lunes, 31 de agosto de 2009

Oficio de cabo de raza


Rosie Inguanzo

1. Nuestro lindo apartamentico se ha devaluado miserablemente, debido en parte a las gestiones ladinas del banco que nos dio el préstamo: Bank of America. Y una trata de trepar el cerco burocrático a ver si nos bajan los intereses que pagamos en base al costo original inflado. Vejados por las pérdidas, la selva urbana nos traga, el salvaje con corbata nos devora, y yo soy yo y mi circunstancia. Antropofagia simbólica, atávica (que en un principio me inocularon en la eucaristía) y que en la situación económica actual encarna el tiburón ejecutivo. Sujeto sin remilgos que mediatiza mi paso por el mundo, nueva forma de canibalismo -abstracciones de la modernidad: tarjetas de crédito, deudas, posesiones dudosas como valor supremo. 2. En el mundo animal, Darwin por el piso. Hoy por hoy ni la supervivencia del más apto depende del éxito reproductivo. Veo en Youtube que mientras el gorila más fuerte y bello pelea por la supremacía, otro flaco y desgarbado, de apariencia enfermiza, goza la hembra en celo. Éxito reproductivo tuvo mi abuela muy a principios del siglo XX, con sus trece hijos y doce abortos (entre accidentales y buscados), y no yo que probablemente nunca tendré un hijo aterrorizada por mi circunstancia. Mi “oficio de cabo de raza” no da para más: mis hijos son abstracciones poéticas: libros, personajes, performances, proyectos. Queda la ironía del desencanto (que es fuente de poesía), sobrevivir al pensamiento salvaje, y un halo de tristeza. Mientras saboreo el garnacha, medito: el atavismo social no logra borrar que en el fondo sigo siendo una realidad primitiva: el espejo me devuelve esa constancia de la bestia, ese animal feroz que me desgarra. Entre-varada: el impulso genital sublimado en el amor. Por eso creo tótem propio, recompongo la máscara ritual desacralizada por la (in)civilización, des-cubro una pictografía espiritual en mis performances -juegos con el tiempo fuera del tiempo, tiempo mítico -para bandear los monstruos de la razón. Escribo el peor miedo para que no pase. Y me digo que el propósito de la vida es jugar: homo ludems con la cabeza encandilada.

sábado, 29 de agosto de 2009

Un buen ejemplo para La Habana


Eliseo Cardona
(tomado de Blue Monk)

Los amigos que observan a Miami desde la distancia, a veces con una desquiciante vocación de antropólogos y otras con un insólito talento para la tontería, me recriminan por vivir en una ciudad que a ellos les parece un circo. La apreciación, sobra decirlo, es injusta, pero en ocasiones no lo es tanto como para que llegue a ser imprecisa. La ciudad se las trae. Esa es la verdad. Sobre todo cuando del tema de la política cubana se trata.
Aclaro que la ciudad ya no es cubana. ¿Quién puede negarlo? Y si lo es, solamente los cubanos se lo creen, puesto que las demás comunidades (colombianos, dominicanos, venezolanos, nicaragüenses, puertorriqueños, etc.) trajinan en lo suyo como a quien le importa un mojón de puta. Pero son los cubanos los que saben armar bulla. Y la arman bien porque algo les duele en el fondo. Ese dolor se llama Cuba. Y es un dolor real. Tan real que quienes no somos cubanos pero amamos a Cuba lo sentimos como nuestro. Pero es sabido que nadie seduce a gritos, mucho menos con argumentos irracionales. Y es así que la bulla que arman ciertos sectores de la comunidad cubana en Miami contribuye a que el tema de las relaciones entre exiliados y Cuba se convierta en una caricatura. No sé si eso explique las burlas de las demás comunidades. Sí explicaría la indiferencia, que acaso sea peor que la burla. En verdad, ¿quién puede culpar a los demás? ¿Cómo esperar de ellos un poco de solidaridad?

Esto del concierto de Juanes en La Habana, por ejemplo, ha debido aprovecharse para poner a prueba lo mucho que los cubanos han aprendido en el marco de un sistema democrático, sobre todo en lo que respecta a utilizar la razón, el sentido común y, de ser posible, la elegancia. Tanto más si el ejemplo lo ponen artistas que trabajan para recibir la recompensa de la admiración y el respeto. Hablo, claro, de los artistas cubanos que hacen declaracions sin pasar a una acción que permita que sus palabras no se queden en la proverbial comemierdería.
Porque acá en Miami nos la pasamos acusando a La Habana de usar todo tipo de manipulaciones, de acudir a la represión, de suprimir libertades y de encarcelar a opositores. Pero somos incapaces de dar ejemplos para que los jóvenes —sobre todo los jóvenes— no vean a los cubanos de Miami como la otra cara de una misma moneda. Tanto las atrocidades como la reacción de denunciarlas han devenido pura banalidad.

A Juanes se le puede acusar de ser ingenuo. Yo soy de los que cree que el colombiano se hace la más soberana de las pajas mentales con eso de ir a La Habana a cantar por la paz. Vaya, porque ni él mismo se lo cree aunque lo repita mucho. Pero sería estúpido no reconocer que el hombre no tiene un pelo de tonto y que utilizar la paz para ganar sustancia política es otra manera de un artista de su talla para sumar dinero a su cuenta bancaria. El riesgo de la inversión a corto plazo para generar buenas ganancias a la larga.
Es, digamos, lo último en la avenida de la música pop. Y es casi natural que así sea porque si antes las ventas de discos le daban pedigrí artístico a cualquier pendejo, ahora ese pedigrí se enriquece con un poco de acción política. Una querida amiga me cuenta que hace poco Ricardo Arjona, al que algunos reporteros insisten en llamar trovador y poeta, ofreció un concierto en Los Angeles en el que se ufanaba de mostrar imágenes del Che y caricaturas de Uncle Sam, al tiempo que hablaba del gobierno imperialista. Alguien que de veras se ha leído el «Das Kapital» no podría por menos que pedorrearse de la risa al escuchar «Si el norte fuera el sur» (¡Marx, cuántas mariconadas se escriben en tu nombre!).

La Habana haría muy mal en mirar a Miami para enriquecer su vida cultural. Pero Miami sin dudas puede dar a La Habana buenos ejemplos de comprensión, tolerancia, amor y (¡vaya!) paz. Uno de esos ejemplos podría materializarse en la forma de un megaconcierto que reúna a artistas de aquí y de allá. Los acá serían Paquito D'Rivera, Albita Rodríguez, Amaury Gutiérrez, Gloria Estefan y Willy Chirino; los de allá serían Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Pablo Milanés y Los Van Van (Que conste: entrada gratis.) Los artistas de acá harían todas las gestiones para que los aritstas de allá puedan venir para acá. Así los de acá ya no tendrían que esgrimir la excusa de que cantar allá no sería cantar para los allá sino para los Castro; y los de allá ya no podrían armar la típica pataleta porque el gobierno de acá no les permite cantar o recoger un premio acá. Es más, los de acá no tendrían que preocuparse porque los de allá puedan hablar pendejadas sobre la revolución. La música hablaría por todos y para cada quien (De paso, evitamos que Hugo Cancio publique artículos insoportablemente cursilones). Ese concierto, que se llevaría a cabo después del concierto Juanes, rompería esquemas y tendría un efecto casi medicinal. Por ejemplo, nadie podría acusar a los cubanos de Miami de ser intolerantes y comecandelas. Y a los jóvenes de la isla jamás se les ocurriría comprar discos de Juanes. Porque el colombiano puede hablar de paz, pero que alguien por favor le recuerde que musicalmente, tendría que irse a cantar a la mierda.

jueves, 27 de agosto de 2009

Ensalada con ravioli de langostas




Temporada de ciclones, lluvia incidental, sol fugaz, humedad pegajosa, nubarrones... anoche tenía un buen Chardonnay frío haciendo preguntas: ¿con qué me tomas? Debo parear ese jugo rubio (con sabor a pera, cítrico y clavo) con algo, pero ¿qué? Casi las 8:20pm y prefiero estar a la mesa -a más tardar- a las 9pm., particularmente después de un largo día de clases. La duda se convierte en una masa blancuzca de energía sonora que se interpone entre la estufa y el refrigerador. Me decido por una ensalada rápida... digestiva. De nuevo, rastreo lo que hay y busco pareos: lechugas pequeñas, salvia (mi hierba preferida), un paquete de ravioli relleno de langostas, corazones del alcachofa marca Reese (escurridos de su marinado), nueces, tomate tipo Campari (aunque algo más caros exquisitos por su jugo y piel), queso azul de Cabrales, y rabanillos. Pongo aceite con una gotita de mantequilla en la sartén y tiro varias espigas de romerillo. Cuando está dorado, le echo un poco de mi Chardonnay... y se produce una explosión de vaporífera fragancia. Añado el ravioli a la salsa. Acto seguido, mezclo todos los ingredientes en una fuente con aceite de oliva español extra virgin y un
balsámico Villa Manadori denso y noble. Hurgo en la fibra del Cabrales con mi cuchillo de tomate, buscando trizas ni muy grandes ni muy pequeñas. Añado pimienta y una pizca de hojillas de ají chipotle seco y el último -y más importante ingrediente: extracto de anchoa.* Lo revuelvo todo enérgicamente. Mmmmmmm, wow, qué placer.
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*El extracto de anchoa se merece un capítulo aparte por la riqueza de sabor que ofrece a cualquier comida, sea pollo, mariscos, pescado, pastas -y en particular ensaladas. La versión asiática es la salsa tailandesa de pescado, con su delicioso olor pútrido, que en mi cocina ha desencantado (sólo momentáneamente, por supuesto) a un fotógrafo amigo muy querido. Comparto mi fórmula: una lata de anchoas VIGO. Vacía el aceite y seca los filetillos con papel de toalla. En un mortero mezcla la anchoa con rabanadas de ajo que hayas dorado previamente en aceite de oliva con un poquito de pimienta. Machuca los ingredientes. Añade a la pasta 3 cucharadas de vinagre, ¼ taza de aceite de oliva, un poco tomillo seco, ½ cucharada de mostaza. Mézclalo todo muy bien. Voilà!

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Cenas como la que reseña Alfredo – no sé él y Rosie- yo las acompañara con este background de Francis Lai, el aclamado hombre feo de la belle musique. El autor de nada más y nada menos que Un homme et une femme (1966), Love Story (1970), La Bonne Annee (1973), Emmanuelle (1974), Bilitis (1977), Les uns et les autres (1981), Hasards ou coincidences (1998)…Y el de Vivre pour vivre (1967), conspirada con Lelouch, la cual hizo ir al cine 23 veces a mi madrecita para babearse con Yves Montand y que me reveló que la mujer a la que yo aspiraba, consistía en una fórmula compatible entre Candice Bergen y Annie Girardot. (JR)

lunes, 24 de agosto de 2009

Nuestros discos perennes


Eliseo Cardona
(tomado de BlueMonk)

Los buenos discos no se agotan en la repetición. Tampoco exigen que se les escuche en una circunstancia determinada. Animados por la utopía de la felicidad, una purificadora tristeza, o un artificial estado de ensueño, en esas obras con frecuencia se nos revela algo a la vez familiar y novedoso. El encanto de lo inédito en unos temas que paradójicamente ya forman parte de nuestro universo interior. A menudo se trata de obras que redimen la espantosa condición de lo cotidiano mediante un elaborado entramado de ideas, sutilezas, intuiciones, detalles inteligentes. Al elevarnos por encima de lo común nos permiten escuchar con agudeza, ya sea por una difícil sencillez o una estimulante complejidad. Tal vez por eso escucho siempre los mismos discos.


No voy a decir que escasean los discos memorables. Pero los hay —y son muchos— que raras veces se les puede escuchar de principio a fin. Están hechos como esos edificios que se levantan de la noche a la mañana y cuya belleza (y fortaleza) se concentra en la fachada. Según los creadores de discos superficiales, el mercado antepone ligereza en detrimento de lo exigente. No sin razón el disco ha muerto. No sé si esto explique que ya no se hable de un todo como obra sino del single. Y con éste, vienen las frases publicitarias que, sobre todo en boca de periodistas, resultan escandalosamente idióticas: "El sencillo que se desprende de su disco de larga duración".

Hace poco le comentaba a una colega periodista que ahora escribe sobre música que la entrevista es una pérdida de tiempo. Porque el "artista" jamás te dará una opinión crítica sobre la obra y el periodista que la tenga no tendrá las güevas para dejarle saber lo que verdaderamente piensa. De ahí que predomine la grisura, la bobería y los autobombos. Quienes colocan su esperanza en el single mueren de desilusión. Y si la esperanza la están poniendo los músicos, vale recordarles que se morirán de hambre. El bazar de Internet permite que esos oyentes que se matan de placer escuchando obras deslumbrantes puedan bajarlas sin problemas. ¿Quién quiere pagar para escuchar mierda? Cierto: Robar viola la ética y la decencia. Pero hacerse de la vista gorda es una justicia poética divina.

domingo, 23 de agosto de 2009

La lírica del crápula, de Eduard Reboll


Rosie Inguanzo

Kudos por la edición impecable de Ediciones Setra. En el prólogo, Roberto Savino anota atinadamente que el poemario es un “abanico sensorial”, que a mí me recuerda la libretita de conquistas que muchos hombres guardan como validación de hombría, y que alguna vez encontré en la gaveta del primer amor. La lírica del crápula es catálogo amoroso, homenaje a las damas y anecdotario autobiográfico, confesional: cada poema narra un encuentro, una mujer distinta, un mismo “crápula” las re-crea, las desgrana en el recuerdo con morbo y con aprecio. Pero en “los momentos físicos” narrados aquí (alimentemos su vicio), en la memoria de esos cruces carnales con mujeres de todo tipo y nacionalidades, tal vez faltó una hembra negra, o una asiática -imperdonable descuido de sabrosuras otras ¿no? El poeta se ha apoderado de estos cuerpos y los ha extraído de la vida, para insertarlos en la literatura –que es otra forma de existencia, tal vez más reconfortante, más tópica, mejor editada. En dos o tres ocasiones solamente las voces de ellas saltan del poema para dispararle al crápula que las enumera frases tales: “Voy a mostrarte lo que otros/ ni pagando consiguen” o “…ande, prometo no embeberme de usted/ y no secar, lo que ha inducido/ enamorarme”. Puede entreverse que este catador de encuentros es un enamoradizo mujeriego, cuyo record lo hace dichoso. Por eso, y porque Reboll no puede prescindir de una incurable ternura, me voy a quedar esperando una segunda entrega con confesiones de otro tipo tal vez, pasajes escabrosos, ridículos desvaríos de la carne, amores más censurados que le supe al autor -por amistad y otras veleidades privadas.

Mujer de El Albaicín

"...Ven. Ponme la mano en los rizos.
Huele hacia adentro. Aquí
acurruca mi marido su ojo muerto
para ver, si aún, sigo satisfecha. A veces, si se lo pido, me muerde
labio a labio. Ven. No me importa
mostrarte donde me lastima: soy
del suelo de Granada. Anda...
Ven. Mójate un poco. Delante mío:
Águame en blanco mi pecho blanco.
Anda...Ven en silencio”.

Mujer y sentimiento oscuro
(a Antonio Gamoneda)

Hermosa, como la lana cortada,
el ventilador te hacía más libre.
Llevabas una falda con bordes celestiales
y abrazándote el cuello, un sol blanco
en mis lágrimas reflejaba
la emoción de un guerrero iniciándose
sobre una noche apaciguada
por la luz sencilla del plenilunio.
"Ataca al pecho y huye,
así apreciará mejor las luces de neón
y tu maldad. Hazlo después que el hielo
y la menta anochezcan: verás como el sudor se desvanece,
mientras al oído te habla sobre un ángel."
Así hablaba la Culpa después de la quinta ginebra,
bajo los arcos de aquella bodega
lívida, donde la música de
Liverpool y el blues, leían a nuestras espaldas
el estreno de un romance de lobos.

Mujer adormecida en el río de un póster

Albura como el pan del sur.
De pie ancho como un árbol
Delgada de pecho como su vida
sencilla junto a mí, cama repleta
de libros de ensayo y olvido.
Así las mañanas anochecieran
frente al polvo por sacudir y un juego
lento y turbio en mis oídos.
Como las líneas de mi camisa,
se sucedieron los encuentros, en paralelo,
con su aroma de nafta
y su hondura en un hilo
en aquella habitación moldeada
bajo mi mano, el estuco y una alfombra
recién recuperada de la calle.
Así como sus lienzos,
la fui dejando morir por los lados
de la tela, como un Rothko1 extenuado
por la luz amarilla de una tarde.
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1Una mañana, en el Hudson, vi reverberar en sus orillas la paleta de colores de sus cuadros. Entonces, comprendí como aquel cauce que cercaba a la ciudad, abría en sus orillas, las fisuras de un suicidio anunciado.
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Judith Ghashghaie ha hecho un trabajo interesante y detalloso sobre el poemario. (Pulse)

viernes, 21 de agosto de 2009

Pablo Milanés - La libertad




La libertad – Música y letra de Pablo Milanés

La libertad es una niña hermosa y pura
que nos violan al cabo de los años.
Cuando crece por encima de los árboles
sabemos que no va a sobrevivir.

No puede ser más grande que nosotros mismos,
no puede ser más bella que como la concebimos.
Es un feo retrato destruido
por la fuerza del tiempo en su interior.
Es un lindo fracaso sostenido
de una buena mirada con amor.

La libertad se va poniendo vieja,
la libertad ya no puede parir,
la libertad como todo en la vida
nació para morir.


Este camino retráctil de Pablo comenzó con su disco Días de Gloria producido en el año 2000, en México, con una memorable carátula del paisajista Tomás Sánchez. Desde entonces ha recorrido un trayecto controvertido ideológicamente, salpicado de pro y contracastros, y del cual hablaremos más ampliamente en un post futuro. Pero, sobre todo, ha sido una etapa donde ha ido asomando un desencanto profundo. Un padecer de poética, y a la vez, reflexiva senectud donde se perciben los evidentes síntomas de la necropsia revolucionarista. Esta pieza que ponemos a consideración, La libertad, forma parte de su último disco Regalo, promovido en un concierto a teatro lleno en el Mella durante el 2007. En la canción se advierte el penoso desmoronamiento de lo que alguna vez fue un credo. Una suerte de Pablo después de Pablo. (Jesús Rosado)

jueves, 20 de agosto de 2009

Vaya suerte del "asquerocito" venezolano


Roberto Savino

El juego se decidió en la novena entrada: perdieron 4 a 2 los Seattle Mariners contra los Yankees de Nueva York luego de un home run de Mike Teixeira. Ninguna sorpresa. La noche ya era completa cuando el estadio Safeco comenzó a vaciarse lenta pero fluidamente. La gente avanzaba cabizbaja. En una esquina al suroeste del estadio se reunió un grupo de gente. Por el aroma, traído por la brisa, y por el humo que se desvanecía bajo los faroles, supe de inmediato que se trataba de un puesto de perros calientes. En Seattle, la especialidad callejera es una salchicha gourmet dentro de un suave pan blanco untado de queso crema y tapizado con el dulce sabor de la cebolla frita; cualquier otra salsa o aderezo que se le añada es lujo, pero no son muchas las opciones que se ofrecen. Era allí, en esa esquina, donde la gente parecía más feliz, bromeando en voz alta y hablando de cualquier cosa, mientras el asiático y el mexicano que preparaban los perros calientes aceptaban con una sonrisa las propinas que se amontonaban dentro del envase de vidrio. Allí ya nadie recordaba la derrota de los Mariners; reinaba, en esa esquina, un aire de nocturna alegría. La comida y el calor que subía del fuego hermanaban a la gente. Para bien o para mal, la cultura estadounidense no es exclusiva, sino para el que quiera y pueda pagarla. Viendo aquella esquina de Seattle, donde hambrientos de diversas procedencias comían con gusto sus perros calientes, recordé los puestos de comida rápida de Caracas. No porque sea una ciudad tan internacional como Seattle, sino porque allá, como aquí, el perro caliente se ha adaptado al gusto local; en el caso de Caracas, el gusto caraqueño por la variedad. Por eso me ha parecido absurda la reciente resolución de la Alcaldía Libertador de prohibir la venta de perros calientes y hamburguesas callejeras, mientras que a los vendedores de comida criolla (arepa, cachapa, etc.) sí se les renovará el permiso. Las razones que ha dado la municipalidad han sido dos, principalmente: de salud, porque al parecer el perro caliente no es tan sano como una empanada frita, y cultural, porque el perro caliente no es tan venezolano como un tequeño o un golfeado. El gobierno asume que es su deber prohibir los productos extranjeros (entiéndase “imperialistas”) que intenten desplazar la cultura local, en vez de crear un plan de ecuación alimenticia para que el pueblo se informe sobre qué opciones son las más adecuadas en cuanto a su nivel nutritivo. Además, el tinte político de la prohibición niega la trayectoria culinaria del perro caliente, que, aunque hoy se conozca como una comida rápida “gringa” de dudoso valor nutritivo, su nacimiento en Alemania, su perfección en Austria, su viaje a América y su adopción por parte de la nueva cultura de consumo le dan un carácter tan mestizo como el mismo pueblo venezolano. Por ahora, la suerte del asquerosito, jerga juguetona que el caraqueño usa para referirse a un perro caliente callejero, parece ser la del exilio, de Las Mercedes y Plaza Venezuela a Miami, a Barcelona o a dónde sea que al venezolano le pille la nostalgia. Así que no juzguen cuando vean a alguien poniéndole a su perro caliente un poco de papitas fritas trituradas, cebolla picadita, tomate, repollo, zanahoria, guasacaca (salsa de aguacate), pimentón, queso rallado, salsa rosada, picante, o hasta perejil. Se trata, probablemente, de un venezolano comiéndose un asquerosito, y en su país se podría ganar una multa o una pedrada por su atrevimiento.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Pasta a-la-R


Ayer no tenía nada en mente para cocinar. Había pulpo lasqueado en aceite de oliva con pimentón ahumado en el refrigerador, mas la ensalada deliciosa de la otra noche no podía/debía repetirse (¡como si el pulpo fuera huevo frito!). Prosigo. Después de los ejercicios d'habitude, discutimos la cena: "¿Pan rustique con pulpo y ají asado?" "No, ya comimos pulpo ayer y hoy en el almuerzo". R. quería algo caliente. Me miró con cara de salirse-con-la-suya y me olvidé del pulpo. Decidí improsivar. Nos fuimos a Publix y compré lo más barato. Por qué no algo con tilapia.*

¿Chto delat?** El asunto está dado por la coyuntura económica, es decir, lo que tienes en el refrigerador.

Ingredientes:

Tilapia, salsa de pescado tailandesa, ajo, maní salado, hinojo fresco, pasta de curry de Cachemira y linguine.

Realización:
Pique la tilapia en cuadritos de una pulgada y marínela con salsa de pescado tailandesa (ahí ya tienes el contenido de sal). Machuca el maní en un mortero.*** Ponga en la sartén (preferiblemente Calphalon Non-stick) en fuego mediano/alto con aceite de ajonjolí. Añade filetillos de ajo bien finos (a gusto), y déjalo freír por 4 min. Cuando el ajo esté casi transparente, pon la tilapia y no la muevas por 5 min. Pon agua a hervir y cuando esté lista, añade el linguine. Cada ración personal de pasta equivale al volumen del hueco del dedo índice tocando la base del pulgar. Con tenazas, vira la tilapia, y súdala con un poquito de coñac. Cuela la pasta y tírala con el resto de los ingredientes menos -la tilapia que por ser delicada irá sobre el mejunje. Pepperoncini a gusto. Acompaña la cena con un Kim Crawford Sauvignon Blanc.
Os juro que cerramos con lascas de mamey de Sedano's -exquisitas.

Nota: Disculpen. La foto arriba corresponde a -lo que quedó- de un risotto de azafrán con aguacate, tomate, queso feta y espárragos, que hice el lunes.

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*La tilapia es asequible y deliciosa. Su carne firme y blanca se presta para una variedad de platos (la he comido en escabeche preparada por una colombiana que acabó conmigo). **Comida e ideología. ***El mortero es un implemento muy necesario en la cocina, en sí mismo un laboratorio. Machucar es interpenetrar químicos a presión. Ten uno grande de madera con un buen machucador.

martes, 18 de agosto de 2009

The Beatles - The End (1969)



Jesús Rosado

El álbum Abbey Road está cumpliendo su cumpleaños 40. La memorable placa que muchos consideran como uno de los mejores de los Fab Four se terminó de grabar el 18 de agosto de 1969, y aunque el Let It Be se lanzaría al año siguiente, en realidad fue el Abbey Road el último disco que hicieron como agrupación. El proyecto resultó ser un concepto musical maduro y excepcional, en el que por primera vez se nota la individualidad cuajada de los que ya podían calificarse como exbeatles. Las composiciones asumen un carácter dramáticamente premonitorio para la música por venir, al punto de que algunas de las derivaciones fundamentales hacia donde enfila aquel fenómeno musical que había hecho eclosión en los tempranos sesenta, ya se están anunciando en esta producción. Efectivamente, el uso del sintetizador, la creación de ruidos y efectos parásitos, el uso de armonías y vocalizaciones inusuales, el endurecimiento de las ejecuciones, los giros sorprendentes, todos son signos prematuros del sonido mucho más procesado del rock setentoso. Hay piezas en este álbum donde se advierte claramente la ascendencia genérica sobre la cosecha adulta de bandas como Pink Floyd, Led Zeppelin, Queen, Supertramp, etc. La breve pieza The End, que cierra el disco junto con la pista oculta de Her Majesty, puede ilustrar fugazmente esa cualidad visionaria que al final se impone desde el talento versus una triunfal -pero devoradora- carrera en el mercado. A falta de un buen material visual, he seleccionado este sencillo slideshow de la postrera sesión de fotos del grupo que parece haber tenido lugar justamente en agosto del 69, cuando se supone que disfrutaban de la culminación de lo que fuera su última gran tarea. Escrita por Lennon-McCartney, The End incluye el único solo de batería grabado por Ringo con The Beatles y la frase metafísica que se escucha hacia el final de la pieza: “And in the end, the love you take is equal to the love you make", no podía ser mejor corolario a un camino pleno en contribuciones a la sonoridad contemporánea.

lunes, 17 de agosto de 2009

Amor azul de gavetas


Luis Soler
Ilustración apropiada del autor

El amor de gavetas, navega azul por la nada. Ya se lastimaron los tiempos asignados para la espera, y no sé si le queda algo de razón al participio: dicho lo cual dí por concluida mi promesa... por mi parte te devuelvo mi promesa de adorarte ni siquiera tengas miedo de dejarme que este pacto no es... apagué antes que el bolero tuviera esa fuerte tendencia del género en desvariar y convertir los momentos tiernos en ridículos.


No fui yo. No esta vez. Tú me dejaste ir tajante y dura. No se por dónde entró esta vez la palabra virtual sin expresión, que a tanta distancia dicha, nos deja con esos silencios chinos que dicen tanto. Ahora sólo nos apabulla la duda de los números que vienen unknown y soñar con balcones para trepar perdones. De cobalto es el amor para esconder junto a las ansias que uno tiene de los “quizás un día”, los “y por si vuelves de noche”, los “te recojo más tarde”, los “¿ya comiste?” Eso al menos y al cabo del tiempo, materia prima de las intuiciones. ¡No sabes qué terrible es amar sin saber... bueno, ahora imagina eso sin ni siquiera poder suponer!

Todo es tan lejano y vacío como el ruido blanco de los ventiladores de techo, como la sal roja del Himalaya, como la mención de tu azotea, como el deseo sin erección, como no saber que hacer cuando te dicen “manipulador de mierda de ceros y unos”. ¡Fuácata! y ahora, qué haces... a quién le pregunto qué hacer contigo. ¿Quién te conoce de veras? La distancia es una pompa de jabón y el amor dentro de ella es como un ácido muriático antes del splash iridiscente de su fin.

Cambio, a sabiendas que es terrible, una cámara que miente sobre mis angustias por un certificado de poeta falso que te impresione y aun así tus mañanas siguen siendo más lúcidas que tus anocheceres. Vas en busca del divertimento antes que del tino. Sé que revisas en el pasado lo bello y lo bueno pues quién te hace pensar de más. Un día comprendí de repente que amo en azul marino y lo guardo con temor de no soportar el miedo de las piedras con ruido que trae el río. ¿No será peor aún que me abandonen los temores, qué seamos tan nuevos en esto que ni nombre exista para nuestras fobias? ¿Qué destiempo tenemos los virtuales que nuestras patologías aún no tienen nombre? ¡Qué siglo XX tan acelerado, para morir apenas se fuga sin el registro de sus protagonistas!

Tengo un acertijo para tu padre: ¿quién es quien viene por el camino que su nombre no se le olvida a esa bulla? ¿es la misma mujer con tutú que busca en su resaca figurante, todos los ojalás que le den más vida, en un óleo de mujer con sombrero? Yo sé que él no te adivina pues te supone demasiado. Uno no sabe destruir lo que ahorra; uno lo desgasta. Pero no es tiempo de abrir alcancías, para eso faltaba un año y tú lo sabías.Lo guardé azul. No me gustaron los tonos púrpuras que trae el olvido por la parte de arriba del sentido común. Ahí, en una de las gavetas de Dalí, hay un corazón envenenado. Anímate y dale un vistazo.

domingo, 16 de agosto de 2009

Woodstock @ 40



Jesús Rosado

Medio millón de seres. Utopistas descalzos con la flor tatuada en la mirada. Más de 500 000 razones para decir no a la guerra y al desdén hacia las libertades civiles. En agosto del año 69 del siglo XX, el festival de Woodstock se hizo icónica contratrinchera a donde acudirían pacifistas, ecologistas, cultores del amor libre y amantes de la librecultura, aquellos primeros gnomos postmodernos, melenudos y desmaquillados que convertirían la hasta entonces inadvertida granja de Bethel en meca de la música y la paz. Fueron tres días del último verano de los sesenta en que toda la bondad de una generación se resumiría en baladas folk o descargas de rock. Incandescentes jornadas de guitarras y banderas de arco iris. Una reunión maravillosa y triste a la vez, porque era una cita con el amor y con la vida, mientras resonaban letales los morteros en las afueras de Saigón. Nadie sabe si justamente estaba cayendo una bomba sobre la cabeza de un niño, cuando Jimi Hendrix presintió el zumbar de los bombardeos en su Star Spangled Banner de Woodstock. Hace ya cuatro décadas desde entonces. Y, sin embargo, el doloroso contraste no se desvanece.


Póster de la Feria de la Música y las Artes Woodstock 1969 "3 Days of Peace and Music" cuyo patrón fue concebido artesanalmente por Arnold Skolnick durante una madrugada de tijeras, engrudos y papeles de colores.

viernes, 14 de agosto de 2009

Cuestiones etílicas: Voltaire, Hume, Kant, belleza, gusto y estándar


Alfredo Triff

¿Puede una escultura ser "amarga", "triste" un asado? ¿Existe un sabor "trágico" para cierta sopa?

Érase una vez la palabra "gusto", empleada por el filósofo David Hume, para quien el arte (y lo estético) es una cuestión muy parecida a lo gastronómico (Hume era un conocido gourmet). Como emotivista, Hume estima que nuestras evaluaciones estéticas están en función del placer -o la molestia- que provocan. 

Así como una persona con gripe no está en condiciones de evaluar adecuadamente el gusto de una comida, alguien sin previa educación no estaría preparada para evaluar debidamente una obra de arte. De ahí Hume trae a colación el preciado jugo: el vino -y la importancia del experto catador sobre el neófito. 

Con la belleza debe ocurrir algo parecido, es decir, el estándar está dado por el consenso. ¿De quién? De los conocedores.2 Imagino que el filósofo escocés advierte que tal estándar de expertos puede terminar rehén de las evaluaciones de un grupo muy particular. Por ello es que añade que el criterio "debe resistir el embate del tiempo", que es lo que Hume denomina "buen gusto". Y es de ahí que otro filósofo alemán inicia su aporte.
Para Kant el placer estético (Geschmack) es independiente de la esfera sensual: no es producto de los deseos. 

La distinción fundamental es que dicho placer es "desinteresado".3 Es decir, la valoración cognitiva y la estética son diferentes en que la primera refiere mi experiencia del objeto "mediado por un concepto" (por ejemplo cuando digo: "hoy es un día soleado"). Por otra parte, cuando hago un juicio estético me estoy refiriendo al contenido de la experiencia de mi propio estado subjetivo, ejemplo: "detesto la frambuesa". Kantianamente hablando, cuando decimos: "el atardecer es hermoso" no existe interés alguno, se trata de una experiencia meramente contemplativa.

¿Es el sabor de un Catena Zapata Malbec 2005 sólo de índole subjetiva?4 

A Kant se le olvidó el jugo.

"Me gusta el vino", "no me gusta el vino" ... aburrido. Hablemos de la calidad del jugo en la botella. Es aquí que la teoría hedonista/gourmet de Hume juega un papel importante. 

Si bien es cierto que mi gusto por el vino es de cierto modo subjetivo, debe haber algo en el jugo del Catena Zapata Malbec 2005 anclado en la realidad. Es posible que la calidad del jugo tenga que ver con el terreno de cultivo, el cuidado en la calidad de las uvas seleccionadas, el proceso de fermentación en barriles de robles exquisitos y añejados, los expertos conductores del proceso, etc. Esto es lo que determina la diferencia entre un vino excelente y uno mediocre.

Cualquiera tiene derecho a decir "no me gusta el malbec del Catena Zapata 2005". Pero insinuar que el jugo dentro de la botella no es bueno me parece erróneo. 

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1Antes que Hume, Voltaire había dicho que el sabor "es un discernimiento rápido como el del paladar, y ... como ellos, se anticipa a la reflexión, como el paladar, que disfruta lo que es bueno y rechaza lo contrario; a menudo es incierto o dudoso y a veces requiere el hábito de ayudársele". 2Hume alega que el catador es a veces ridiculizado, pues es capaz de detectar débiles rastros de metal o cuero que el neófito no descubre... "son luego reivindicados, cuando se agota el barril y se encuentra una correa de cuero, o un clavo". 3Lo del "juicio desinteresado" no está exento de problemas. ¿Cómo puede un experto no estar interesado en su sujeto de estudio? ¿Cómo puede garantizarse que el juicio por lo bello carezca de interés alguno, particularmente cuando uno recuerda los sabores de una comida?   4Observe la información al pie de la página del link arriba del Catena Zapata Malbec 2005:
  • Varietal: 100% Malbec
  • Viñedo: Adrianna, distrito de Gualtallary, altura 1.440 msnm; Nicasia: distrito de Altamira, altura 1.210 msnm.
  • Fecha de Cosecha: Adrianna: 28 de abril de 2004; Nicasia: 18 de abril de 2004
  • Fermentación: Adrianna: Max. Temp. 28º C, con 30 días de maceración. Nicasia: Max. Temp. 30º C, con 32 días de maceración.
  • Añejamiento: 18 meses en roble francés 100% nuevo.
  • Alcohol: 14.0% Vol
  • Acidez/pH: 5.70 / 3.72
... el precio de $475.00 por botella es otro asunto a discutir.

jueves, 13 de agosto de 2009

Kavafis, mis aventuras con Severo y los dime-que-te-diré de Miguel, Pepe y Guillermo


Ramón Alejandro

Porque a cierta hora de la tarde cuando el sol ya se ponía demasiado difícil de soportar afuera y la playa estaba en candela con todo el entra y sale de las cabinas privadas y el ajetreo consecuente entre los maricones españoles y sus chulitos moriscos, las gentes de letras y de buen gusto (que supuestamente éramos aquellos que constituíamos esa pandillita tan selecta de parisinos que se metían en el salón de Manolo a distraer sus ocios con la amena conversación). Entre una entrada y una salida de alguna tranquila pareja de acoplados varones a los cuartitos de alquiler cuyas puertas daban al simpático saloncito reservado a la conversación de los respetables pretendientes y a los primeros encuentros, tanteos y negociaciones entre ellos y sus futuros amantes. Manolo se informaba previamente con muchísimo tacto de los gustos de cada nuevo cliente, y mandaba a alguno de sus chiquillos recaderos a buscar al cuerpo del deseo que estaba posiblemente trabajando en alguna cerrajería, carnicería o carpintería cercana dentro del mismo recinto de la Medina.

En lo alto de una escalerilla que subía discretamente a un altillo en penumbra se escuchaban las risitas de los menores que esperaban también a sus clientes jugueteando entre ellos con los pasatiempos propios de su edad. François, Orland, Severo, Fernand y yo mismo estábamos a menudo presentes a la hora de las siestas, pero sinceramente no recuerdo que ninguno de nosotros haya pedido a Manolo la realización de sus sueños, o si lo recuerdo debe ser seguramente que no quiero decirlo, porque algo se me tiene que quedar por contar. Lo que sí recuerdo fue como un señor español de una gran elegancia y de muchísimos años de edad, al saber que yo era cubano se alebrestó mucho y me conversó animadísimamente sobre lo bien que la había pasado cierta vez que pasó algunos meses en Cuba. Y al yo preguntarle, por seguirle amablemente la corriente, que cuando había sido eso, el viejo aristócrata me respondió que había sido en el año de 1913. Esa fecha me recordó un poema de Cavafy que lleva por título justamente Días de 1913. Que hay vidas enteras que están dedicadas al disfrute de los cuerpos de los muchachos, y que no todas ellas dejan traza de las voluptuosas horas que pasaron enfrascados en ese delicioso devaneo como lo hizo Constantino con la vida que vivió en Alejandría.

Porque es todo un mundo ensimismado en esos densos placeres el que está constituido por tantos puertos que van desde el Mediterráneo al Caribe. Y por todas las orillas de los vastos océanos que recubren la mayor parte del planeta, ya sea Alejandría, La Habana, Nápoles, Lisboa, Atenas, Río de Janeiro, Valparaíso, o Santiago de Cuba. Y tantos otros más donde durante algunos años y debido a circunstancia sociales o económicas favorecedoras se desarrolla el mismo tipo de prostitución masculina. Que en Cuba tomó el nombre novedoso y posiblemente pasajero de "jineteo" durante el llamado período especial en tiempos de paz de los últimos diez años del siglo XX.

Cuando por allá por el año 1967 vino desde Cuba un grupo de intelectuales a acompañar la presentación en el Teatro del Odeón de La Noche de los Tarambanas de Pepe Albaicín, Fernand se alborotó mucho y dio una fiesta para ellos. A ese apartamentico encantador en el que yo había estado viviendo con Fernand desde hacía poco más de un año vinieron esa retahíla de gente de teatro y escritores, arquitectos y seguramente los segurosos de servicio encargados de vigilarnos a todos. En esa ocasión fue que conocí a Miguel Bartlet quien acababa de publicar a penas un año antes con un inmenso éxito su Biografía del Prieto Macarrón. Cuando nos pusimos a hablar del tremendo talento de poeta que tenía Severo, Miguel me dijo una cosa que siempre recordaré; "Severo como yo, necesitamos de Cuba para hacer nuestras obras, yo volveré siempre a Cuba, no porque sea revolucionario, sino porque Cuba me es indispensable para mi obra. Si Severo se queda a vivir definitivamente en Francia su talento se le disolverá como si fuera sal y agua". Y Pepe Albaicín que estaba escuchando disimuladamente esta conversación, me dijo un poco después al momento de despedirse haciéndome un guiño: "Y yo para lo que vuelvo a Cuba es para hacer contrarrevolución". Unos pocos años después venía a vivir definitivamente a Paris, donde por cierto, él tampoco nunca escribió ninguna nueva obra que tuviera alguna importancia, confirmando lo que Miguel me había dicho refiriéndose a Severo.


Ya en sus últimos tiempos Severo me empezó a llamar bastante a menudo por teléfono. Una de esas veces me pidió que le leyera las páginas de Antes que anochezca, la biografía de Reinaldo Arenas en la éste le había dedicado algunas crueles burlas y unos cuantos insultos bastante violentos y lo había arrasado despiadadamente denigrándolo como escritor. Y tuve que cumplir esa ingrata tarea, porque él no quiso ni siquiera comprarse un ejemplar de ese maldito y divertidísimo libro, como tampoco quiso hacerlo Guillermo Contreras Zabaleta. Y fui yo también quien tuvo que leerle por teléfono las páginas que le correspondían. Ya en esos tiempos Severo no quería ni tratar con Guillermo, me decía exasperado: "Es un aura tiñosa, tan solo le preocupa saber en que momento justo yo me voy a morir, para ser el primero en hacer el obituario en El País de Madrid, y seguramente para decir que fui maricón que es lo único que sabe decir de la gente".

Cuando Guillermo se dio cuenta de que era voluntariamente que Severo no le contestaba sus llamadas, empezó a llamarme a mí a ver si yo lo podía poner al tanto de los últimos avances de la lenta agonía de Severo, y éste me prohibó terminantemente darle la más mínima información sobre su salud. Desgraciadamente, Severo tenía toda la razón, porque a penas murió, Guillermo se disparó sus consabidas gracias tan a menudo bastante pujonas sobre el difunto, poniendo de realce el hecho de que había muerto de sida y todos los demás detallitos específicos referentes a su mariconería como bien se lo temía el sabichoso occiso.

martes, 11 de agosto de 2009

El viaje en la maleta


Wendy Guerra

Puse tu libélula rota al fondo de mi maleta vacía.
Luego mantas y medias para este frío absurdo en primavera.
Ya sé que me leen los Diarios pero los llevo conmigo.
Me quitarán artefactos,
clavarán la mano en mi ropa interior .

¡Ah! pedir permiso para sacar mi cuerpo desnudo en los dibujos.
Allí van, solapados en la maleta de mi vida,
en el vidrio de mis lágrimas.

Mampara de dudas a contraluz del deseo de este viaje eterno.
Puse los discos de mi generación,
gritando el miedo,
disimulando,
regresando.

Sobrepeso de ideas,
ocultas pertenencias que no quiero declarar.
Me aterra.

Los libros de los muertos que me llevo para sobrevivir.
Los vivos que yo extraño cuando leo sus manos sobre el papel mojado.
Originales,
anclas,
algas que me hacen emerger del sentimiento ahogado.

Al fondo de las cosas unos mangos pintones de contrabando, olorosos, delatores.
Arena de Santa María y una virgen que ampara llegar flotando sin dolor.
Aleteando,
esta libélula rota,
esta cubana despeinada intenta meter su isla,
su viaje interminable en la maleta sin fondo.

lunes, 10 de agosto de 2009

R..e..l..i..g..i..ó..n




Los acontecimientos del presente apuntan a un incremento y polarización de la religión. El fundamentalismo islámico y su antítesis cristiana acaparan las noticias. Tal parece como si el mundo capitalista-tardío se moviera hacia un futuro nebuloso de escepticismo científico y dogmatismo. Una exploración algo “heavy” para este lunes soleado miamense.

Pero este opio-de-los-pueblos es un fenómeno demasiado básico para que se le ignore. Vayamos a los orígenes y separemos el efecto de la causa. Para el hombre primitivo se hace imprescindible explicar y definir lo impredecible del universo. Darle sentido a la vida (de ahí la cosmogonía religiosa), desarrollar espacios de abstracción y contemplación espiritual (hablando en plata: inducidos ceremonialmente con menjurje de hongos y sesiones de iniciación orgiásticas). Finalmente tenemos la cohesión social, fundación misma de la cultura. Popongo dos hipótesis que suscriben el aspecto epistemológico (o del conocimiento) del origen de la religión. La primera de Michael Shermer, editor de la revista Skeptic Magazine y contribuidor de la Scientific American: En nuestro devenir humanoide se dan dos procesos epistemológicos tempranos: “paternidad”, o la tendencia a encontrar causación en los fenómenos naturales y “agencidad”, es decir, la tendencia a suponer que el mundo está controlado por agentes invisibles e intencionales. De ahí proviene la creencia en el alma y los espíritus, y la secuela que sigue: fantasmas, dioses, demonios, ángeles, etc. Para Shermer, la moral evoluciona como selección natural que opera en individuos y luego en poblaciones. Una acción específica es juzgada como mala o buena dependiendo su resultado en términos de cohesividad social. Por ello la religión es la primera institución social que canoniza los principios morales y los dioses (o el dios) devienen en ejecutores de dichos principios. La otra tesis, de Francisco Ayala, profesor de biología de UC Irvine, nos lleva al Homo habilis, hace 2 millones de años. El dominio sobre la tierra le toca a esos que fabrican las mejores herramientas. Con ese desarrollo instrumental aumenta la inteligencia, y por tanto la curiosidad. Ayala coincide con Shermer en que la búsqueda de explicaciones causales es una fuente principal de creencias y prácticas religiosas. Pero también está la conciencia de la muerte: La finitud humana viene acogida con un sentimiento ritualístico. Acaso el entierro mismo es una toma primitiva de conciencia, de obervación y respeto comunitario. Para Ayala, el ser humano desarrolló una angustia ante la muerte que sólo puede aliviarse con la idea de la inmortalidad del alma. Ergo: la evolución misma, al hacernos inteligentes, nos hizo religiosos. ¿Y qué viene después?

sábado, 1 de agosto de 2009

(Ul)traje


Cristina Fernández

Siendo niña y en consulta con la sicóloga, ésta me pidió que le esbozara una figura masculina y su contrapartida. La figura de hombre resultó un payaso con todos sus atributos: nariz de bola, ropa con parches, zapatones. La mujer devino en una india con poncho de rayas, sandalias y trenzas colgando. Las preguntas llegaron luego: “¿has ido al circo recientemente?”, “¿has visto alguna película sobre indios?” Sin duda la especialista hacía su trabajo, pero mas allá de una lectura cifrada mi elección me permitía matices y detalles, colores imaginarios y vivacidad, que con una pareja ordinaria tal vez no hubiese sido igual. Era un hecho creativo, pienso hoy desde la lejanía. No sé qué interpretación le dio mi anfitriona al hecho, si artístico o traumático, lo cierto es que ese recuerdo me provoca nostalgia de una época en que no era yo quien tenía que dar explicaciones a mis significantes. De un tiempo para acá no me resulta fácil la contemplación de ciertas cosas; el traje masculino por ejemplo. Me refiero al clásico, de cuello, saco y corbata, al que nunca pensé encontrarme campeando por su respeto en esta tierra de cocodrilos y naranjales. Dos hombres en particular atizan mi compulsión cuando pasan, como dos empleados de pompas fúnebres, a comprar sus vasos de café en el Starbucks de la esquina. Siempre a la misma hora, cuasiahorcados en sus fidelísimas corbatas, los zapatos lustrosos,sin una mueca extra, un tic nervioso, un desvío de la mirada hacia objetivos menos subjetivos. Me despiertan una obsesión tenaz de hacerlos tropezar, sacudirlos, dejarles caer una lluvia de fango encima de sus telas ridículas. No son los únicos, ni siquiera es su iniciativa, pienso para dispensarlos. Pero otra voz me responde: eso es lo peor, no son los únicos ni tienen iniciativa. No entiendo cómo pervive ese conjunto de piezas que dicen apostar por la elegancia. Yo diría que apuestan por la incomodidad. La de portarlos en clima caluroso, mantenerlos limpios, acompasando lo costoso del disfraz con las poses requeridas. Me abruman. También suele pasarme con el pelo planchado de las damas, los zapatos refinados de señora, los vestidones de novia de las vidrieras de la Miracle Mile, los accesorios de bodas y bautismos…, en fin, que mi lista se va haciendo larga y tendenciosa. Creo que necesito de esa buena mujer cuyo trabajo era, entre otros entuertos, descifrar mis cándidos dibujos. Tal vez pudiera ayudarme a sobreponerme de esta fobia ligera pero persistente. A veces me levanto y digo: hoy todo va a cambiar: ellos se darán cuenta de lo inútil del ropaje (Supongo que a los sans-culotte les tomó su tiempo librarse de ver aquellos pelucones anémicos de la nobleza). Cuando Alan Watts, allá por los años sesenta, escribía sobre una serie de asuntos vitales que podían incidir en la actitud de sus congéneres y que iban desde la fe hasta la vestimenta, recomendaba el uso de una ropa cómoda, aireada, al estilo asiático. Que de paso ayudarían con su demanda a sustentar un mercado local en los países productores de esos tejidos, por demás estéticamente más deseables. Lo dijo un intelectual nortamericano, no sea que digan que los recién llegados nos mostramos inconformes con el orden de cosas del país que nos acoge benévolo. Fue dicho hace unos cuarenta años, para que tampoco digan que sólo en las islas el tiempo discurre con proverbial lentitud.