Grettel Trujillo/ Foto: Pedro Portal
Frank Quintana
¿Cómo me veo? Joven dígame la verdad… ¿Sería tan amable de decirme qué hora es? Demasiado tarde, lo sé. Antonio no vendrá. No puede venir porque ya vino, porque ya estuvo aquí y no va a volver, me lo dijo. Cuando llegó no lo sentí entrar. Yo estaba parada en el balcón, mirando como a la luna le faltaba un pedazo... No se movía ni una hoja, los huéspedes del motel estaban calladitos. Sin embargo la luna me tenía hechizada y no lo sentí llegar. Me agarró desprevenida, con un abrazo tan fuerte que casi no podía respirar. Enterró sus uñas en mis hombros. Mi corazón se detuvo. Pero, él no me soltaba. Me dijo: “¿Estás desesperada? ¿Estás desesperada? Voy a tranquilizarte de una vez. Esto es lo que necesitas.” Y empezó a desgarrarme la combinación violentamente. No sé de dónde saqué fuerzas para decirle que no, que así no. Todo era irreal, como la escena de una telenovela. ¡No! ¡Así no Antonio! “No te hagas la idiota”, me dijo. “¿Para que montaste ese drama telefónico? Voy a satisfacer tus cochinadas sólo esta vez.” Y me advertía amenazante con el dedo de la mano izquierda mientras que con el de la derecha me quitaba las bragas de un tirón. “Nunca más vuelvas a molestarme.” Comenzó a morderme los senos como hacen los caníbales. Logré escapar por un milagro de la concentración y llegué hasta la mesita de cristal, agarré el candelabro que nos regalaron el día de la boda y lo golpeé en el mismo centro de la cabeza y le volví a dar, y le dí y le dí y le dí una vez más, completamente descontrolada. (Pausa y balbucea) Mi Antonio empezó a desangrarse por los oídos. Un chorro de sangre le brotó de los ojos. Todo él era sangre, la pared era sangre, la alfombra, el cenicero. Sus ojos verdes se volvieron rojos. Canta y llora “Y no saben la tristeza que en mi alma han dejado, aquellos ojos verdes que nunca olvidaré…” No sé cuanto tiempo transcurrió antes de que me decidiera a bañarlo. Aún tenía puesto el anillo de compromiso... Lo puse bajo la ducha, con el agua tibiecita, como a él le gustaba y lo dejé ahí, lavándose. Limpié la casa y guardé en mi joyero los trocitos de cráneo que se habían quedado pegados al candelabro. Quemé la alfombra y la ropa, que estaban empapadas de sangre, en la barbacoa que tenemos en el patio. Luego lo sequé con ternura. No saben cuánto esfuerzo me costó. ¡Ay, Dios mío cuánto pesaba Antonio! Le eché talquito y lo vestí con su pijama de seda, la blanca de rayitas azules. Subirlo a la cama fue una heroicidad, pero por fin pude acostarlo a mi lado. Dormimos como nunca. Al día siguiente me di cuenta que nuestra relación tampoco podía funcionar de esa forma. Porque si algo tengo yo es que soy muy realista: No puedo entregarme. Me darían cadena perpetua. Por otra parte, no soportaría la silla eléctrica. Así es que llegué a la conclusión de que lo mejor era encubrir el hecho. No dejar rastro de lo que había sucedido. Afortunadamente recordé un capítulo de CSI que había visto vía satélite. ¿Conocen el programa? Yo soy asidua, no me pierdo ninguno. Me encantan los crímenes y los médicos forenses. Bueno, en ese capítulo que les mencionaba, el protagonista era un cazador que tenía que deshacerse del cadáver de su amante, que era primo hermano de su mujer. Pues ¿creerán que hizo lo mismo que con los animales que cazaba? ¡Que abusadores son los cazadores! Por eso yo soy vegetariana. Bueno, como les iba diciendo, el cazador asesino metió al amante muerto en la bañadera, lo cortó en pedacitos, y lo dispersó en nueve bolsas de basura que lanzó después a un canal, sólo visitado por los mismos cocodrilos que a veces él cazaba. Entonces recordé que mi amiga Mirtica me había regalado un cuchillito japonés muy filoso, de esos que cortan un pelo a la mitad, marca Sunsuki… ¿cúal era el nombre? Un cuchillito magnifico, los recomiendo de todo corazón. ¿Por qué me miran así? Si hay algo que no pudiera soportar sería el rechazo de mi público. Sin ustedes no existo. Por favor, no me juzguen mal. Todo lo que he hecho ha sido por ustedes. ¿No me creen? Me están juzgando. Por favor, cierren los ojos. Hagan como que no me ven. (Llora) ¿Qué quieren de mí? Estoy dispuesta a aceptar lo que ustedes dispongan. ¿Quieren que me entregue? ¿Que me encierren en la cárcel o en un manicomio? ¿Que me achicharren en la silla? Bien. Llamaré a la policía. Mejor que llame alguien del público. Usted, usted mismo, ¿puede ayudarme?
Tremenda descarga la de la jeba esa!!!
ResponderEliminarPoca cosa, la muela bizca. Pero la foto del drag esta en algo.
ResponderEliminarEstupendo monólogo interpretado por una actriz con particular fibra cómica. Gracias Frank por compartirlo con tumiamilog. RI
ResponderEliminarRico. Bienvenido Frank!
ResponderEliminarGracias por compartir este momento. Fue una delicia interpretar este texto de Frank. Saludos a los "tumiamibloguenses".
ResponderEliminarGrettel
Gracias R.I. y A.F. y a Grettel por su puesto, porque somos conspiradores en esto el arte. De nuevo gracias por mantener las puertas abiertas al arte, la filosofia y el dialogo. Un abrazo, Frank.
ResponderEliminarFrank, este monologo es bueno, sabes manejar las lineas de tensión del espectador. Yo creo, que si te lo propones, nos vas a sorprender mucho mas en poco tiempo.
ResponderEliminarSaludos, Pedro Assef