martes, 5 de octubre de 2010

Nenita y Nena

Ernesto González

Es extraño, no paro de repetírmelo. Sary no tuvo la capacidad de ver cómo vivió su abuela, a quien llamábamos Nenita. Su hija, la madre de Sary, siempre fue Nena. ¿No es raro? A mi amiga de la niñez no le alcanzó la inteligencia para aprender de una relación vital, irrepetible, cercana, y sacar conclusiones prácticas.

Ya no existen mujeres que lleguen a la vejez con sabiduría, y puedan sugerir cómo recuperar, con unos caderazos bien dados y dos sorpresas, a un marido alejado o entibiado con una, o cómo lidiar con las hormonas y las ansiedades de los hijos adolescentes. Ahora sólo existen, transplantados desde Cuba o Veracruz, los amarres y las brujerías, los salamientos y las limpiezas. Los santos son para eso, afirman.

La religión interpretada como control sobre los demás o usada para imponer nuestros antojos, altar del deseo. En vez de descubrirnos a nosotras mismas que no somos ese manojo de ansias, sin reprimirlas ni exaltarlas, nos identificamos con ellas, nos convertimos en lo que no somos. El balance, el equilibrio, el hermoso camino del medio ha desaparecido, lo han enterrado los caprichos permanentes o, todavía peor, los deseos “sublimes, elevados del Señor”. Este Señor, rediseñado a nuestra imagen y semejanza, resulta más devastador que nosotros mismos.

Hallar en la amada, en el amado, ese estado superior con cientos de nombres indicadores de una sola verdad, es una fantasía de las tradiciones, un cuento de camino devaluado por los siglos, y además no es cool, ¿a quién se le ocurre semejante disparate? ¿Una la diosa y él Dios? La palabra llama a espanto.

Las marcas de ropa y de perfumes, la gama de consoladores, las ventas, las compras, los amores de las estrellas de cine, los escándalos de los actores de televisión, han arrasado con la sabiduría femenina. Las mujeres nos hacemos viejas con las ansiedades de la juven-tud, no sacamos nada en claro y al acercarse la muerte muchas nos convertimos en cínicas. Es una enfermedad transmitida e incurable, no debería ser así.

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8 comentarios:

omu dijo...

me gustan tus cuentos de mujeres cubanas zarandeadas por los destinos varios, dale y sigue. omu

Alfredo Triff dijo...

Ernesto: Cuba es un país de brujería.

Anónimo dijo...

Me encantas como escribes y soy cubana pero detesto ese oscurantismo....

Anónimo dijo...

Entre la primera persona del plural femenino, y las omisiones elegidas se da para muchas Nenitas, tanto que hasta yo soy una. Saludos, RI

Anónimo dijo...

MAS QUE SOBRE BRUJERIA, HUBIERA QUERIDO ESCUCHAR SI ERAN CONVINCENTES ESTOS PERSONAJES FEMENINOS,RESULTA DIFICIL REFLEJAR TODA LA COMPLEJIDAD DE LA MUJER.
ABRAZOS Y GRACIAS POR LEER ESTOS FRAGMENTOS DE UN PROYECTO MAYOR.
ERNESTO

Anónimo dijo...

En respuesta a su solicitud, estimado autor, le diré que los personajes me podrian parecer convincentes si no estuvieran envueltos en tanta cháchara. Limpielos de palabreria, que es suya y no de ellos, y deje que cobren vida propia.

Anónimo dijo...

GRACIAS POR EL CONSEJO, JAJA.
PERO ESTAS DOS MUJERES SE DESCRIBEN
A SI MISMAS DESDE LA PRIMERA PERSONA, SON OBLIGATORIAMENTE "CHACHAROSAS", ME REFERIA A LA PSICOLOGIA Q. REFLEJAN, A LA CONSISTENCIA CON CIERTOS TIPOS DE FEMENEIDAD
SALUDOS
ERNESTO

Anónimo dijo...

precisamente. esa cháchara ridicula que usted considera propia de la feminidad (y que se nota es suya-repito- y no de ellas) les resta credibilidad.