Ramón Williams
Ilustración del autor
De los días en el Hospital Naval conservas jirones. Rostros impávidos de enfermeritas limpiando tus quemaduras de sol; el gotear proceloso de los sueros de hidratación; parcos militares disfrazados de doctores, auscultándote apenas sin mirarte; las manos nerviosas de Regina al doblar una sábana, confusos recados de Silvano enriquecido y de Lógicus asesino de su cerdo. Recuerdas sobre, cuando las voces se perdían, el vacío de olores en el viento.
A nada olía el mar
¿qué alcanzaba con su aliento los balcones?
Sin su aroma de vida,
de centro de mujer,
el mar resplandecía,
extensa placa de fuego bruñida
donde tus memorias
se volvieron cenizas.
“Amnesia de postrauma se llama-te dijeron los doctores-, no se te olvide.” En el hospital te visitó el Nagüe. El coleccionista alemán nunca llegó. En cambió la francesa tenía palabra. Los invitaba. En plural porque la exhibición incluía al Sobrín y a los Pornosabios. Si no había errores de cálculo el mes próximo los cuadros colgarían en París. Veintitantas piezas eran nosecuántos francos y cada franco para la franquicia del menos franco en jefe, que no se opondría a dejarlos salir si algo le soltaban de regreso, al pueblo, claro. “De momento colgamos de la visa” te dijo al final y rió con magnífica carcajada y lo viste colgar de su risa.
Los pornosabios asistieron luego. Contaron cómo Aurora encontró a la decana muerta en la oficina del Instituto. Yacía de bruces en medio de un charco, dicen que ahogada por buches seminales envenenados que obtuvo del agente antes que te regañaran y escaparas con el Chutemas. Pero ya no escuchabas. Y esas tercas orejas tuyas no eran culpables de la sordera. Atendías a las enfermeritas indiscretas, tras cuyos ojos el implacable sol del golfo se mezclaba con el gotear del semen vertido por los pornosabios en la garganta de la dama de canas. Ellos cuentan mejor de lo que pintan. Ellos, nacidos en el 69, expertos en el cuadrifolio de óculos, ojerosos bálanos sapientes inmersos desde siempre en glandes problemas. Pablo te regaló una partitura, más bien una hoja de papel pautado vacía. No pintaba más, explotaría su veta musical oculta: Todos llevamos dentro un instrumento de viento, si no, escucha detenidamente un pedo.
6 comentarios:
Felicidades Ramon. Hacia tiempo no te via por aca.
Raysa
Pornosabio... interesante.
En que momento se desarrolla la trama de este fragmento? Perdonen la pregunta, no soy cubano.
Saludos, Ramoncito. Sigue derritiendo cera por acá que el pabilo da buena luz.
Enro recien ahora.
Felicidades Nilo.
Un poquito atrás pero aquí las gracias a todos los que me publican, comentan o leen.
Publicar un comentario