miércoles, 4 de agosto de 2010

íconos del cubimontón


 


hace poco me invitaron a un almuerzo cumpleañero en un restaurante argentino lúgubre y oscuro en medio de uno de los barrios iluminados de la ciudad de los vientos. con el olor a carne al carbón flotando en la brisa veraniega, justo al cruzar el umbral del lugar los ojos se me achicaron mientras tanteaba con esta pupila incierta y con aquella insomne las figuras allí reunidas. tanto sol y ligera brisa fresca afuera y aquí pura penumbra y fresco falso, pienso y casi choco con una pared repleta de fotos de Evita. repleta replata repluta, replica mi ira. doy el saludo formal a los que ya esperan con paciencia en la mesa. me siento, agarro un pancito caliente y lo embarro de chimichurri. distraída mastico y admiro las sombras de los peatones en la calle que se adivinan distorsionadas por las vaporosas cortinas. “aquí hace falta luz”, le digo al camarero que me sirve agua. “oscurito mejor, para crear ambiente”, me dice distante. lo miro casi bizca de tanto forzar la vista. “¿ambiente de qué, viejo, a las tres de la tarde?”, contesto pero me ignora. el vino es bueno, me informa alguien, aunque no lo bebo. siguen llegando comensales y no aparece la festejada, quien nunca peca de puntual. en la mesa hay colombianos, argentinos, peruanos y mexicanos, como siempre aglutinados todos por esas circunstancias interminables y tan nuestras (en su sentido “continental”) que al imperio nos traen. alguien me roza un brazo y me dice que me quiere “introducir” —léase “presentar”— a una compatriota. me sorprendo del uso de tal sustantivo porque el desverbo ya ni me espanta. es extraño encontrar de ésos por aquí así que me levanto y voy al encuentro con la esperanza de que sea una compo(to)ta de exquisita fruta bomba —léase papaya— o una champo(to)la de chirimoya aromática. es, cuando me la “introducen”, una muchacha de unos treinta y pico con cara rosada y bonachona heredada de algún antepasado gallego y pelo rizado de otro “antepisado” de un poco más al sur. “ah, tú eres la cubana”, me dice sonriente. tratando de ser lo que no acostumbro ni intentar —cordial—, estiro la mano y apenas toco la suya con el pánico a los gérmenes que a estas alturas de pandemias inconclusas me ha entrado, saciada de suciedades y saudades. con prisa digo uno de mis nombres de vocales y diptongos. la muchacha me mira sin mucha sorpresa y tan campante dice: “ay, encantada. yo soy Mislenin”. desencantada yo con el poco efecto que causó mi nombrecillo, la miro a punto de romper en un llanto esdrújulo y lamentable. “perdona”, le digo en mi esmerado acento híbrido: “¿cómo dices que te llamas?”. “Mislenin”, repite ella asintiendo ante mi incredulidad. sacudo la cabeza negando lo absurdo del momento en una ciudad tan lejana de todo aquello que nos marca por esta eternidad ya no tan sostenible. la chiquita se ríe y se encoge de hombros. “¡qué te parece!”, exclama divertida con su ser lo que es, séase lo que sea, un nombre más o un nombre menos, “misleading” o Mislenin. con un carraspeo ahogado en un chasquido de lengua que quiere ser viperina le respondo: “pues ...que tienes que cambiártelo, ya”. mientras, empiezo a imaginármela en la fila del matutino diario de su escuelita habanera: "compañeritos, aprendan de Mislenin, pionerita ejemplar...". justo entonces me interrumpe su voz, alegre pero también con acento híbrido porque ya lleva más de una década fuera del juego de ping… y pong, me confiesa. con una abierta carcajada añade: “y eso no es nada”. hace una pausa para el efecto que sabe va a lograr: “mi hermano se llama Chelenin”. dejo escapar un a-la-baao incrédulo. todos los niños de la fila imaginaria del matutino nos contemplan hipnotizados, como si presenciaran una pelea de gallos sin pico ni plumas ni espuelas… vaya, una pelea de gallinas de las peores, de las cobardes, dando picotazos a un suelo infértil. cuando logro sacudirme la sorpresa le digo: “niña, no sé si darte el pésame o brindarte mi hombro para que llores un rato”. la cubanita se ríe bajito sin darle importancia a mi espanto. al rato de charlar un poco, me dice que pronto se va a Cuba, a ver a su madre que está muy enferma porque tiene cáncer. a su madre, la culpable del desafortunado “naming game”, me había confesado antes. aquélla que optó por quedarse y morir en Cuba, satisfecha de haber zurcido en toda su descendencia sus revocreencias tales tatuajes sanguinarios e imborrables. miro hacia fuera, al sol y la brisa y al gentío de transeúntes felices por el buen tiempo. pequeñeces, pero tan indispensables como estar aquí y no allá, por elección propia. como debiera ser seleccionado un nombre. trato de disolver mi rechazo a la muchacha y a la madre, también compatriota muy a nuestro pesar y sonrío con la indiferencia de un “what´s in a name, anyway”. pero no puedo, ni balbucearlos, los nombrecitos. y es que los nombres son etiquetas, marcas, impresiones, categorías sin ser absolutamente nada. son identidades ficticias. nos hacen o nos desbaratan. jesús, fidel, maría, justo, lenin, caridad, mickey… me espantan y los evito. por la pura necesidad de diferenciar sería preferible andar por la vida con numeritos y nombres de colores. nada más romántico que “blanco azul 33 y rojo marrón 88 son novios” garabateado en la pared del baño de la escuela sobre un corazón atravesado por una flecha. simple, sin género, sin implicaciones ni rabos heredados de otras rabias… pero no comparto estos pensamientos con la muchacha, total… sin embargo, lo pienso mientras la contemplo alejarse para saludar a la festejada, que recién llega. y es que… qué lamentable peso carga esa hija que va a regresar colmada de pesos después de una década de tal vez malos pasos para auxiliar a la madre que le impuso un terrible nombre de pila que a la hija ha de marcar (como pacotilla del cubimontón que deja amontonado tanta desrevolución), pase por el umbral que pase, aunque a la madre quizás le pese ahora el pésimo gesto de implementar en la comu(nis)al pila bautismal (ineficaz siempre e inexistente entonces con toda probabilidad) semejante derroche de ideología consumista de íconos desprestigiados por el peso implacable de una historia pasmada en su propio reflejo falso.

12 comentarios:

  1. ¡GENIAL RELATO!

    Pudo haber sido peor con los nombrecitos

    Yislenin & Yelenin

    Me gusta tu estilo "om ulloa"

    Saludos, Jacobo

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  2. El Che no esta desprestigiado, en muchas partes lo adoran.

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  3. Genial. Me quedo por aqui.

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  4. es cierto, salaos los hijos de tantos creyentes los fideles los camilos los ernestos los raules. y esas combinaciones de madre, toda una generacion ahogada en el socialismo sin salida con su nombre como unico detalle original entre tanta mediocridad.

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  5. Ano, si quieres participar vuelve a decirlo sin palabritas ofensivas, y no te lo borro. RI

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  6. dale, RI, publica el comentario que puedes estar segura que no me voy a ofender...

    gracias a tmb y los comentaristas por sus opinioes. omu

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  7. alabao!!! que va, yo me cambio el nombre de lo q no hay manera, al carajo con los nombrecitos comunistas de pacotilla.
    aunque el mío viene de por allá por Baracoa de cuando mi vieja fue a alfabetizar y encontró a un montón de "indígenas" con nombres exóticos como el de una servidora.
    Luerlís

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  8. Nombres que son una mezcla de lo soviet y lo yankee: yasdiel, yunislady (superpopular), yurislady, yunesey, yusnavy, ivanessa, yusmail, daily (tengo una en clase)...you name it.
    om, sI que eres buena en sortear tus nombrecitos querida :-P. RI

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  9. Todo es politica,gazpacho,presidentes,toros...
    algo mas refrescante para este mes,una limonada con ron,y un buen libro de Fisica cuantica...

    Nina Haguen

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  10. Y hay más: Aristónico, Bonifacio,Petronilo... Om Ulloa; que están de apaga y vámonos.

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  11. Cinderblock. Pb en la Tabla Periodica de Mendeyev. Same russophile mason.

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  12. Nina dejate de tragedia que aqui hay de todo, y mira aver si te sales de la cuerda mesianica cristiana que te hicieron mierda en elpais.com por el ultimo concierto. Te maleaste la estrella. EC

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