hilo de placer/pender del hilo

Rosie Inguanzo
 

1. Julio se escurrió. Un julio salí de Cuba, nos casamos en julio, dos veces me operé el mismo mes en distintos años, muchos julios mientras estudiaba me quedaba sin un centavo, aspirando humo hasta la rodilla (siempre voy a ser fumadora de alma, aunque no toque un cigarrillo), un julio me abrieron los pulmones con cortisona. Por eso las vacaciones llegan como llega una aventura. Cierta inquietud se instala a finales de junio, y una sabe que cualquier cosa puede ocurrir en julio y sus posibilidades: un viaje, una escena liminal, ciertos placeres, un crimen, un cataclismo. En julio vamos mucho al mar, pero este julio tenía heridas cerradas con adhesivo quirúrgico que los pececitos gustan de mordisquear. Resollando llegamos al octavo mes. En agosto los días se alargan hasta las 8pm, sofocados y encandilados contamos el tiempo que nos queda para cumplir con las metas que nos trazamos a principios del verano. La ansiedad trae un drama instantáneo, punzante. Pero es un lujo el discurrir displicente de los días. Apenas lastimados. 2. ¿Qué sucede cuando un cineasta de primera dirige un cine? R/Una cinemateca. La programación que trae Orlando Rojas al tan bonito edificio del Teatro Tower hace la boca agua. Ayer vimos Io sono l’amore, que sólo por auscultar a Tilda Swinton – aquí rusa tirando a la estepa- sacando la rubia cabeza para no asfixiarse dentro de una familia elegantemente acartonada. Las tomas de la ciudad de Milano recuerdan al existencialismo de Antonioni; en la montaña el director aguza el lente para mostrarnos los insectos sobre la lavanda, el orégano, el tomillo, como si nuestras vidas pendieran del frágil tallo de la hierba. Esta película huele, y un hilo de sabor va de la cocina a la entrepierna. La música de John Adams dice lo que está adentro de los pechos. Corran a verla.