bulla con eso.* Pero me parece que se exagera la poética. Existe una política de inflar a ciertas figuras. Lo hacen los curadores y usan el jargon oficial de la disciplina. Parreno infló a Koons en un Art Basel en Miami (el que escribe estaba presente) diciendo que Koons era "una fuerza democratizadora para el arte contemporáneo" (¡Koons, el über capitalista!). De Orozco, Buchloh ha dicho que el primero "ha redefinido el valor de uso de la obra de arte" (como si Orozco no viviera de la venta de sus obras).

El proceso que he llamado artejudicación, es un proceso epifánico, seudo-poético, con visos míticos.    
Orozco es beneficiario

Y no es que no tenga talento. Disfruto al Orozco temprano de obras ingeniosas,

La DS, 1993

Horses Runing Endlessly, 1995 

hasta que a fines de los 90 se vuelve dicáctico, 

Ping Pond, 1998

incluso anémico:

Chicotes, 2010

De la misma manera que se espera el gag (o gancho) en la comedia, en ciertos estilos de arte contemporáneo se espera, con cada Vernissage, un uppercut a la quijada. A Orozco lo fueron empujando hacia el lado ponderoso de "la teoría del objeto" -culpa del pedagógico de Buchloh.

Por eso Orozco sigue en su labor de estirar el duchampismo hasta donde pueda, pero el coeficiente de duchampiano de elasticidad ya no da para más. Para amortiguar ese problema, ya un curador reciente ha dicho que para Orozcono no hay "... nada es puro o esencial" (qué tontería). Hasta la palabra "deconstrucción" -que he comenzado a odiar- aparece en contubernios con el artista mexicano. 

Es difícil seguir la apología que ha construido Benjamin Buchloh alrededor de Orozco (Buchloh es tan severo que no permite que nada escrito por él salga del reducto sagrado de MIT Press). Lean este párrafo lapidario que Buchloh le regala a Orozco:
Lo que primero perdió el objeto [de Orozco] fue su inmutabilidad ... su fuerte promesa de producir valor de uso. Ahora los objetos se definen como totalmente efímeros, su mera función era realizar un trabajo temporal para generar valor de intercambio.
¡Qué ortodoxismo por favor! (salido casi verbatim de un manual de economía política de Bukharin).  Esta foto de Orozco titulada Betabel hecha por tierra la tesis de que Orozco persiga redefinir el valor del (lo peor del arte contemporáneo es su mala fe).

Con estos ruidos, el Orozco de ahora se ha vuelto más didáctico, analítico, casi aporético (la mesa de ping-pong con agua en el medio es ejemplo fehaciente). Con tantas ideas usadas y reusadas Orozco ha perdido su levedad (esa frivolidad duchampiana que entretenía).

Detrás de la muestra de MoMA en 2010 se percibía una mezcla de agobio y soberbia, el juego al arte contemporáneo y sus opciones imponentes y reificadas (estilísticamente muy siglo XXI). Paradójicamente, dos meteoroides del arte contemporáneo, Orozco y Hirst, arriman peligrosamente sus órbitas.  El primero desde un arte-de-no-hacer tercermundista, el segundo desde un arte-de-no-hacer primermundista.

Aquí está la prueba:

 Hirst, Sphincter paintings, circa 1990s

Orozco, Piñanona, 2013

(para ser más precisos, en este caso es Orozco quien se acerca a Hirst)

Matrix Mobile (obra noventosa y gigante) derivativa de Horses y Black Kites 

Prefiero el Orozco temprano a este casi-tardío (¿cómo será en 10 años más al paso que va?). Lo desdichado es que Orozco no puede volver atrás: No puede hacerse menos didáctico (sería no-duchámpico), no puede hacerse más HardEdge (sería muy rígido), no puede hacerse más NeoGeo (sería, bueno, demasiado obvio).

Un maldito decimonónico lo dijo: La fama carcome las ideas.

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*Jessica Morgan de MutualArt.com publicita el show en su blog, arriba, como "funny, striking, and thought-provoking", palabras estudiadas, pero que no dicen nada.

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