Claudia Cadelo en Octavo Cerco:
Miro con aversión -para qué negarlo- la cara de Ramiro Valdés en el televisor. Esta vez les toca el sermón a los trabajadores del sector de la construcción. Ya casi ni me tomo el trabajo de escucharlo, cada vez que habla es para regañarnos –él y Machado Ventura se han transformado, por decirlo de alguna manera, en las niñeras del ciudadano cubano: amonestaciones, castigos y amenazas. La misma cantaleta de siempre: trabajar más, pedir menos, no quejarse tanto, ser combativos, cumplir con las tareas de la Revolución, no desviar recursos, no esperar estímulos, confiar en los líderes del proceso, serle fiel al Partido…es la monserga del padre autoritario a sus hijos eternamente menores de edad.
¿No se pregunta Ramiro qué comerían los constructores si no “desviaran” algunos ladrillos para comerciarlos en el mercado negro? Los jefes sindicales, según parece, se hacen los de la vista gorda ¿Será que ellos también necesitan un salario para sobrevivir? ¿Por qué no se llena de valor y pasa la batuta a los “incumplidores” para que cuenten su versión del paraíso de los obreros? En vez de estar amenazando con quitar estímulos y prebendas –que sólo hacen florecer el oportunismo y la doble moral- debería preguntarse por qué el salario no es razón suficiente para trabajar bien, para obtener mejores resultados, para aumentar la producción. Claro, eso lo haría si de verdad le importara, y si –además- no confundiera el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción con un círculo infantil.