Foto: Pedro Portal
1. Aquí en el subtrópico el otoño se establece una mañana cuando no hará falta el aire acondicionado, para después, renuente el verano extendido, alternar con días cortos y calientes, ráfagas sofocantes y una quietud expectante del aguacero repentino, del siseo del agua, goterones con prisa -sube un humito del asfalto calcinado. Pero la luz se torna plateada y aún bajo el sol rajante de las 2pm una brisa fresca se escurre bajo la terraza, en la mecida de las ramas. En el penthouse 4 una brisita feliz y una tajada de luna rasgada colgada en el cielo raso de los rascacielos. En el estereo Preludios de Chopin, y es que cada estación -sino cada instante- tiene su partitura (los Nocturnos son de un tristísimo invierno), su atmósfera sagrada, su soledad, su cielo. Aquí los atardeceres mejoran en otoño –si es que puede mejorarse lo perfecto, lo impecable de estas puestas extendidas sobre la planicie de los pantanos del sur, la ciénaga sofocada por lagos artificiales, paleta de morados, ocres y azules untados en plata y oro sobre el error humano: los condominios monocordes, las palmas impuestas y los famélicos árboles maltratados por el verano. La ciudad incongruente se adosa a la belleza. Sobre las urbanizaciones cookiecutters de Westchester, nubes preeminentes atravesadas por todos los colores del espectro. Al poder público habría que castigarlo; erosiona las puestas. Ah pero las vistas desde la carretera hacia el sur se merecen un suspiro, un preludio cualquiera de Chopin bien sirva para rifarlas como visiones entrañables de mi mundo. 2. De mudada, una estrena la mirada, se pierden las coordenadas del paraje íntimo, se inaugura espacio amable y los libros se revuelven en el librero, saltan releídos y subrayados Ficciones y Mishima o la visión del vacío, y con ellos escepticismo epistemológico, sagas escandinavas y un alumbrón quimérico: el otoño me asegura el irremediable debilitamiento de mis facultades (eufemismo de la muerte). Una queda rala como un árbol. Aún ¿se puede amar más la vida? ¿el tiempo en todas sus acepciones barrocas: alegre primavera, braza helada, blanca cumbre, tiempo airado, edad ligera que nos volverá tierra, humo, polvo, sombra, nada? El otoño es Carpe diem y el invierno Memento mori. A quien el genio polonés no alivie del exceso de conciencia, quien no interprete a Chopin para sus paradigmas, quien no regrese a lecturas sacramentales, quien no escriba duda sobre verdad y discrepe con lo que se cree, quien no caiga en la incertidumbre del teclado y balbucee con impunidad sus palabras, aún queda a merced de sus instintos.
10 comentarios:
Un privilegio echar la mente a bolina temprano de mañana o al atardecer en las latitudes tropicales (mejor cerca del mar) cuando se acortan los días... Gracias Rosie. Saludos.
MI
Lindo, Rosie. Plazo hermoso este cuando a partir de entonces somos otoño. Tiempo que sigue guardando utopías aunque estemos más cerca del polvo.
Gracis, Rosie. El otoño siempre ha sido mi estación favorita. Lindas tus palabras.
lido y cierto
un besito
la foto tiene tremenda envolvencia.
Gracias por recordarnos que en el trópico también se siente el otoño. aunque de manera diferente. Es muy curiosos....
Un beso.
Bello texto sobre esa etapa de transición hacia la muerte que simboliza el invierno, y la esperanza de la primavera, el pico de la vida,
para (in)completarse una y otra vez.
saludos
ernesto
el otono del norte empieza con nubes cargadas de plata delineadas de blanco y por todas partes el amarillo y el rojo y luego zas, de noche tienes frio.
el de miami es crujiente en la visibilidad, dulce en el sabor dejando atras el salitre. empieza el letargo en ambos lados y se tiene uno que agitar en el hacer, o queda como la luz que se reduce y las hojas que caen.
ME QUEDO A MERCED DE MIS INSTINTOS, QUE ES LO UNICO QUE SIRVE. MUY BONITO ROSIE.
Bello Rosie. Estoy de vuelta al mundo del blogueo :)! Un beso.
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