llena de correciones y de notas
al margen de la mar de cosas rotas:
quisiera leer tu cuerpo noche y día.
En esbeltos polígonos te agotas
–tus tercas escaleras ascendía–
en tus salas sagradas me dormía
rodeado de poetas y de idiotas.
Oh, refugio de los desamparados,
hospital de los dioses sin remedio,
hotel de los tenores sepultados:
yo quiero que me entierren en tu predio,
y servir de consuelo a los quemados
que vengan a ampararse en ti del tedio.
Néstor Díaz de Villegas