om ulloa
mientras esperaba que el viejo terminara de arrancar el trapiche portátil, me puse a pensar que dios es el más popular personaje ficticio de todos los tiempos. el viejo —colombiano, sudoroso y oloroso— se encabronaba más y más con el generador que no quería funcionar y susurraba entre dientes, para que yo no lo escuchara: ay dios, diosito lindo, echa a andar esta vaina. y me imaginé a dios ocupado en ser esa mosca en la pared testigo de la mayoría de la actividad sexual de los angloparlantes del mundo —oh my god, oh god, fuck yeah, oh god— tan ensimismado en su labor voyeurística que no quería responder al llamado a ser de pronto también mecánico de trapiches de guarapo en una callecita miamense. ya la lluvia me salpicaba y pensé en lo agradecido que estaría ese todopoderoso voyeur de que en esta ciudad no lo llamen tanto a la hora de templar, porque los papis y las mamis aquí son los preferidos testigos urgentes de la noche caliente… y brrmmm, el trapiche arrancó y el vaso se empezó a llenar del líquido verdoso y miré al cielo, buscando a ese SerOnoSer que habita la atmósfera terrestre con su ojo de buey manso, agotado y saciado, harto de tanto pedigüeño aquí abajo.
no me gusta el guarapo ni el dios de las biblias, coranes y demás libritos. detesto ambos productos por empalagosos y almibarados en extremo, pero respeto que sean ambos necesarios alimentos para eso que llamamos cubano de a pie. y a mi padre, el diabético cubano sentado, se le había antojado uno, así que salí a buscarlo, el guarapo. y a dios me lo topé de paso, pensante como estaba en el concepto porque acababa casi de bajarme del avión —donde me hube de persignar varias veces entre las constantes sacudidas del ave férrea que se medio inclinaba en medio de lúgubres nubes y zarpazos de luces mientras con el pulgar pegado en la boca mi mente en pausa vislumbraba el fango de los everglades y los cocodrilos y los explosivos mangos bajitos con los que no quería despedirme de la carne que me envolvía. y ya, desde que pisé tierra y di gracias a mi “dios”, un héroe-bola-de-humo que nunca dictó librito alguno, la misaescena cultural me había empezado a abofetear todos los cachetes y las cachitas que tengo de sobra.
y es que dios y yo deberíamos (y a veces los somos, confieso) ser buenos amigos a estas alturas del juego. su invisible esencia varón dandy fue mi héroe de la infancia, aunque entonces fuera un errolflynero protagonista del librito negro que abría mares y subía y bajaba del cielo cada vez que le daba la gana. era mi razón de niña disidente creer en el dios burgués de manos afeminadas —un toque marica con sus vestidos largos, su barbita bien cuidada y sus ojitos azules de gringo aventurero y defensor de los buenos y sufridos— y no en el dios con verde peste a militar que nos aburría en el podio hablando mierda, como decía mi madre. y como fiel admiradora de mi dios galán con poderes y sandunga lo llevaba en mi boquita a cada rato a pasear por la playa de bueyvaquita, para no ahogarme. y lo colgaba conmigo del techo cuando me subía a espiar a los vecinos, para que no me resbalara entre las tejas mohosas. y le daba la mano cuando me sentaban de penitencia en el sillón de rejilla, al lado de las arecas, encima de las lagartijas y debajo de los murciélagos. pero mi dios zorro tropical que tanto me gustaba empezó a censurarme con cara y bigote de falangista y a prohibirme placeres a diestra y siniestra, como el otro dios barbudo del podio y los discursos sociomilitaristas. y la adolescente buscó otro dios, varios, a ver qué ofrecían, pero todos prohibían y sus biografías siempre terminaban fantasiosas, exageradas, pura baba celestial sin verificación y datos contundentes. y la mujer dejó al dios atrás, como otros tantos recuerdos, como otras tantas diosas, como migas de pan dulce en un bosque lleno de bestias.
en los aviones, sin embargo, “mi” dios siempre regresa —aunque ya bastante chocho, meón e impaciente, incapaz de resolver mucho de lo que le plantean— y se apodera de mis manos que hacen cruces de filigranas y rosarios urgentes entre el paréntesis de una revista de vuelo y un pañuelo que luego hará de tapaboca anti gérmenes. este mi dios es un desconocido para los que en ese incierto destino boingboing siempre me acompañan. no se viste como ellos ni habla sus idiomas civilizados porque fue hecho a mi medida foto-gráfica: tamaño postalita con superficie mate, voz ronca que se expresa en íconos y símbolos por encima del borde del retoque y gafas de ojos profundos pero sin pupilas… el mero mero eye of god, oh yeah, my god, fuck yeah, god… quien tan cerca de las nubes y tanta basura cósmica se alborota y con limpia fuente ArialSansSerif solícito siempre garabatea su nombre y apellido en mi piel: Miedo de SerOnoSer.
Om Ulloa, la felicito. Creo que es lo mejor que he leído de lo publicado por Ud en este tumiamiblog.
ResponderEliminarSaludos, Jacobo
Omu: cáustico, nietzscheano.
ResponderEliminargracias al dúo de comentaristas, se agradece el efuerzo
ResponderEliminarjacobo: con ud. nunca se sabe cómo viene el soplo, y aunque sea irónico el comentario, pues se agradece, aunque no esté de acuerdo con ud. creo haber parido otros textos merecedores de tal elogio, pero para gusto los colores.
at: interesante tu perspectiva. gracias, como siempre.
Este post tiene una voz distinta, en cuanto a descarnada, y a cierto abandono formal de lo que te caracteriza- aún impecable. Quizás eso es lo que percibe Joaquín.
ResponderEliminarPero bueno, ese padre, Dios primer, queda tan bien articulado aquí. Esa ley fundamental que nos deja horadadas, ensartadas al goce. Cariños, RI
No es irónico el comentario, no. En realidad, será por el toque "divino" del tema, pero es uno de los que más me han gustado. Los otros también, siempre leo sus escritos con sumo placer.
ResponderEliminarSaludos y no se preocupe, a mi edad los "soplos"ya no levantan ni una hoja del suelo.
Jacobo