domingo, 22 de agosto de 2010
Marta Strada - Abrázame fuerte
Para Ernesto González y otros sesentosos
Fórmula europeizada de los estilos de la Secada y la Freddy, con cierto aire tomado del dramatismo de Juliette Gréco, la Marta Strada fue una de las voces que junto al impacto de la Güell, Yoya Gálvez, Pilar Moráguez, Los Meme, Los Zafiros y una adolescente Maggie Carlés, se hizo epítome de una Habana pop más cercana a Roma y París que a Yucatán o Santo Domingo. Si la Greco era la “musa de los existencialistas” como la bautizara la prensa de París, la Strada se convirtió para el “ambiente” sesentero de La Habana en una suerte de diva piñeriana, patética, vestida eternamente de luto y de pasión alternativa, que arrastraba consigo a una bohemia renuente a la bolchevización del contexto. Considerada la Ana Magnani de la nocturnidad habanera, esta mujer-disparate deconstruyó con su temperamento, decenas de temas conocidos para apropiárselos en baladas personalísimas, tan inimitables que parecían creadas originalmente para su performance decadente. La imagen libertina con que arredró a los comisarios de la cultura sirvió para que su carrera fuera lapidada prematuramente. Ahora la pretenden “rescatar”, como muestra este kinescopio pasado recientemente por la TV cubana, donde aparece interpretando su versión inolvidable del Abbracciami forte popularizado en Europa por Ornella Vanoni. Pero en su momento más intenso, la Nanarella tropical fue marginada sin compasión y eliminada de la programación televisiva y del gran espectáculo. La silenciaron en la radio y la desterraron al cabaret. Sus discos desaparecieron bruscamente entre la represión y el apremio de sus devotos. ¿Consecuencia? Martha Strada se convirtió en mito. La hicieron canto y manera de expresar que no cesa de vagar entre los fantasmas de una época “herida de sombras”. Memorias que resuenan en el timbre inconfundible proveniente de las madrugadas del Gato Tuerto. Años de historia seccionada bajo el filo del poder en la que la muchedumbre bailaba mozambique, y el ansia de libertad va a emprender, al decir de Desnoes, una “marcha de gigantes que no se detendrá hasta llegar a Miami”. (JR)